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Árcángel. Cantaor
La hora de la entrevista -diez de la mañana- parece puesta a conciencia para refrendar lo que va a defender después con argumentos y romper de paso con el cliché que menos soporta del flamenco. El de su imagen "trasnochada, de borrachos, incultos y gente vaga, que no tiene nada que ver con la realidad".
Arcángel, además de tener una de las voces más personales y privilegiadas del cante actual, es un gran conocedor del arte que predica y se ha convertido en referente para gran parte de sus contemporáneos por su lucha en la dignificación de lo jondo. Aprovechando cada recital o intervención pública para defenderlo. "Aún hoy, en términos profesionales, el ser cantaor, bailaor o guitarrista no está reconocido como ser abogado, por ejemplo. No hemos sabido darle a nuestra profesión la categoría de reputada", lamenta.
-Pero ¿qué se está haciendo tan mal?
-Desde luego, no nos ha ayudado que nos vean como algo excepcional. Es necesario trabajar para que exista una relación natural de los ciudadanos, sobre todo de los andaluces, con el flamenco. Que sea incorporado como materia de estudio opcional en las escuelas. Que las instituciones se impliquen y que el mundo del flamenco luche por esto. En nuestra tierra, lo excepcional tiene que ser que la gente no conozca este arte.
Quizás, por eso, él trata de reducir al mínimo en la conversación las alusiones a lo artístico y las sustituye por las que refuerzan la idea del trabajo. Desvelando tras su lenguaje una filosofía que lo acerca más al orfebre que cuida cada detalle de su obra que a la estrella. "Cuando uno representa algo, se apropia y se beneficia de su nombre tiene una enorme responsabilidad. Todo lo que salga de ti tiene que ser coherente, justo y en aras de la verdad. Al final, eres alguien que transmite valores que los demás reciben. Y a través de la música se pueden contar muchas cosas beneficiosas para mucha gente", explica.
Ahora, después de enfrentarse cual Quijote de los Sueños -su anterior disco- al caballo de la poesía de Juan Cobos Wilkins y sin escudero, el cantaor ha regresado al Tablao de la mano de Universal con un álbum en directo en el que ha recuperado la alegría y ha querido mostrar su imagen más cercana y natural.
Un CD grabado en el Corral de la Morería de Madrid, el Tablao del Arenal de Sevilla y el Cordobés de Barcelona, donde el onubense, sin micrófonos ni amplificación, recupera el sonido añejo que él recuerda de sus inicios en estos populares locales y ofrece el cante sin filtros. Para, junto a las guitarras de Miguel Ángel Cortés, Dani de Morón y Diego del Morao y el compás y las palmas y el compás de Los Mellis, Carlos Grilo y Diego Montoya, ofrecer una especie de "fiesta organizada" e íntima a la que ha invitado a todos los aficionados.
-Cuando pulsa el play, ¿en qué cree que se nota el proceso de grabación?
-Se nota en todo, o eso espero. Es un disco que está vivo. Amén de los fallos o imperfecciones que pueda tener, suena completamente distinto a los anteriores porque se nota el ambiente, que lo que está ocurriendo es de verdad. Se rescata el ímpetu del directo, la energía que hay entre todos.
Pero Arcángel es combativo: "las reivindicaciones son siempre necesarias siempre que no sean excluyentes", sostiene en tono rotundo. Y este Tablao es también una reivindicación de estos lugares que, tras vivir su época dorada en los 60 y 70 con las principales figuras, tuvieron que hacer frente "con las armas que tenían" a la migración de éstos hacia los grandes escenarios, quedando "estigmatizados y denostados, a pesar de haber sido escuela de muchos artistas y parte fundamental de nuestra historia".
Sin embargo, por necesidad o por pura apetencia, es cierto que en los últimos años se ha producido cierta reconciliación. "No está reñido actuar en un gran teatro con cantar en un tablao. La posición en la que te coloca el tablao es diferente, se canta muy a gusto y es una experiencia con la que merece la pena reencontrarse", mantiene.
Él, en este caso, lo ha aprovechado además para rescatar los cantes rítmicos y hacer un homenaje a las distintas personalidades que los engrandecieron, con la frescura de las letras de Isidro Muñoz. Así, la zambra de Caracol en Los Canasteros; las bulerías de Jerez y de Utrera que tantos artistas cantaron; las cantiñas en homenaje al baile; los tangos extremeños o el recuerdo "personal" a la figura de Paco Toronjo, entre otros.
-¿Qué queda de aquellas reuniones?
-Es evidente que ha habido un cambio. No sólo porque existan más o menos espacios que propicien estos encuentros, sino porque vivimos de otra manera. Antes se terminaba a horas que igual apetecía continuar con una copa. Ahora acabamos a las diez y media de la noche y si puedes cenar tranquilo, mejor. De todas formas, sí que es cierto que se han perdido esas reuniones entre compañeros totalmente beneficiosas porque no hay mejor forma de aprendizaje, ni de ser honesto, que admirar lo que el otro hace.
-Juan Verdú cuenta en su libro El jardín del flamenco algunas de estas noches con Morente de quien dice que todos los que lo conocieron "atesoran un repertorio de sus máximas, ocurrencias y preceptos", ¿cuál es la que usted tiene más presente?
-Buah, es complicado, son tantas... Él tenía frases geniales siempre pero hay una que recuerdo en especial. Cuando le preguntaban qué cante era el más difícil y él decía "el que peor se te da". Es de una clarividencia extrema, de una tremenda honestidad con el arte y con uno mismo. De absoluta inteligencia.
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