León Lasa

Copago: depende cómo

la tribuna

09 de abril 2012 - 01:00

CUANDO Emilio Botín se jubile, los medicamentos que necesite no le costarán un céntimo. Claro, podría decir: "He cotizado, tengo derecho a mis medicinas gratis". En cambio, por paradójico que resulte, un trabajador nimileurista, con, digamos dos hijos por criar, ha de pagar el 40% de lo que le cuesten aquellos. Aparquemos la blackberry y dejemos de mirar el ordenador, sólo tres minutos, y pensemos: ¿tiene eso alguna lógica? ¿Es justo? ¿Es equitativo? Estarán conmigo en que al menos la duda prevalece. Por eso, ¿no al copago? ¿A cualquier modalidad? ¿De ninguna manera? ¿Y si en vez de demagogia usamos argumentos?

Particularmente estoy convencido desde hace tiempo de que el copago, algunas formas de copago, llegarán más pronto que tarde, gobierne quien gobierne, por evidentes razones económicas y sociales. Recientemente, el Parlamento catalán ya ha avanzado en ese sentido: los catalanes pagarán un euro por cada receta médica y se aplicará a aquellos fármacos que cuesten más de 1 euro con 67 céntimos. Pero no tendrán que abonar esa cantidad quienes reciban la pensión mínima, quienes no tengan ingresos de ningún tipo o se consideren enfermos crónicos. Y creo, como muchas otras voces más cualificadas, que no se trataría de una medida destinada sobre todo a recaudar más fondos, sino, principalmente, a concienciar a la sociedad de los costes del mantenimiento del magnífico sistema sanitario que tenemos y de lo selectivo que se debe ser con su uso, si queremos que no se colapse.

Los ambulatorios no pueden ser salones de tertulias ni lugares de encuentro. Según algunos, la mejor manera de acabar con ese síndrome de la barra libre, de creer que el gratis total más que un privilegio es un derecho, es implantar un ticket moderador, un pequeño precio que sensibilice sobre el uso racional del sistema público de salud. En este sentido, más que el debate en sí de si es o no es aconsejable implantar el copago -aunque la realidad es que el copago, de alguna manera, ya existe, si no acudan a la farmacia más próxima-, lo realmente esencial es cómo se deba regular el mismo, dentro de qué prestaciones se debe implantar y quiénes deban quedar excusados del mismo bajo una premisa esencial: que paguen más los que más tienen; que queden exentos quienes no tienen.

Esto es, más que una condición subjetiva -ser pensionista o no serlo es lo que marca en la actualidad la raya roja del copago existente- deben prevalecer condiciones objetivas determinadas por la situación económica de cada cual. Y es que, ya lo hemos dicho, el copago ya existe, y funcionando, con seguridad, de una manera susceptible de ser mejorada.

Los economistas nos dicen que la demanda de cualquier bien o servicio que se ofrezca a precio cero suele ser exponencial. Va, probablemente, con la condición humana. Y los estudios más serios realizados sobre la incidencia de cierto copago en la sanidad, por ejemplo el clásico Health Insurance Experiment realizado por la Rand Corporation en los Estados Unidos, concluyen que todos los tipos de servicios (visitas al médico, hospitalizaciones, prescripciones, visitas al dentista, asistencia mental) descienden con el copago sin que este menor uso de las prestaciones haya tendido consecuencias adversas claras en la salud de la persona corriente.

Es obvio que un servicio médico de cobertura universal y gratuito es el modelo ideal, casi platónico, pero ¿es posible? A medio plazo claramente no. Un factor clave para entender el cambio es el progresivo envejecimiento de la población y los costes añadidos que ello acarreará. En la actualidad, la tasa de dependencia (personas menores de 16 años y mayores de 64 años en relación con las personas en edad de trabajar) es en España del 47,8%. Se estima que en el año 2050 esa ratio casi se podría duplicar con un 61% de la población con más de 64 años, con las lógicas consecuencias presupuestarias Y no hay que descartar que, siendo el copago la norma en el resto de Europa, sean nuestros propios socios, y en particular los más poderosos y saneados, los que nos lo exijan.

En Alemania, por ejemplo, el copago existe en la atención primaria (diez euros), en la visita al especialista (diez euros), en la atención hospitalaria (diez euros días más el 10% del coste de las pruebas y tratamientos), en los servicios de urgencias (igual que en la atención hospitalaria) y en los fármacos, con un límite en el copago del 2% de los ingresos brutos anuales. En parecidos términos en Francia. O en Finlandia. O en Austria. Mientras que sólo el Reino Unido o Dinamarca se acercan al modelo de gratis total. ¿Copago? Depende cómo.

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