La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El alcalde de Sevilla no tiene una varita mágica
la tribuna
COMO todos los gobiernos anteriores que se han apoyado en una mayoría absoluta, el actual ya ha elaborado su anteproyecto de nueva ley educativa. Y van... Por este lado no hay nada nuevo, pero sí en algunos aspectos de su contenido. A mí desde luego lo que más me ha llamado la atención es la implantación de una evaluación final externa al término de la Educación Primaria. Esta prueba es certificatoria, por lo que tendrá efectos académicos y podrá modificar los resultados de la evaluación que se hayan conseguido al finalizar la etapa. Así, si suspenden esta especie de reválida, el niño se quedará un año más en Primaria, por buenas que fueren las calificaciones que le hubieran otorgado sus maestros.
Cuando se entera uno de esta propuesta, lo primero que percibe es una sensación de extrañeza. ¿A cuento de qué viene un planteamiento tan duro? Para que nos hagamos una idea, la mitad de la población que realice esa prueba aún no habrá cumplido los doce años. En España, desde la abolición de los exámenes de ingreso en el Bachillerato Elemental, no había precedentes de evaluación final tan temprana. Y esos exámenes fueron suprimidos en la época franquista por injustos, prematuros, etc. Han escrito los que han elaborado la propuesta que una de las razones de la aplicación de la prueba es la disminución del abandono escolar. ¡Pero si en primaria no hay abandono escolar! ¿A dónde van a ir las criaturas?
También dice el Ministerio que países como Alemania, Italia, Inglaterra y Holanda desarrollan evaluaciones como la que se quiere poner aquí en marcha y que por eso sus sistemas educativos tienen mejores resultados que el nuestro. No es verdad. En ningún país de la UE hay exámenes externos o pruebas certificatorias con consecuencias académicas individuales para los alumnos. No los hay. En Holanda, como en Luxemburgo y Austria, que son países en los que la Educación Secundaria tiene diferentes ramas y diferentes niveles de exigencia para acceder a ellas, cuando se produce discrepancia entre la decisión del centro y la opinión de los padres sobre cuál es la salida más adecuada para el alumno que termina Primaria, entonces se procede a un examen externo. Pero es porque hay discrepancia, porque hay ramas con exigencias diferentes y porque todavía están en el período obligatorio. No es, en absoluto, el caso de España.
Esto de la evaluación final no es ninguna fruslería, tanto por su envergadura como por sus efectos. Esos exámenes abarcarían a una población de cerca de 450.000 alumnos. Tendrán que examinarse el mismo día y a la misma hora. ¿Podría adelantar el Ministerio algunos aspectos que conciernen a la logística? Por ejemplo, ¿quién los examinará?, ¿maestros del mismo colegio o de otros?, ¿se formarán tribunales con varios maestros? ¿Y el reactivo o prueba? No debe ser sencillo elaborarla porque no hay ningún precedente. Y sin precedentes, ¿cómo saben que el valor de su contenido es de tal potencia que en el par de días de su aplicación los resultados que se obtengan arrojarán tal luz sobre el futuro desempeño escolar del alumno que oscurecerá el criterio de unos docentes que conocen al alumno a fondo? Ya va a haber que esmerarse, ya.
Por cierto, si el sujeto ha repetido, entonces no hay cuestión: pasa al curso siguiente, o sea, al instituto. Es curiosa la concepción de la prueba y la visión que se tiene sobre los juicios de los maestros. Si estos han decidido que el alumno promocione en todos los ciclos, entonces se tiene que verificar esa decisión y la prueba puede desdecirla, echarla atrás. Ahora bien, si lo decidido es que el alumno no promocione, pues queda todo estupendo, el alumno pasa a la ESO y no hay nada que someter a escrutinio. Como dije en otra Tribuna anterior, aquí lo que es sospechoso para el Ministerio es que los chiquillos aprueben.
¿Se va a un endurecimiento general del sistema? ¿Los alumnos deben suspender más y repetir más? Si se responde que sí, las cifras pueden llegar a ser aterradoras. Es que ya lo son. Los últimos datos oficiales que proporciona el Ministerio, y que son públicos, indican que en Educación Primaria repiten el 17 % de los alumnos. O sea, casi uno de cada cinco. A los quince años nuestros adolescentes son, repitiendo curso, como la Selección Española de Fútbol: campeones de Europa. Ningún país tiene la tasa tan alta como aquí (casi el 38 %).
En Andalucía los niños tienen en 2º de primaria las pruebas Escala y en 4º las de Diagnóstico. Luego pueden caer en la muestra de Pirls, que es otra prueba externa. Además de eso, tienen sus exámenes, que ninguno de ellos falta a la cita. Como no hay bastante, pues se va a establecer esa especie de reválida. ¿No se están pasando un poco? Yo le preguntaría a nuestras autoridades educativas lo siguiente: ahora, que con tanto recorte le están disminuyendo continuamente las raciones a los pollos, ¿no se les ocurre otra cosa mejor que dedicarse a pesarlos y pesarlos una y otra vez?
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