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El pasado jueves se cumplía una década de la muerte de Alfredo Kraus (Las Palmas, 1927-Madrid, 1999), figura indiscutible de la lírica y una de las voces más admiradas de todos los tiempos por su depurada técnica de canto, lo que le permitió realizar una larguísima carrera plagada de éxitos internacionales. En estos días se recuerda al gran tenor canario con recitales y conferencias que están teniendo lugar en los principales centros líricos españoles. En Andalucía, el recuerdo sonoro del maestro va a estar oficiado por el tenor Ismael Jordi (Jerez, 1973), que ofrecerá sendos recitales en Jerez y Málaga con el título In memoriam, Alfredo Kraus.
Este encuentro entre Kraus y el tenor jerezano no es circunstancial. Ismael Jordi estuvo vinculado a Kraus como alumno de su Cátedra de Canto en la Escuela Reina Sofía de Madrid, donde el tenor canario le transmitió al joven tenor jerezano no sólo conocimientos técnicos sino, sobre todo, los secretos de un arte que es, a la vez, una profesión y una ética. Efectivamente, la huella de Kraus no se aprecia tanto a nivel de técnica vocal como en el planteamiento de una carrera y de una manera de abordar el repertorio.
Hay quienes han querido ver en Jordi al sucesor de Kraus. Más allá de estas adscripciones en las que, como es natural, podemos encontrar analogías y diferencias, el estilo de Ismael Jordi presenta sus propias señas de identidad en la hermosura de su voz, la equilibrada y homogénea línea de canto (cuyo registro central es de una luminosa elasticidad) y sus asombrosos filados (adelgazamientos de la emisión vocal, que sigue perfectamente afinada), con gran poder para emocionar al auditorio.
En cualquier caso, sus logros se pueden explicar a través de las palabras de su mentor, Alfredo Kraus, que él siempre tiene presentes: "Para ser cantante, hay que tener cabeza; si además se tiene voz, mejor". Esta cita no es gratuita, pues son la constancia y el tesón en el trabajo, y su ánimo de perfección constante (estudia en Verona entre contrato y contrato), a base de sacrificio personal y familiar, lo que le está llevando a convertirse, con humildad, en uno de los grandes tenores del siglo XXI.
Por eso no es de extrañar que, para dar comienzo a este curso, que concluirá en junio en el Teatro de la Maestranza cantando La Traviata, Ismael Jordi haya preparado especial y cuidadosamente un recital con un programa compuesto por obras de Rossini, Turina, Ginastera, Von Flotow, Donizetti, Cilea, Francis López, J. Guerrero, Soutullo y Vert y Vives, repertorio muy identificado con el estilo de Kraus. El recital (en el que estará acompañado al piano por Rubén Fernández Aguirre) se ofrecerá este viernes 18 en el Teatro Villamarta de Jerez y el domingo 20 en la Sala María Cristina de Málaga.
Posteriormente, en octubre, el tenor jerezano viajará a Hamburgo para interpretar el Alfredo de La Traviata y, posteriormente, a la Ópera de Frankfurt, donde debutará en Anna Bolena de Donizetti. En noviembre, se le podrá escuchar en Avignon en I Capuletti e i Montecchi de Bellini y, en diciembre, en Bucarest, en Lucia de Lammermoor. Ya en enero, visitará de nuevo el Teatro Villamarta para debutar el papel de Don Ottavio, del Don Giovanni mozartiano. En febrero, regresará al Teatro de la Zarzuela de Madrid, donde ya causó sensación el pasado año con su Príncipe Pío de La Generala, para cantar el Fernando de Doña Francisquita, uno de los roles de este género con el que más y mejor se identifica. En marzo, comenzará sus ensayos en la Opéra Comique de París para estrenar, en abril, la ópera Mignon. Y, como decíamos, en junio regresará en Sevilla para interpretar uno de sus roles más significativos, el de Alfredo, teniendo como protagonista femenina a la granadina Mariola Cantarero, que pondrá voz a la sufriente Violeta Valery de la ópera de Verdi.
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