¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
DE POCO UN TODO
MAS ha hecho un pan con unas tortas. A los nacionalistas les iba de lujo a la sombra de una Constitución maleable, con la educación en sus manos, dándole al discurso victimista y rentabilizando la aritmética parlamentaria. Pero, como no le concedieron su pacto fiscal, Artur Mas se indignó y sacó a ondear la estelada. Y aquí es donde hay que morderse la lengua para no gastar, a cuenta de su apellido, la broma del minimalismo, porque ciertamente más soberanismo va a terminar siendo menos.
Antes, la impresión era de práctica unanimidad nacionalista, con raras salvedades. Eso se ha roto. Han saltado intelectuales, artistas, deportistas, ciudadanos de a pie y hasta el Valle de Arán con valientes declaraciones y claros manifiestos. Son menos quizá, pero quien tenía la unanimidad o su apariencia, y la pierde, puede ir haciéndose el cuerpo a perder mucho más. Las dinámicas sociales son así.
Para colmo, empresarios y economistas están destrozando con datos el mito de que una Cataluña independiente sería más rica, que es o era uno de los mantras del nacionalismo 2.0. El otro, el de seguir perteneciendo a la Unión Europea, ha recibido nones por todas partes. Son hechos que no alterará lo que salga de las próximas elecciones.
Por esto, aunque quizá Mas no se haya dado cuenta aún, porque también aquí uno es el último en enterarse, sus reivindicaciones y sus viajes empiezan a tomarse a chufla. Su declaración, literalmente golpista, de que "ni los tribunales ni la Constitución pararán el proceso soberanista catalán" ha provocado una riada de risas en las redes sociales y chistes en los periódicos. Y cuando ha añadido en serio: "Irán a por mí para desestabilizarme", le han contestado: "Claro Artur. Unos tipos de blanco, con una camisa que se abrocha por detrás". Lo dicho, la rechifla.
No habría que quitarle gravedad al asunto, pero es lo que pasa cuando te pasas, por decirlo con los versos de Muñoz Seca sobre las siete y media. Que vienen a cuento porque un juego análogo se venían trayendo los nacionalistas: "Y un juego vil / que no hay que jugarlo a ciegas,/ pues juegas cien veces, mil,/ y de las mil, ves febril/ que o te pasas o no llegas./ Y el no llegar da dolor,/ pues indica que mal tasas/ y eres del otro deudor./ Mas ¡ay de ti si te pasas!/ ¡Si te pasas es peor!".
Mas se ha pasado, y el independentismo está siendo hoy más contestado que en tantos años de maniobras maquiavélicas. Que en sus propias filas se den cuenta de que están peor, y cuánto, es sólo cuestión de tiempo. Ya Duran Lleida va haciendo extrañas contorsiones para desmarcarse. Y en esto va a marcar tendencia.
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