Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
DE POCO UN TODO
EN junio se oye mucho por los pasillos de los institutos y las universidades este amargo reproche: "¡Me han suspendido!". También esta celebración: "¡He aprobado!". La diferencia es un clásico, pero, por más que se le explica a los alumnos, no se erradica el hábito, menos inocente de lo que pudiera parecer.
Nuestros próceres están igual. Vean a Carlos Dívar, el presidente presuntamente saliente del CGPJ. Él se considera injustamente suspendido o pre-suspendido o cazado, incluso, como se ha dicho, resonando de nuevo a jerga estudiantil. Y corre por ahí la voz de que se trata de una venganza del ex juez Garzón, que nos recuerda otro clásico: "Es que me tienen manía". También se dice que ha tenido "mala suerte". Pero es la misma mala suerte que la del alumno al que cayó la pregunta que no se había estudiado o la que se explicó el día en que hizo novillos. Si Dívar dimite mañana, no será porque "le han dimitido" o "le tienen manía" o "se quedó en blanco". Dimitirá por unos viajes suyos y unos gastos suyos y unas semanas laborales suyas impresentables ante la opinión pública, aunque con total cobertura legal, por lo visto.
El Gobierno está en las mismas. Nos cuenta que lo de la prima de riesgo es un castigo excesivo de los mercados, y está talmente como el estudiante que a final de curso se escandaliza porque el profesor "es un hueso". Incluso circulan teorías conspirativas. La realidad es simple: el Estado gasta mucho más de lo que ingresa, y eso preocupa a los que le prestan. Nadie quiere acabar como una momia, enterrado debajo de un fraude piramidal. El Gobierno, sin embargo, gimotea: "Pero ya hemos hecho muchísimas reformas". O sea, como ese alumno que nos cuenta "lo muchísimo que ha estudiado". "Ya", entran ganas de decirle. Y en concreto a Rajoy habría que recordarle que sus reformas (más impuestos, menos derechos laborales, más recortes) han ido a parar siempre a los riñones de los mismos, que somos los de siempre; pero que todavía están por ver una auténtica reforma estructural de un Estado desmesurado, un recorte de cargos políticos, una solución tajante al desmadre competencial y un rearme educativo, moral e institucional. Quién sabe si esa materia, que también cae en el examen, no es la que están esperando los mercados para empezar a aprobarnos. Yo, en concreto, es la que espero. Pero por ahora el Gobierno se ha encasquillado en su "me han suspendido, ay, ay".
En mi (recortado) sueldo entra explicar a mis alumnos que ellos son los responsables de sus notas. Muy bien. Pero no estaría mal que los poderes públicos nos ayudasen un poco dando un mínimo de ejemplo.
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