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Las condiciones de trabajo en las que se inserta la producción de la arquitectura es una de las claves a tener muy en cuenta si queremos alcanzar los mejores resultados para la ciudad y sus habitantes. Esta afirmación, que suena a obviedad en el interior de la arquitectura, no es a menudo entendida como algo necesario por el conjunto de la sociedad actual, ni tampoco por sus dirigentes e instituciones. Una gran parte de la responsabilidad de este hecho recae sobre los propios arquitectos y sus instituciones representativas, que normalmente se alinean con un estado de cosas en la que el usuario de la arquitectura -el habitante de la misma- se encuentra siempre al final, como mero receptor pasivo de sus productos.
Sin embargo, existen en nuestro entorno cultural iniciativas preocupadas en sus propuestas por resolver esta situación: arquitectos pocos conocidos pero con una labor excelente tanto en los resultados de sus propuestas como en la adaptación de la misma a las necesidades de sus habitantes. Actúan a menudo cubriendo campos como el de la gestión, la proyectación, la producción o la acción social y en este entramado de responsabilidades -muchas veces mal entendido por los promotores de esa arquitectura- son capaces de encajar sus proyectos hasta llevarlos a soluciones sorprendentes.
Es el caso de la iniciativa social puesta en marcha en la vecina localidad de San José de la Rinconada por Rinconada SXXI, EMV y los arquitectos que en ella desarrollan su labor profesional: la residencia conjunta para jóvenes y mayores en régimen de alquiler subvencionado, de reciente construcción, donde podemos comprobar de manera fehaciente el alcance de un ensayo -no siempre fácil de gestionar- que quiere reunir en un mismo espacio habitacional a generaciones con necesidades y expectativas distintas, allí donde compartir modos de vida y esfuerzos cotidianos en una convivencia vecinal no del todo ajena a nuestra cultura urbana.
¿Y qué arquitectura proponen para ello sus autores, Lourdes Bueno y Luis Valero?
En una primera decisión, que atendería a su presencia en la ciudad, los 51 apartamentos-estudios se llevan en dos plantas (la baja para los mayores y la superior para los jóvenes) al perímetro de una alargada parcela rectangular que ofrece su lado mayor a la calle principal, para construir una imagen compacta y representativa al tiempo que proponer, en el vacío interior resultante de esta operación, la deseada cualificación de un espacio de sociabilidad e intercambio para nuestros días y latitudes.
Así, evitando volcar todas las viviendas sobre un mismo espacio central que se recorra perimetralmente, se plantea un juego de idas y venidas con las galerías de acceso de primera planta desde el que significar la entrada a cada una de las casas y fragmentar el patio en diversos ámbitos de encuentro y relación que actúen como antesalas de la habitación. Ello, a través de miradas cruzadas, de luces y sombras bajo la cubierta semitransparente, de requiebros, puentes y dilataciones de los pasos, de texturas de suelos, vegetación o colores de puertas que identifican de manera clara, para cada vecino, la extensión de su vivienda.
Con este soporte, cada casa -de unos 30 metros cuadrados- aprovecha lo mejor del diseño funcional y de los nuevos materiales para hacer extraordinariamente útil y versátil un espacio donde dar cobijo a modos de vida tan diversos: fijados los núcleos de agua del baño y la cocina en su frente al patio, la entrada se equipa con paredes armarios y la sala se compartimenta con tabiques móviles de policarbonato que dilatan o clausuran los espacios según el uso de cada momento, dejando en manos del usuario la forma última de su casa.
Todo, con un coste económico muy ajustado que les lleva a confiar en una arquitectura tan desnuda como atmosférica, despojada de sofisticados diseños, para caracterizar los lugares intermedios entre la ciudad y la habitación. Un espacio de nueva sociabilidad donde convocar a la comunidad y una experiencia arquitectónica que, sin ocultar sus referencias al maestro holandés Aldo van Eyck, apuesta por posibilitar una vida cómoda y amable que compartir con casi cien personas.
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