Monticello
Víctor J. Vázquez
No es 1978, es 2011
la ciudad y los días
EN los años ZP, el PSOE se ha convertido en lo que en los años 60 se llamó camp, en los 70 retro y en las tiendas de discos anglosajonas se cataloga como nostalgia. Ya saben: las giras veraniegas del Dúo Dinámico, la Pequeña Compañía recuperando boleros o El Consorcio cantando Me lo dijo Adela y anuncios radiofónicos.
Lamentablemente, porque eso no es bueno en un país en el que la voluntad de los ciudadanos y el ordenamiento electoral eligen y fomentan tan fuertemente el bipartidismo, el PSOE se ha convertido en los años de Gobierno de Zapatero en un partido provinciano votado sobre todo por personas mayores.
Ninguna gran ciudad española es suya. No gobiernan Madrid y Valencia desde 1991; perdieron en las últimas municipales Barcelona, la única gran capital en la que gobernaban ininterrumpidamente desde 1979, y Sevilla, donde lo hacían desde 1999 y antes lo hicieron entre 1983 y 1991. Y allí donde aún son medianamente fuertes, aunque estén padeciendo una incontenible hemorragia electoral, casos de las provincias de Barcelona y Sevilla, lo deben a los votos de la provincia, no de las capitales: en ambas ganaron el PP y CiU.
Representan hoy lo contrario de lo que representó el PSOE en la era González, entre 1982 y 1996. En los ocho años de Zapatero el partido ha envejecido hasta el punto de tener que recurrir en la campaña a los protagonistas de los históricos triunfos de los 80 -González y Guerra- e inmolar en un fracaso anunciado al sesentón Rubalcaba. Ha perdido 4,2 millones de votos y los que ha logrado retener peinan canas en su mayoría. Ha perdido todas las grandes ciudades y su supremacía andaluza, conservando sólo la provincia de Sevilla. Ha perdido su capacidad para representar la izquierda moderna y la España urbana de las clases medias liberales o progresistas.
Esto es lo que tienen que agradecerle los socialistas a Zapatero. Lo que algunos llevamos años escribiendo se lo dijo ayer, y con mayor dureza, El País, denunciando "la incompetencia y falta de densidad política de Rodríguez Zapatero", reprochándole haber dilapidado el "caudal político" de una izquierda moderna, ironizando cruelmente al recordarle que "su familia y su casa de León le esperan para disfrutar de un descanso bien ganado" y exigiéndole que dimita como secretario general del PSOE.
Decir estas cosas hace un año era ser facha, reaccionario, pepero.
Ahora, por lo visto, ya no lo es. Avejentado, provinciano y con los peores resultados de su historia: así ha dejado Zapatero, no la crisis, al PSOE. ¿Entienden ahora los socialistas que su peor enemigo era su secretario general y no quienes lo criticaban?
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