José Eduardo Muñoz Negro

Por un federalismo español y europeo

la tribuna

04 de octubre 2012 - 01:00

EL presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, ha comparado el mutuo cansancio entre Cataluña y el resto de España con el de la Europa del Norte y la Europa del Sur. Los más ricos consideran que pagan demasiado y los menos ricos piensan que los ricos son insolidarios. Tras el "cansancio" al que alude Artur Mas late el interés económico. Así, para la narrativa política de la derecha alemana, los europeos del Sur son unos manirrotos derrochadores que viven por encima de sus posibilidades. Y para el nacionalismo catalán los andaluces serían "gentes subsidiadas".

Ni el nacionalismo español ni el catalán han sido capaces de aceptar la plurinacionalidad de sus respectivas naciones. Han pretendido construir más "nación" que ciudadanía. Ambos se definen frente y contra el otro. Niegan la interdependencia y el reconocimiento intercultural. Ambos utilizan y manipulan la cultura y el sentimiento nacional para encubrir sus intereses económicos. Podemos envolvernos en la bandera que queramos, pero al final tanto Madrid como Barcelona han optado por montar megacasinos y parques temáticos relanzando un modelo de ladrillo imposible e insostenible. A la hora de la verdad, no somos tan diferentes como algunos nos quieren hacer creer.

En la Europa del euro la gran beneficiada de la moneda única ha sido Alemania, con un impresionante saldo a favor de más 500.000 millones de euros en los últimos diez años. Pero allí crece la conciencia de que Europa era el precio a pagar por las culpas de Alemania en el pasado. Muchos creen que necesitan cada vez menos a Europa. A su vez España ha sido siempre para Cataluña su gran mercado y su fuente de mano de obra. La percepción de que siempre "pagamos la cuenta" debería equilibrarse con la de "somos ricos porque los demás nos compran y trabajan aquí". La "independencia tranquila" que plantea el nacionalismo catalán significa: queremos mantener las relaciones económicas con España pero quedarnos nuestros impuestos.

Han llegado a la conclusión de que ya no les interesa España. Dentro de Europa pueden tener las ventajas que daba España pagando menos. Por eso quieren un Estado independiente en Europa. En la globalización, los ricos quieren salvarse por sí solos y desentenderse del resto. En el siglo XX los egoísmos nacionales han llevado a Europa en dos ocasiones al desastre. No se supo entender la necesidad de colaboración ni la realidad de la interdependencia. Se quiso hacer política desde la prepotencia y la exclusión y ya sabemos cuál fue el resultado.

En España hay mucha gente que piensa que "no hay que hacer concesiones al nacionalismo", pero vivir en democracia te obliga a hacer un esfuerzo de integración. Tras las transferencias fiscales la renta catalana pasa de ser la tercera del Estado a ser la octava. Ese hecho debe ser tenido en cuenta, debatido y abordado convenientemente. El federalismo posibilitaría una mejor integración de algunos territorios y acabaría con muchas de las tensiones del modelo autonómico, al mismo tiempo obligaría a "espabilar" a los más rezagados. No calmaría las ansias de los más nacionalistas pero sería más difícil justificar ciertos conflictos. Facilitaría una cultura más pactista y de reconocimiento mutuo entre los territorios.

A su vez habría que reconsiderar el tamaño y número de las comunidades autónomas, al tiempo que se fijarían las competencias de los estados de la federación y del gobierno federal. Sería un modelo más eficiente y de mayor equilibrio territorial. El Gobierno no puede ignorar el fenómeno y refugiarse en una falsa defensa de la Constitución convertida en muro frente al nacionalismo. Eso no es democrático y es una estrategia perdedora. Hace falta un pacto de Estado lo más incluyente posible, empezando por el PP y el PSOE, para plantear el federalismo como una cuestión de Estado urgente y reformar la Constitución.

Paralelamente en Europa no podremos salir de la encrucijada en la que estamos sin activar mecanismos federales que conlleven una mayor unión política, económica, fiscal y bancaria. Necesitamos un presupuesto federal europeo mucho más elevado, que debería llegar a alcanzar alrededor del 25% del PIB; federalizar la Europa social; una política exterior y de defensa común; una política energética común; unión fiscal; un Tesoro europeo que emita deuda pública europea con un BCE más sujeto al control político y un gobierno económico europeo con legitimidad democrática, elegido por el Parlamento Europeo. En la crisis global en la que estamos nadie saldrá adelante si la apuesta es la balcanización y el miope egoísmo nacional. Sólo un federalismo articulador de la real interdependencia puede salvarnos de la crisis en la que estamos inmersos. Al final se impondrá la fuerza de los hechos: o más unión o la irrelevancia política, económica y social.

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