Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
la tribuna
EN una vespertina reunión familiar en Londres, las tres hijas de Carlos Marx le preguntaron por su lema favorito. "De omnibus dubitandum", respondió. Coherente, al tener noticias de la formación en Francia de un partido marxista, bramó: "Soy yo entonces el que no es marxista".
Un siglo largo después, en 1979, a Felipe González le costó la secretaría general su tesis -"hay que ser socialistas antes que marxistas"- de quitar esa definición ideológica del PSOE. En minoría ante Tierno Galván -"el buen vino se guarda en odres viejos"- dimitió. El debate posterior acompasó el ideario a la socialdemocracia europea; ensanchó la base desde la clase obrera hasta la "mayoría social"; reorientó el partido de oposición a la dictadura a la vocación de gobierno y preparó la alternativa del cambio: "que España funcione". En 1982 fue elegido presidente con el 48% de los votos. Meses antes ya teníamos 66 asientos del primer Parlamento andaluz: los ganamos antes, el 28-F, con el liderazgo social de Escuredo. La lucha por la autonomía y el interés general de Andalucía, más allá de nuestro ámbito ideológico, nos hizo ser el gran partido de los andaluces con el mandato de salir del subdesarrollo.
Con el apoyo del pueblo y el coraje de mantener el rumbo se consolidó la democracia, acabó el aislamiento internacional, se modernizó el país y descentralizó el Estado. Andalucía cambió más en décadas que en siglos. A finales del XX, pues, España era ya una sociedad de clases medias urbanas, altos niveles económicos y de bienestar, democracia parlamentaria e inserta en el mundo, tal y como recogen Juan Pablo Fusi y Jordi Palafox en su obra El desafío de la modernidad.
¿Hizo algo más este socialismo de derechas? Veamos: sanear la banca, abrir la economía, reconvertir la industria. Pordiosear en Europa -Aznar dixit- por ingentes fondos. Cuadruplicar la renta y subir impuestos, de forma que al universalizar el Estado del bienestar se trasvasó el 10% del PIB a los trabajadores, engrosándose las clases medias. La política territorial favoreció al sur: AVE, Expo 92, fondos europeos, etcétera, creciendo nuestra economía más que la media española y europea. Dos datos del INE: el doble de empleo, de 1,5 a 2,9 millones (1985-2011) y de formación, un tercio de los ocupados con FP, bachiller o universidad en 1981 hasta el 84% en 2010. Esta revolución socialdemócrata, descalificada desde el principio por IU como "traición", fue derribada por Aznar-Anguita. Aquí, por el contrario, la pinza fracasó con desigual fortuna para sus protagonistas. Conviene recordarlo ahora…
Y, con Zapatero, nuevos derechos -igualdad, aborto, homosexualidad, muerte digna- y leyes como la de dependencia, entre otros muchos logros. "Las altas matemáticas de la Historia", como decía Ortega, juzgarán… Pero la derecha acaba de ganar en España y Andalucía. ¿La crisis y el paro lo explican todo? Es la hora de la autocrítica y el debate con las direcciones a la cabeza, fraternidad, respeto y sin ajustes de cuentas. ¿Hemos perdido la conexión con la mayoría social justo cuando los cambios en el mundo -tan intensos y veloces que no los vemos- parecen alumbrar una nueva era?
Una economía global con nuevas formas de producción, intercambio, información y trabajo, debe tener respuestas desde la izquierda: más y mejor democracia, economía social de mercado, bienestar con fiscalidad suficiente para mantenerlo, sostenibilidad, cultura como libre individualidad, igualdad de oportunidades, reconocimiento pleno del esfuerzo, mérito y capacidad. Porque del salvaje capitalismo sin reglas o de la fracasada utopía comunista nada podemos esperar.
Necesitamos una nueva propuesta socialdemócrata para la España y la Andalucía del siglo XXI que "se pueda y espere alcanzar", como escribió María Zambrano pues, a mi juicio, utopía es un horizonte factible por el que luchar -aquí y ahora- no el sueño milenarista del paraíso en la tierra. Un nuevo proyecto abierto a los trabajadores manuales e intelectuales, profesionales y emprendedores de todas las clases. Un nuevo proyecto para los ciudadanos más críticos, cosmopolitas, formados e informados de nuestra historia. Hablemos con ellos abiertamente, sin temor, consignas ni argumentarios, de tú a tú, y de igual a igual, de los problemas actuales y cómo superarlos, sin demagogia ni populismo. Con responsabilidad, nueva seña de identidad con nuestras eternas banderas de libertad, igualdad y fraternidad.
Anécdota para concluir. El líder de los comunistas panameños, preguntado por Omar Torrijos sobre la implantación de su partido, respondió, ufano: "Somos pocos… ¡pero bien dogmáticos!".
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