Alhambra Monkey Week
Más allá del tópico de cansados pero satisfechos
En estos tiempos en los que ni reuniendo a tres máximas figuras se consigue un lleno -todavía más complicado si es fuera de una feria y en el mes de julio-, José Tomás ha logrado el cartel de No hay billetes en la Monumental de Barcelona (19.582 localidades) en menos de una hora para su primera corrida en solitario como matador de toros. El diestro de Galapagar no sólo es un icono para muchos aficionados, sino también para la reventa, que lo adora como a nadie. Un texano ha llegado a pagar 10.053 euros por tres localidades para disfrutar de su arte esta tarde. Eso nos hace rememorar aquellos tiempos en los que decían que había personas que empeñaban su colchón por una entrada de toros, tiempos en los que -como descubrimos en la hemeroteca- un carnicero colocaba un letrero en su local barcelonés "Carne del toro que ha lidiado Manolete" para en pocos minutos asegurarse la venta del producto.
José Tomás les ha dado en las mismísimas narices a los detractores de la Fiesta en una tierra en la que, organizados, recogen firmas para abolirla. Una tierra en la que apenas se le da cobertura por parte de los medios de comunicación locales a un evento, un acontecimiento como el de hoy, para el que, sin embargo, se han acreditado más de 200 periodistas de algunos medios tan prestigiosos, dispares y ajenos a nuestra cultura como los diarios The New York Times y Frankfurter Allgemeigne Zeitung o las cadenas de televisión BBC o NBC.
El evento ha superado incluso la expectación que levantó su reaparición en la plaza de la capital catalana el 17 de junio de 2007 y tiene otra lectura más. Tomás, que se ha quedado fuera de algunas de las ferias más importantes de la temporada española, como San Isidro y Abril -en gran medida por enormes exigencias económicas-, y ha sido acusado de pesetero, torea de manera altrauista en esta ocasión y sus beneficios irán destinados a una fundación benéfica que ha creado con su nombre.
José Tomás, que no es un torero largo, de amplio repertorio, desapareció el pasado 24 de junio, tras su actuación en León. A partir de ese momento únicamente le han visto ganaderos y sus hombres de confianza porque no ha parado durante estos días de prepararse a fondo en el campo, de torear multitud de vacas y becerras en tentaderos y de matar en distintas fincas cerca de una veintena de toros. De hecho, su entorno señala que está mucho más delgado y pesa poco más de 60 kilos. El torero lidiará un encierro con reses de Núñez del Cuvillo, Victoriano del Río y El Pilar. El torero madrileño, con seis toros de estas tres divisas, no solamente pasará miedo y hará pasar miedo al público, sino también a David Saleri y Miguel Ángel Sánchez, los dos sobresalientes que le acompañarán, a partir de las seis y media de la tarde, en la Monumental barcelonesa.
Si para el festejo de hoy se ha roto la barrera de la expectación es porque el propio José Tomás ha hecho pedazos muchos esquemas. Desde que reapareció el 17 de junio de 2007 en Barcelona sus actuaciones han sido acogidas como auténticos acontecimientos en los que la reventa hace su agosto. Ha plantado cara al sistema y a las grandes empresas. Impresiona a sus compañeros. Y enardece al público, en sus dos versiones: toreo caro y épico. Sus dos apellidos son nombres propios. José Tomás Román (Galapagar, Madrid, 1975), tímido, cuyo semblante rememora vagamente al de Lorca, a quien lee este torero que disfruta con la poesía, con el fútbol -a punto estuvo de fichar por el Atlético de Madrid, su equipo- y la pesca.
Sobrino del ganadero Victorino Martín, nos confesó en su día cómo prendió en él la chispa de su afición. Lo llevaba su abuelo, Celestino, recientemente fallecido y en su tiempo chófer de toreros, a Las Ventas. José Tomás vivió un triunfo memorable de su ídolo, Joselito, y se escapó de la mano de su abuelo. Se subió a la gigantesca verja de la plaza madrileña para verlo salir a hombros. Al hoy mítico torero se le quedó grabada la imagen de Joselito, a hombros de los capitalistas, como si fuera un paso religioso. "Lo miré -me contaba-. Toqué con los dedos su traje de torear. Parecía un dios. Ese día comprendí que yo sería torero". Emigró a México, donde sufrió la cornada más grave de su vida: rotura de la femoral. Luego, una veintena de cornadas y éxitos por doquier a quienes algunos le llaman el mesías -como salvador de la pureza del toreo- y otros el extraterrestre -como torero de otra galaxia por su estoicismo-.
Antonio Ordóñez dijo que en la temporada un torero debe salir a morir cinco o seis veces. José Tomás cruza la línea de fuego todas las tardes. Esa exigencia máxima que se ha impuesto hace que le valgan más toros que a los demás, como en su día le sucedió a su ídolatrado Manolete. Tomás saca partido al 90% de las reses. Por eso, en un mundo cada día más virtual y en una sociedad cada vez más acomodada, no es extraño que sus partidarios, los tomasistas, le hayan convertido en el mesías del toreo. Otros, equivocadamente, dicen que es un suicida.
Lo cierto, lo verdadero, es que José Tomás es un torero que se exige a sí mismo lo máximo. Cuando en la tauromaquia ha saltado un genio y conmocionado sus cimientos todo el mundo, incluso los detractores, quieren verlo. Ya lo dijo Guerrita a comienzos del siglo XX cuando llegó el revolucionario Belmonte acortando los terrenos: "Hay que darse prisa en verlo, antes de que lo mate un toro". Y en eso están muchos de los que hoy todavía buscan una entrada a precio de oro para la primera corrida como único espada de José Tomás, en Barcelona.
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