Un vivo diálogo entre la geometría y el cuerpo

Rosalía Gómez

13 de noviembre 2010 - 05:00

Mes de Danza. Cía. Erre que erre (Barcelona). Concepto e interpretación: Mariángeles G. Angulo y Román Torre. Coreografía: Mariángeles G. Angulo. Visuales y montaje: Román Torre. Música: David Crespo. Iluminación: Carles Rigual. Lugar: Teatro de la Maestranza. Sala Manuel García. Fecha: Viernes, 12 de noviembre. Aforo: Lleno.

No es la primera vez que la compañía catalana Erre que Erre acude al sevillano Mes de Danza, y tampoco es ninguna novedad el interés que demuestra por la utilización de imágenes en sus trabajos. Ahora, sin embargo, en este Avatar que presentó anoche en el Teatro de la Maestranza, no sólo las utiliza sino que las convierte, a ellas y al espacio que construyen, en el claro interlocutor del cuerpo humano: el de la única bailarina que las habita.

Mariángeles G. Angulo, una de las fundadoras de Erre que erre en 1996 y con méritos suficientes para conquistar al público por sí misma, con su danza, se une aquí al trabajo de Román Torre -experto en instalaciones interactivas y en la construcción de interiores- entregándose a sus geometrías, absolutamente lineales durante gran parte del espectáculo. Rodeada de líneas, de cuadrados en ocasiones, la intérprete impone sus curvas, sus numerosos giros y sus movimientos gustosos, voluptuosos incluso.

En los dos rectángulos que la contienen, uno en el suelo y otro como pantalla de fondo, la mujer, vestida de negro, acusa la luz, juega a veces con su propia sombra -el más antiguo y hermoso de los recursos teatrales- y explora el suelo que pisa, las formas que la aprisionan, para regalarnos al momento siguiente, cuando la estupenda música que la acompaña se vuelve rítmica, una danza más lúdica y expresiva. Más tarde, también el círculo se proyecta dentro del rectángulo y ella tiene que buscar otras salidas. Se cambia de ropa y al final, cuando la luz se vuelve intermitente y cegadora y las líneas se multiplican en haces y haces... los zapatos de tacón afirman sus pies en el suelo mientras sus movimientos se vuelven más agresivos, como el medio que la rodea y nos hiere los ojos.

Un bonito y cuidadísimo trabajo que recibió un gran aplauso del público que llenaba la sala Manuel García.

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