Salir al cine
Manhattan desde el Queensboro
Un sobre de papel manila cerrado y fijado a la pared. Dentro, una fotografía (que no vemos) del panteón de Carlos Marx en Londres y fuera, un ruego al comprador: que sólo abra el sobre el 15 de septiembre, aniversario de la bancarrota de Lehman Brothers. Así es la obra de Alfredo Jaar (galería Oliva Arauna), el chileno que fotografió a los mineros de Sierra Pelada (Brasil) y cuya Marx Lounge, un espacio para la reflexión y la lectura, acaba de inaugurar el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). La obra de Jaar conecta bien con los tiempos que corren, que deberían invitar más a la reflexión que al lamento, y al debate antes que al mero recorte de presupuestos en materia de arte y cultura.
Es cierto que Arco tiene este año un perfil algo diferente. Espacios más amplios (en general), oferta más variada, menos galerías y presencia más discreta de las instituciones. Pero hace falta algo más. A los treinta años de la primera edición, hay cosas que no deberían ignorarse: ciertas ferias, como la de París, se han recuperado, otras (Frieze en Londres) se han fortalecido y Art Basel, con su sucursal en Miami, es ya una verdadera potencia; el panorama no favorece demasiado a Arco. Hay también algo extraño en las galerías concurrentes a esta edición: junto a las 74 españolas y un número parecido de galerías europeas (72, casi la mitad alemanas), sólo diez vienen del otro lado del Atlántico, cinco de Estados Unidos y otras tantas de América Latina. Finalmente, como manifestaron hace unos días diversas asociaciones profesionales, el panorama del arte español no es institucionalmente ni claro ni sólido, y si persiste e incluso se expande, lo hace más por voluntarismo de autores, galeristas, coleccionistas, etc., que por tener estructuras o apoyos firmes. Puede que, como en las dos últimas ediciones, las ventas de Arco 2011 sean satisfactorias, pero eso no debería bastar y quizá sea el momento de abrir otros caminos para que el arte en España tenga, al menos, vida propia y deje de moverse al compás de los ciclos económicos y los caprichos financieros.
La edición 2011, por lo demás, puede que se recuerde por la abundancia de la buena pintura. Entre las galerías Leandro Navarro (Morandi y Kandinsky, pero también Millares y Rivera), Elvira González (Mangold, Richter), Dan (Ligya Clark, Max Bill), Levy (Allen Jones, Peter Blake) y las piezas de Imi Knöbel y Gunther Forg en distintas galerías alemanas, aparece ya una fértil síntesis del siglo XX, y a ello se suman obras recientes de Alex Katz (Javier López), Neo Rauch (Eigen), Sandra Gamarra (Aizpuru), Jean Marc Bustamante (F. Suárez) y de la joven Vicky Uslé (Tránsitos).
Entre los vídeos, destacaré dos: Mabel Palacín (Angels Barcelona) modela con imágenes y palabras un espacio y tiempo de reflexión sobre la vida en el Hinterland, esas zonas aisladas que forman la desmedrada frontera de las ciudades o que, desamparadas, permanecen entre dos planes urbanísticos. Peter Weibel (Bärbel-Grässlin) por su parte construye una sugerente metamorfosis de mitos femeninos, desde la Venus de Botticelli, sonriente tras vencer a Hércules, hasta una espléndida Charlotte Rampling fotografiada por Helmut Newton. Quizá, al hablar de fotografía, haya que empezar citando a Barbara Probst (Kuckey+Kuckey) y su espléndido mural de figuras femeninas, para añadir enseguida las piezas de Santiago Sierra (Helga de Alvear) contra la globalización y la indagación de Paula Rubio Infante (Espacio Cómodo) sobre los desaparecidos en la cárcel de Zamora tras la guerra civil. Dos clásicos sorprenden: Feldman por el rigor conceptual que mantienen sus obras (Mehdi Chonakri) y Allan Sekula (Grimes) por su evolución que parece desconcertante.
No falta la ironía: dura y con buena factura en Efrén Álvarez (Angels Barcelona) y Giuseppe Stampone (ADN), más oportunista en el Nietzsche y Foucault en los infiernos de Enrique Marty Bolonio (Espacio Mínimo). Dora García muestra qué elevado nivel poético puede alcanzar el arte conceptual que también aparece en la galería Mai 36 en una concisa obra de Lawrence Weiner.
Casi los mismos capítulos podrían hacerse en las propuestas de autores y galerías rusas. El humor corre por cuenta de los Blue Noses, con unas fotos donde la reconciliación entre rivales (sean equipos de fútbol o adversarios políticos) no está exenta de erotismo. En la misma galería, M. y J. Guelman, el Lev Tolstoi de Koshlyakov da cuenta de una concepción de pintura diferente de la que presenta Karim Regimov en la galería Marina Gisich, donde pueden verse unas delicadas marionetas infográficas de Marina Alekseeva. Finalmente, Nikita Alekseiev (GMG) combina el dibujo y la escritura para mostrar la sugerente poética de sitios en los que nunca estuvo y otros a los que nunca irá. Las dificultades existen, pero la feria reconforta.
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