Salir al cine
Manhattan desde el Queensboro
Eloy Granero, presidente de unos grandes almacenes, portada ocasional de alguna revista, suele "hacer y decir lo que la gente espera que haga y diga". Pero, bajo su aspecto "comedido y templado", el propietario de este emporio esconde turbias aficiones: la más inocente de ellas, posiblemente, consiste en telefonear a una agencia de contactos y demandar la compañía de la chica "número treinta y seis". A través del inventario de perversiones de este triunfador, el cordobés afincado en Sevilla Salvador Gutiérrez Solís desmonta en su novela El orden de la memoria (Destino) la idea de que quien encarna "la maldad, la violencia y lo negativo" lo hace por sufrir unas desafortunadas circunstancias sociales, personales o económicas.
El creador de la serie del novelista malaleche retrata en su nueva obra esta trastienda del éxito con un estilo sobrio, "un ejercicio de economía para que la narración fuese simple, ligera, visual, que no hubiera espacio para el adorno o la reflexión", una estructura de puzzle donde van encajando las piezas y una mezcla de géneros. "Es complejo encasillar el libro", valora el narrador, para quien El orden de la memoria posee "elementos de novela negra, de novela psicológica, de novela urbana...". El conjunto, en todo caso, asombra por las múltiples conexiones que mantiene con la actualidad: en el relato se habla de "la economía, de desaparición de chicas y de cerdos", entre otros asuntos. "Sólo me ha faltado poner a Obama y Carla Bruni para que se crea que soy un aprovechado que escribí el libro en dos días, algo que no ha ocurrido", bromea Gutiérrez Solís.
Con El orden de la memoria, el escritor ha dado en la diana: ya no hay rastro, asegura, de esa insatisfacción que asomaba antes al poner fin a los proyectos, cuando encontraba desajustes entre la idea inicial y la narración terminada. El autor advierte que sus pasos por la senda de la narrativa son ahora "más largos", un avance al que han ayudado las creaciones precedentes. "Todas las novelas anteriores han sido como mi época en el gimnasio, mi entrenamiento", porque, sostiene, "el gran placer de la literatura es el aprendizaje".
También te puede interesar
Lo último