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La cultura silenciada
Gervasio Sánchez. Premio Nacional de Fotografía 2009
Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) lleva un cuarto de siglo registrando los conflictos internacionales más lacerantes. Con su cámara ha llamado la atención sobre esas guadañas siempre al acecho que son las minas terrestres antipersonas y su compromiso por azuzar las memorias le ha llevado a lugares tan distantes como Sarajevo, Bagdad o Sierra Leona. Las víctimas de la guerra son los grandes protagonistas de su obra, reconocida con el Premio Nacional de Fotografía del Ministerio de Cultura.
-Es el primer reportero que recibe este galardón, dotado con 30.000 euros. ¿Lo considera también un reconocimiento al oficio del fotoperiodista en tiempos de crisis?
-La grave recesión económica que padecemos afecta sobre todo a los medios de comunicación. Hay miles de periodistas en el paro y ese daño es más grave en el caso del fotoperiodismo, el pariente pobre de la fotografía y del periodismo. Pero las crisis son cíclicas y en unos pocos meses o años el gremio volverá a tener la posibilidad de trabajar. Muchas empresas han aprovechado la crisis para limar sus presupuestos y sus plantillas. Conviene recordarlo. Para mí, la gran crisis es de identidad del periodismo y ésta empezó justamente cuando los medios ganaban más dinero con la publicidad porque quisieron ganar dinero a costa del periodismo y no invirtieron en generar más información de calidad. Los periodistas han perdido así su valor social y funcional: se cuentan entre los profesionales peor vistos. Antes los medios sacaban a la luz la corrupción, ahora son los juzgados. Hay vinculaciones cada vez más oscuras entre los poderes económico, mediático y político.
-Ha publicado libros con sus series más reconocidas, como Vidas minadas y El cerco de Sarajevo. ¿Cómo prepara esos grandes reportajes sin dejar de ser un periodista freelance que colabora desde 1984 con Heraldo de Aragón?
-Yo intento hacer bien mi trabajo con medios pequeños. Y no tengo prisa por llegar a mi objetivo. Para el volumen sobre Sarajevo no me conformé con todas las fotos que había tomado y volví sobre el terreno hasta tener la sensación de que lo había completado. El trabajo bien hecho y reflexionado acaba siendo premiado. Mi modelo de trabajo es distinto al que se da en España porque yo no sólo tomo imágenes, sino que escribo y hago radio para seguir trabajando sobre el terreno. En los últimos años soy capaz de conseguir financiación pero durante décadas no fue así y trabajé 17 veranos como camarero en Tarragona para pagar mis viajes por Nicaragua, Chile, Perú o El Salvador. ¡Cuántas paellas serví en esos veranos! No fue un camino de rosas pero esa forma de aprender me ha permitido ser lo que todas las empresas periodísticas ansían ahora: cámara, redactor, editor. Eso sí, cobro por cada concepto y así será mientras ejerza este oficio.
-¿Cómo valora el periodismo en zona de conflicto?
-Para mí es el más fácil de hacer porque da prestigio a los medios que tienen corresponsales. El realmente difícil es el local porque es donde se juegan los principios básicos del periodismo: la presión que soportan los medios locales es enorme. Es un panorama en el que la autocensura se impone.
-En sus primeras declaraciones de agradecimiento por este Premio Nacional recordó a sus compañeros fallecidos en las guerras pero también a Koldo Chamorro, Terré, Humberto Rivas y el jerezano Chema Alvargonzález.
-Han sido un par de meses muy dolorosos. Yo dirijo desde hace nueve años en Albarracín un seminario de fotografía y periodismo que debía inaugurar Koldo Chamorro. El maestro falleció poco antes y tuvimos que arrancar esta edición dedicándole a él, pero también a Alvargonzález y al barcelonés Ricard Terré un minuto de silencio. Por si fuera poco, el mismo día en el que me comunicaron el Nacional de Fotografía se murió Humberto Rivas, a quien tanto admiraba. Rivas sí había obtenido este Premio Nacional pero no así Koldo ni Terré ni Chema. Todos ellos se merecían el máximo reconocimiento.
-¿Se siente cómodo con la etiqueta de fotógrafo documental?
-No me gusta distinguir entre fotoperiodismo, fotografía conceptual, documental o fotografía artística. Creo que en España se da un caso muy singular porque los grandes maestros de la fotografía no se formaron como tales en las aulas ni en las Universidades. Aquí, por la propia dinámica del país en los últimos 40 años, todo el mundo ha ido por libre. Yo jamás aprendí fotografía en la Autónoma de Barcelona, donde me licencié en Periodismo. Tampoco sé revelar aunque he tenido la suerte de que los más grandes fotógrafos lo hayan hecho para mí. Este camino solitario lo comparto con muchos otros compañeros como Cristina García-Rodero, que ha trabajado toda su vida como profesora de Historia del Arte y dedicaba los fines de semana a sus series fotográficas. Lo mismo vale para Isabel Muñoz, Alberto García Alix o Chema Madoz porque los que nacimos en los años 50 ó 60 no hemos estudiado fotografía. La generación anterior, los Pérez Siquier y Oriol Maspons, tuvieron asimismo que aprender de forma marginal su trabajo porque no había escuelas de fotografía. Curiosamente, esa singularidad de nuestros fotógrafos, ajena a los modelos francés y americano, es muy apreciada por la crítica internacional.
-¿Está adaptando fácilmente su trabajo al formato digital?
-Mis proyectos serios, de referencia, los sigo haciendo con película. En 2011 inauguraré en el Musac leonés una serie sobre desaparecidos en la que estoy trabajando ahora por todo el mundo: será en analógico y en blanco y negro. Sin embargo, acabo de terminar una muestra que me ha encargado el Caixaforum de Barcelona en digital y me ha gustado mucho hacerla. Se puede decir que no he hecho aún la transición y estoy en ascuas.
-¿Qué aspectos quiere poner de relieve con este nuevo trabajo?
-Trata de la desaparición por motivos políticos y me ha llevado ya a Chile, Argentina, Guatemala, Perú, El Salvador, Bosnia, Iraq, Camboya y Afganistán. Es una serie muy rotunda. Cuando acabe con ella me centraré durante 5 ó 6 años en los desaparecidos en España. Uno de los momentos más estremecedores relacionados con este tema lo he vivido en La Puebla de Cazalla, en Sevilla. 70 años después de aquellos hechos sigue habiendo muertos sin identificar en las fosas y en las cunetas. Como hemos visto en el caso Lorca, están los muertos mediáticos y los que no lo son. Los dos partidos mayoritarios han sido cobardes y se ha perdido un tiempo esencial porque ahora no hay fondos y los laboratorios están llenos de cadáveres sin identificar. Hay que actuar con contundencia y no usar la memoria como un arma arrojadiza. En Chile me han preguntado muchas veces por qué no me dedico a documentar lo que ha pasado en mi país en vez de rebuscar en el suyo. Y ha llegado la hora de hacerlo.
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