Aún siguen naciendo Violettas
Melodrama en tres actos de Giuseppe Verdi. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Producción: Fundación Teatro de la Ópera de Roma. Escenografía y dirección escénica: Franco Zeffirelli. Dirección musical: Andrea Licata. Intérpretes: Mariola Cantarero (Violetta, soprano), Ismael Jordi (Alfredo, tenor), George Petean (Giorgio Germont, barítono), Itxaro Mentxaka (Flora Bervoix, mezzosoprano), Aurora Amores (Annina, soprano), Alejandro Guerrero (Gastone, tenor), Luciano Miotto (Barón Douphol, barítono), Javier Galán (Marqués D'Obigny, barítono), Elia Todisco (doctor Grenvil, bajo), Francisco Morales (Giuseppe, tenor), Jorge de la Rosa (mensajero y criado de Flora, barítono). Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado 12 de junio. Aforo: Lleno.
Estoy convencido de que dentro de unos años recordaremos con orgullo y emoción el haber asistido a la primera Traviata de Mariola Cantarero y de que aún nos conmoveremos al traer a la memoria aquellos irrepetibles momentos. Son noches como ésta, la de anoche y la de las dos funciones que aún quedan, las que te hacen amar la ópera, cuando todo se conjuga para dar paso a una de las más refinadas y bellas creaciones del espíritu humano.
Dudo de que en la actualidad haya Violettas como la de Mariola Cantarero, y eso que era su debut en el personaje. A diferencia de otras sopranos, que emocionan desde el segundo acto, la granadina te conmueve desde los primeros momentos, desde el dúo con Alfredo. En ese momento deslumbró con su dominio de las agilidades y del registro agudo, incluido un sonoro Mi bemol final. Además de ello, y sin abandonar las cuestiones técnicas, su voz corre con una facilidad asombrosa; el sonido está siempre fuera, es audible incluso en los pianísimos y siempre con la misma belleza tímbrica y la misma firmeza, incluso en una zona grave muy bien sostenida.
Pero lo que de verdad hace de su Violetta un recreación maravillosa es la emotividad de su canto. Con una lágrima en la garganta pero con la cabeza fría, toda la escena con Germont fue un crescendo de emotividad, culminando en un acongojante Conosca il sacrifizio cantado a flor de labios y con el corazón en la boca, para desbordarse en un Amami, Alfredo todo desesperación.
No pudo tener mejor compañero de reparto, porque es la vez que mejor hemos escuchado a Ismael Jordi en este título. Tiene el personaje muy bien asimilado e interiorizado en lo psicológico y lo dramático y aún más perfilado en lo musical. Con voz firme, totalmente homogénea y con una inmejorable línea de canto que le hace subir y crecer la voz sin empujar, cinceló hasta el mínimo detalle las frases, acentuando con gusto, regulando de forma magistral y haciendo uso (¡ese arranque de Parigi, o cara!)de la media voz y de la voz mixta. A diferencia de la noche anterior, su aria del segundo acto arrancó una unánime ovación.
Estuvo aún mejor que el viernes George Petean. Creo que hay que achacar su inmovilidad a la dirección escénica que hace de su personaje una encarnación del Destino, un poco como el Comendador de Don Giovanni. La voz es imponente, bien redondeada, sin saltos de color. Con un magnífico sentido del legato, muy verdiano, cantó con riqueza de detalles y con gran cuidado en los acentos sus momentos estelares, especialmente un Di Provenza muy conmovedor.
Licata pudo con estas voces soltarle el freno de mano a la orquesta y hacer que asumiese mayor relieve que en la primera noche. Matizó muy bien los momentos más poéticos y remachó con eficacia y sentido dramático los acordes de la escena final, de la misma manera que supo redondear la explosión de sonido que subraya el Amami, Alfredo.
También mejoró el coro, mucho más equilibrado en dinámicas en el primer acto y muy empastado. Estupendo grupo de secundarios, entre los que cabría destacar a Susana Amores, Javier Galán y a Itxaro Mentxaka. Éste es el nivel al que nunca se debería renunciar a pesar de la crisis.
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