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El grave deterioro de la relación entre los jesuitas y Leonardo de Figueroa, maestro mayor de la iglesia de San Luis de los Franceses; la posterior expulsión de España de la orden religiosa en 1767; y el incendio del Archivo de la Diputación a principios del siglo XX llevaron a la pérdida de la documentación más importante sobre el templo, una de las grandes joyas de la arquitectura barroca que conserva Sevilla. Por eso las obras de rehabilitación de la iglesia acaban de ofrecer resultados asombrosos. Dirigido por Fernando Mendoza, que ya estuvo al frente de la aplaudida restauración de la iglesia del Salvador, el equipo del proyecto ha constatado la existencia en todos los puntos del recinto de restos de un antiguo palacio mudéjar.
Según los expertos, la cimentación de este edificio, muy probablemente musulmán y de alrededor del siglo XIV, fue aprovechada más tarde para la construcción -entre 1699 y 1731- de la actual iglesia de San Luis, en la calle del mismo nombre. "Se trata del hallazgo más interesante de toda la obra", aseguró ayer Marco Antonio Gavira, responsable de la investigación arqueológica del proyecto, durante una visita al edificio. "Dicho de otra manera -continuó-: podemos estar dentro de un palacio mudéjar completo, revestido en épocas posteriores". Esto explicaría, según Mendoza, el hecho tan criticado de que no se dejara en su momento espacio suficiente en la calle San Luis para favorecer una contemplación más idónea de la fachada, las torres y la cúpula de la "obra cumbre" de Figueroa, "uno de los arquitectos más geniales de la Europa barroca". "Los cimientos estaban donde estaban, no se podían mover, por lo que condicionaron la construcción del edificio", añadió.
Esos vestigios mudéjares son especialmente visibles en la capilla doméstica del templo, en cuya entrada, tras las obras efectuadas, pueden verse unos arquillos de ventilación característicos de las portadas de este tipo de arquitectura. La presencia justo al lado de este espacio de un jardín y un pozo para riego, y el hallazgo de restos del mismo estilo al otro lado del jardín, sugieren a Mendoza y su equipo una alta probabilidad de que los actuales muros de la iglesia se levantaran sobre un conjunto mudéjar, "muy en la línea del Alcázar o el Palacio de Altamira". "Cuando se descubra, será un hito en Sevilla", aseguró el arquitecto, que hasta el final de las obras -fijado en julio de 2012- espera seguir contando con el respaldo económico de la Diputación (propietaria del edificio) para completar esta investigación.
La institución provincial asume la mitad del presupuesto de esta restauración, que asciende a algo más de 3,1 millones de euros. El Ministerio de Fomento aporta el resto. "Nuestra intención es mejorar la economía del entorno de la iglesia, atraer turismo, porque éste será un punto clave dentro del recorrido por la Sevilla barroca", explicó la diputada provincial de Cultura, Guillermina Navarro, quien adelantó además que pronto se pondrá en funcionamiento una web que recopilará información, imágenes y anécdotas sobre el proceso de rehabilitación.
Las obras han brindado otro aliciente para visitar la iglesia de San Luis, que tras su reapertura al público volverá a ser usado para actividades culturales, desde representaciones teatrales a conciertos de música de cámara pasando por las visitas al espacio en sí, que la Diputación quiere "intensificar". Estos recorridos abiertos a los ciudadanos empezarán de hecho antes de que terminen las obras, pues en el plazo de "un mes o un mes y medio", dijo Navarro, como ya se hizo con gran éxito en El Salvador (allí acudieron unas 70.000 personas), los interesados en comprobar la marcha de la restauración podrán apuntarse a visitas guiadas.
En éstas se incluirá ya la cripta, hasta ahora el espacio menos explorado de la iglesia, fundamentalmente porque antes de las obras -en las que se ha habilitado una entrada con escalera- sólo se podía acceder a ella prácticamente reptando por la tierra. "Es un caso interesantísimo y bastante insólito", dice Mendoza en referencia a este piso subterráneo que se asienta sobre ruinas romanas y que tiene una planta "preciosa, con forma de flor con sus pétalos" y la misma extensión que la iglesia que hay encima. "Al principio no entendíamos cómo pudo construirse esto. No nos lo explicábamos", sigue el arquitecto, fascinado con la "maravilla técnica" de un edificio construido con unos medios que ahora son "de chiste". Mendoza pone un ejemplo: "Encontramos un pavimento del siglo XVIII en el que estaban marcados los ejes de la iglesia; bien, pues desde el centro hasta el eje del cupulino, medido con láser, había un error de menos de un centímetro".
No menos prodigiosa fue la concepción de la cripta, que por las características del terreno se hizo moldeando el terreno desde arriba -desde la rotonda de la iglesia- mediante gruesas capas de cal y excavando después la tierra desde abajo. En este lugar, que se utilizará en el futuro como sala de exposiciones, se encontraron restos de unas 200 personas -que ahora se están estudiando- y una "fantástica" colección de cerámicas.
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