First Fake | Crítica de teatro
Quiéreme pero quiéreme bien
Ciclo de recitales líricos del Teatro de la Maestranza. Programa: Arias y canciones de W. A. Mozart, R. Schumann, M. de Falla, C. Saint-Saëns, G. Bizet y R. Chapí. Pianista: Charles Spencer. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado 31 de octubre. Aforo: Tres cuartos de entrada.
Desde que se anunció la sustitución de Edita Gruberova por Elina Garanca para el recital de ayer noche, se suscitó en algún que otro foro operístico de Internet un animado debate sobre si el público sevillano saldría ganando o perdiendo con el cambio. Nunca lo sabremos, pero creo que difícilmente hubiese superado la eslovaca (al fin y al cabo una gran estrella en línea declinante) a la rutilante cantante letona, una artista en fulgurante línea ascendente que ya, con tan sólo diez años de carrera, se ha situado en el Olimpo de las cantantes más veneradas y admiradas.
Lo que está fuera de dudas es lo acertado de la decisión del Maestranza, pues desde el recital de Juan Diego Flórez no recuerdo una respuesta tan entusiasta por parte del público, totalmente entregado a la ceremonia de seducción vocal que Garanca ofició durante toda la velada. Escucharla en persona en Sevilla tiene, además, el aliciente de tener ante nosotros a la mejor Carmen de la actualidad. Si tienen interés por comprobarlo, les recomiendo que visiten la página wb de la BBC-3 y que escuchen ahí la interpretación de la ópera de Bizet la semana pasada en el Covent Garden con una Garanca realmente arrebatadora y un Roberto Alagna (que también estaba entre el público del Maestranza) como en sus mejores momentos. ¿Será mucho soñar el esperar que la Carmen que prepara el Maestranza para el año que viene tuviese la voz y el rostro de Elina Garanca?
¿Cuáles son las armas con la que esta cantante ha conquistado en tan poco tiempo los más exigentes teatros y públicos? Para empezar, una voz de un timbre de belleza poco común, denso pero cálido y claro. La voz corre con fluidez, con perfecto apoyo y perfectamente colocada de manera que suene fuera, que pase sin problemas al público incluso en los más sutiles pianissimi. No ha cambios de color en el paso desde unos graves de impacto (como se oyeron en el aria de Dalila) a unos agudos brillantes, pasando por un centro que te desarma por la delicadeza del fraseo y por la sutilidad de la línea de canto. Desde la mesura expresiva, sin fáciles alardes de sentimentalidad vocal, supo hacer que nos sumergiésemos en el océano anímico de Cherubino, de Schumann, de Falla o de una Carmen inisinuante y dominadora con la voz desnuda.
Correcto y sin alardes Spencer, salvo en una plana Jota de Falla.
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