Un caudal generoso
Pere Gimferrer publica 'No en mis días', un poemario denso y complejo en el que se muestra como un guardián de la palabra y reflexiona, entre otras materias, sobre el amor o la realidad política.
NO EN MIS DÍAS. Pere Gimferrer. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2016. 88 páginas. 11,90 euros.
Dedica Pere Gimferrer No en mis días, el nuevo poemario que publica en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara, a un puñado de maestros que dejaron huella en él: Alberti, Aleixandre, Dámaso Alonso, Emilio García Gómez, Octavio Paz y Martín de Riquer, a los que agradece "su amistad y enseñanza" y a los que define como "seis guardianes de la palabra". Así podría describirse también a Gimferrer, que en sus últimas creaciones sigue exhibiendo el verbo caudaloso, exuberante, que moldea solícito como el hombre enamorado del lenguaje que es. La treintena de poemas que recoge el volumen, fechados entre 2012 y 2016 y escritos en castellano -en estos años se editaron El castell de la puresa (2014) y Marinejant (2016), a los que dio forma en catalán, y Per riguardo (2014), redactado en italiano- no son sino otro encuentro con la música hipnótica de un creador que sabe que en el ritmo se esconde una verdad que no necesita ser explícita.
Referencias literarias y cinematográficas -en las que el autor despliega la vastísima cultura que también asoma en su conversación-, alusiones crípticas a la realidad y una reivindicación del amor y la carnalidad frente a la fugacidad del tiempo son algunos de los rasgos de este denso bosque que levanta Gimferrer en este libro, que contiene poemas de la ambición de Teatro de sombras, una larga composición en la que se entrecruzan Octavio Paz y Neruda, en el Madrid del 37, con el comunista italiano Vittorio Vidali, que muere en el Trieste de 1983, y en la que se insertan "trozos de opereta, poemas románticos olvidados, Apollinaire y Lezama Lima". Ya lo ha advertido Gimferrer en estos días de promoción: él se deja arrastrar por el tejido de voces, de idiomas, de recuerdos sin que le paralice el hecho de que el lector tal vez no entienda ese flujo en toda su dimensión. "Hay muchas referencias que no aclaro, y eso me parece aceptable, a mí me funciona la propuesta como artefacto estético. Pero me preocupa, eso sí, llegar a un punto cercano al solipsismo", reconoce el autor. "Esto no tiene marcha atrás y corro un peligro, seguir ese impulso que llevó a Joyce, tras el éxito del Ulises, a hacer una obra ilegible como Finnegans Wake. Pero con No en mis días tengo la sensación de que el texto consigue imponerse por sí mismo y resulta atractivo o estimulante. Y es curioso, porque veo que ese camino ya se esbozaba en mis comienzos, en Arde el mar [el libro con el que en 1966 ganó por primera vez el Premio Nacional de Poesía], aunque sí se ha acentuado con el tiempo. Esto puede ser un signo de juventud poética frente a la vejez biológica", sostiene.
Una juventud que se pone de manifiesto en los poemas amatorios que incluye el libro, versos de una carnalidad asombrosa. "Es ésta la esperanza: nos sostienen / las palmas de las manos del placer, / nos sostiene el deseo al enlazarnos, / al golpearnos, al rompernos: pátina / del teatro que el cuerpo desenfunda, / que al cuerpo desenfunda: así reluce / como la espada de la oscuridad. / Mordemos la bebida del relámpago", se lee en el fragmento Battle of Angels. "El amante como tal no tiene edad", argumenta Gimferrer en persona. "Y el papel del amor, en mi poesía, siempre ha sido el mismo: una afirmación de las individualidades frente a un no colectivo, convencional y opresivo. No es muy nuevo, pero es la base del concepto del amor de los surrealistas", explica. En ese poema, en el que alude a la película de Jarmusch Only lovers left alive(Sólo los amantes sobreviven), recurre a una frase de Gurdjieff, "muchos no viven y aparentan vivir", para proclamar junto a su amada "nosotros / vivimos de la lid de nuestros cuerpos".
"Así la flecha tensa, así el arco combado / tiene el nombre de vida / y el de la muerte al lado", escribe Gimferrer en otro soneto en el que cuenta la experiencia de una gitana que le leyó la mano en un café de París, y en el que se produce, como en otros momentos del poemario, un entrañamiento entre la vida y la muerte, "algo que ya estaba en libros míos muy antiguos y que, por otra parte, es uno de los temas esenciales que aborda la poesía barroca, que a mí tanto me ha influido", señala.
Como trasfondo, se perfila una realidad política que incomoda al autor pero que afronta en versos esquivos. "No darán sepultura al sabbat de Suresnes. / Necesitan vivir como no muertos", dice en Wuthering Heights, una pieza en la que parece aludir al congreso que el PSOE celebró en 1974 en el exilio. "La realidad está al menos en dos poemas que están en el libro", afirmaba el pasado miércoles en Madrid, "y en alguno que se ha quedado fuera. Sería largo de explicar, pero mi postura es que no creo que haya nadie que en los últimos meses haya quedado satisfecho con la actuación de los partidos que podían haber arreglado la situación".
En ese encuentro con la prensa, Gimferrer expresó su convencimiento de que "el futuro de la poesía no parece muy distinto de su pasado. No puedo hablar del papel que los poetas tuvieron en Grecia y en Roma, hablemos de épocas más recientes. Y la verdad es que la poesía ha sido un género minoritario". Además, el barcelonés se mostró partidario del Nobel a Bob Dylan. "Lamento discrepar: me parece un poeta excelente. No he leído su obra literaria, pero nadie habría discutido el Nobel si se lo hubiesen dado a Brassens. ¿Es un problema que se exprese en inglés? Tiene todas mis simpatías porque dirigió una película maravillosa, no estrenada nunca en España, Renaldo y Clara. Pero hablemos de él sólo como letrista de canciones: no es ni más ni menos que los trovadores provenzales, que escribían también los poemas para ser cantados".
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