Amor y pedagogía: un melodrama educativo

Crítica cine

Carey Mulligan, una revelación que ofrece, pese a su juventud, una sorprendente madurez interpretativa.
Carey Mulligan, una revelación que ofrece, pese a su juventud, una sorprendente madurez interpretativa.
Carlos Colón

28 de febrero 2010 - 05:00

An education. Drama, Reino Unido, 2009, 95 min. Dirección: Lone Scherfig. Guión: Nick Hornby. Intérpretes: Carey Mulligan, Peter Sarsgaard, Alfred Molina, Rosamund Pike, Dominic Cooper, Olivia Williams, Emma Thompson. Música: Paul Englishby. Fotografía: John de Borman. Montaje: Barney Pilling. Cines: Alameda.

Uno de los peores errores cometidos en Europa desde los años 60 es la devaluación de la educación. Los revolucionarios de salón, pedagogos progres y funcionarios con carné que la fueron llevando a cabo hasta alcanzar la situación actual eran, sin saberlo, agentes, no de la libertad del conocimiento, sino de la esclavitud del consumo al que le interesa deseducar hasta desarmar la racionalidad crítica, desnudar de memoria, exiliar de dos mil años de cultura, romper con la tradición iniciada por la paideia de los griegos (la educación integral del joven) y culminada por los movimientos de democratización de la educación exigente de las corrientes progresistas -socialistas o liberales- del siglo XIX y la primera mitad del XX. El resultado es lo que algunos ensayistas han llamado Homo Videns u Homo Consumericus: el hombre reducido a telespectador o videojugador y consumidor unidimensional.

Tal vez el trauma originado por la impotencia de la cultura frente a la barbarie -Auschwitz-, las consecuencias apocalípticas de la ciencia -Hiroshima- o la devastación del planeta a causa del desarrollo industrial estén en el origen de este mal; y tal vez se uniera a ello la caída de las utopías entre 1968 (mayo francés) y 1989 (caída del muro de Berlín). El caso es que hoy vivimos en la situación denunciada por George Steiner: "Si los jóvenes ingleses deciden poner a David Beckham por encima de Shakespeare o Darwin en su lista de tesoros nacionales; si las instituciones del saber, las librerías, las salas de concierto y los teatros están luchando por sobrevivir en una Europa que es fundamentalmente próspera y cuya riqueza nunca ha hablado con voz más alta, el fallo, sencillamente, es nuestro".

Precisamente en la Inglaterra de principios de los 60 se ubica esta película que trata estas cuestiones a través de la parábola eficazmente simple propuesta por el buen guión de Nick Hornby (Alta Fidelidad) basado en artículos autobiográficos de la periodista Lynn Barber. Una parábola que juega con contraposiciones aparentemente simplistas que en realidad no lo son tanto. A un lado unos padres que pueden parecer temerosos (frente a los peligros de la vida), conservadores (frente a los cambios sociales) y arribistas (frente a la posibilidad de que su hija estudie en Oxford o haga una buena boda); y al otro lado el riesgo, el cambio y lo nuevo que en la Inglaterra de 1961 se presentaban tan atractivos frente a un mundo que, olvidados los sacrificios de la guerra y la penuria de la posguerra pero también el heroísmo de lo primero y la austera solidaridad de lo segundo, parecía caduco si no muerto. Es la contraposición entre temerosos viejos gruñones y jóvenes llenos de vitalidad que Richard Lester representó con humor en The Knack.

En lo que a la joven protagonista se refiere el juego de contraposiciones se da entre lo sin vida (los estudios que la preparan para ingresar en Oxford) y lo vivo (Juliette Greco, Camus y el descubrimiento de la vida a través de la experiencia del sexo, el lujo, el arte y la aventura que le ofrece un hombre que le dobla la edad). Al final resultará que los padres estaban equivocados, pero no tanto; que el amante era deslumbrante, pero no tanto; y que no carecía de encanto el horizonte de Oxford frente a la vida alegre y la educación de la calle.

Lone Scherfig, prófuga de la astuta engañifa del movimiento Dogma refugiada en el cine comercial inteligente, autora de Italiano para principiantes o Wilbur se quiere suicidar, dirige con sabiduría convencional este buen melodrama adolescente enriquecido por una espléndida dirección artística que recrea con glamour el atractivo Londres de los 60; y sobre todo por las soberbias interpretaciones del trío protagonista: la sorprendentemente madura y maestra en matices Carey Mulligan (la chica), el seductor Peter Sarsgaard (el amante) y el torpemente conmovedor Alfred Molina (el padre). A los que suma una breve pero maravillosa (y terrible) Emma Thompson y una luminosa Olivia Williams.

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