Asaltar los cielos

Un exhaustivo 'pack' de cinco discos con material restaurado pone al alcance de todos el legado del maestro Val del Omar

Alfonso Crespo

14 de noviembre 2010 - 05:00

Val del Omar. Elemental de España. Director José Val del Omar y otros. Cameo.

Regresa Val del Omar, ahora en una edición a la altura de su legado, producida por el sello Cameo y por los archivos personales familiares, los de María José Val del Omar y su esposo Gonzalo Sáenz de Buruaga, amigo íntimo y profundo conocedor de su obra, que dirige el proyecto. Y si es cierto que este inquieto granadino no ha dejado de generar entusiastas adhesiones antes y después de que un accidente de tráfico interrumpiera abruptamente su obra y su vejez allá por 1982 -influyendo en artistas de todo tipo, incitando a la creación audiovisual (como se advierte en el quinto DVD de este pack, en las películas valdelomarianas) y provocando toneladas de literatura secundaria-, es necesario regresar periódicamente a su materia prima, al celuloide encendido y anhelante, a la excitante polifonía de su aventura sonora, para celebrar al artista y al ser humano irrepetible, y así comprender mejor la naturaleza de su soledad acompañada: un viaje a la espalda del cine, a lo que éste pudo haber sido y, en definitiva, fue y es, pero siempre gracias al ímprobo esfuerzo de los ilusionistas ilusionados, habitantes del margen.

En un bello texto, El llanto de las máquinas, que la edición cita en el reverso y que bien podría haber recuperado en su totalidad, Víctor Erice señalaba la difícil posición de extraterritorialidad que asumió el autor del Tríptico Elemental de España al enfrentarse tanto a la transparencia clásica como a la ambigüedad de lo moderno -y, nosotros añadiríamos, también a la habitual frialdad de lo conceptual y estructuralista-, quedando en una tierra de nadie tan inimitable. Antes, Erice, en una reflexión que además emparentaba su cine con el del granadino, había advertido en el entrenamiento fílmico que Val del Omar emprendiera en las Misiones Pedagógicas de la República la experiencia esencial y primigenia que alentaría su práctica de cineasta e inventor: la de ser testigo de la emoción reflejada en el rostro de los niños y adultos, de las "criaturas vírgenes" que casi siempre se sentaban frente a una proyección por primera vez en la vida, ante la luz del cine, "del efecto casi milagroso que el invento de los Lumière produce en el interior de las conciencias". De eso se trató siempre en Val del Omar, de elevar, de ascender, de arribar junto al espectador -partiendo del ruido y singularidad de lo sensible, de su temblor táctil- a lo trascendental. A ese objetivo aspiró el cineasta -o cinemista-, y para llevarlo a cabo investigó, experimentó y creó las máquinas necesarias, ésas que en su cine, en directa conexión con Vertov, se entusiasman, absorbiendo primero el mundo para después reemplazarlo por otro, donde las huellas apuntan a un sentido que excede en mucho a lo semiótico, a lo meramente significativo o comunicativo. Ésas, también, eran las máquinas que lloraban, arrumbadas en ausencia del maestro, a la espera de otro motor humano que las hiciera funcionar.

Como apunta Gonzalo Sáenz de Buruaga, esta edición, que recupera en copias restauradas las películas más famosas -Aguaespejo granadino, Fuego en Castilla y Acariño galaico (De barro)- debe ser, también, la que espante malentendidos y lugares comunes; uno de ellos el que tiene a Val del Omar por un cineasta de obra escueta. Muchos de los más de cuarenta documentales rodados durante la República se han perdido, quizá no para siempre, pero quedan muestras de alto valor poético y etnográfico como los agrupados en Fiestas cristianas/ Fiestas paganas, o Vibración de Granada y Estampas 1932. En el compendio, y a la espera de futuros hallazgos, también se recupera Película familiar, conmovedora y luminosa home movie que el cineasta rodara entre 1935 y 1938.

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