Marco Socías | Crítica
Guitarra elegante y elocuente
La calidad de las obras de Patricio Cabrera (Gines, 1958) que atesora la colección de arte de la Fundación La Caixa, adquiridas a mediados de los años 80 por la que fuera su responsable, María Corral, testimonia lo que es un secreto a voces en la escena española: el talento desbordante para dominar el espacio y el color de este creador al que, desde hoy, su ciudad le brinda el reconocimiento que merece desde hace mucho tiempo. La Casa de la Provincia inaugurará, a las 20:00, la exposición más importante hasta la fecha de Patricio Cabrera, una selección de trabajos comprendidos entre 1985 y 2015, entre los que hay préstamos de colecciones tan importantes como la ya citada o la del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC).
Más de 40 cuadros y numerosos dibujos del artista conforman un proyecto expositivo que su comisario, el también crítico de arte de Diario de Sevilla José Yñiguez, ha titulado Aquí hay dragones. La muestra, coordinada por Margarita Ruiz-Acal, recoge el testigo de una empresa ideada por el recordado comisario Francisco del Río para su realización conjunta con la Diputación de Sevilla, cuyo director de artes plásticas hasta su reciente jubilación, Alberto Marina López, asumió finalmente el reto.
Las tres salas expositivas de la Casa de la Provincia se han consagrado íntegramente a esta aventura. Ante el visitante se despliegan obras que intrigan y fascinan; un verdadero atlas de imágenes que lanza un guiño, precisamente, al papel inspirador que los libros de viajes, las enciclopedias y los álbumes botánicos han jugado en la iconografía del pintor desde que su padre le inoculara la afición por consultar estos volúmenes.
"Siempre me han gustado los mapas y libros de viajes que pintaban los botánicos y biólogos cuando el mundo no estaba explorado; esas ilustraciones de animales y plantas que tanto peso daban a la imaginación", explica Cabrera. De ahí, añade Yñiguez, surge el título de la muestra, que alude a la costumbre de situar, en los mapas antiguos, monstruos mitológicos e incluso la leyenda latina "Hic sunt dracones" para marcar aquellos lugares todavía desconocidos "y señalar el peligro de aventurarse en esos terrenos ignotos".
La muestra, continúa José Yñiguez, no es estrictamente una antológica, "o al menos no sólo". Es más bien, explica, una "cartografía pictórica" que invita a repasar la trayectoria de Patricio Cabrera tanto como a descubrir nuevos significados en su pintura.
La primera sala, ubicada en la planta baja de la institución de la Plaza del Triunfo, recoge la obra creada en los últimos cuatro años, cuando tras disfrutar de la beca de la Academia de España en Roma el pintor decidió instalarse la mitad del año en Río de Janeiro, donde ha habilitado un estudio frente al lago de Maricá -una vista recurrente en sus últimos trabajos- que alterna con el que construyó, entre limoneros, laureles y parterres con lavanda, en el patio de su hogar familiar de Gines.
En la segunda sala, el comisario ha reunido algunas de las obras importantes de los inicios artísticos de Cabrera, como las pertenecientes a La Caixa. Si la generación sevillana que eclosionó en los 80 -y a la que pertenecen nombres como Curro González, Ricardo Cadenas y Javier Buzón- es una de las realidades incuestionables de la mejor plástica sevillana, no menos cierto es que Cabrera encarnó uno de los fogonazos más deslumbrantes de aquella aventura galerística de La Máquina Española que puso a la entonces joven creación en el mapa internacional, con su participación en el Aperto de la Bienal de Venecia de 1986 como hito de su precoz trayectoria.
En 1988, tras ganar una beca Fulbright, Cabrera se instaló en Nueva York, donde permaneció dos años. Allí, de la mano de su entonces galerista, el sevillano Pepe Cobo, se codeó con artistas como David Salle, Julian Schnabel y Jeff Koons, y compartió exposiciones con colegas como Juan Uslé y Jonathan Lasker en la galería Pace, que se empeñó en proyectarlo en la capital cultural estadounidense.
A la vuelta, Cabrera volcó su bagaje americano en algunas de las mejores obras que podrán admirarse hasta el 10 de abril en la Casa de la Provincia. Son los años en los que se replantea su producción artística, que simultanea con su dedicación profesional a la enseñanza en institutos de secundaria de Cazalla de la Sierra (Sevilla), Tíjola y El Ejido (Almería), destinos que imprimen un nuevo carácter a su concepción del paisaje.
Su aproximación a la naturaleza plantea otro itinerario posible por esta muestra, como se aprecia en la tercera y última sala del recorrido, ubicada en la segunda planta, donde se reúnen sin orden cronológico cuadros y dibujos que permiten rastrear los surcos que los pasajes biográficos y los paisajes geográficos (Marruecos, Italia, Holanda, Estados Unidos, Brasil...) han dejado en ellos.
Un colibrí o un martín pescador que se zambulle en el lago de Maricá, el portallaveros con forma de casa que encontró en el primer piso que alquiló al llegar a Brasil, las impactantes y áridas montañas del oriente almeriense... son algunos de los motivos que inspiran la obra de este artista que, sin embargo, asegura que jamás ha pintado del natural: "Para mí el paisaje siempre está intervenido; es decir, es un paisaje de segunda mano extraído de libros y grabados ajenos. Porque para mí lo importante no es el motivo, sino la intención".
A medio camino "entre el barroco popular andaluz y la psicodelia, entre el arte islámico, el grutesco manierista y la geometría de las vanguardias", el estilo ornamental y colorista de Patricio Cabrera, y sus ansias de viajar, nos demuestran -concluye José Yñiguez- que la vida es mucho más vibrante de lo que la rutina esconde.
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