Ambiente íntimo en el inicio

Pablo J. Vayón

10 de octubre 2014 - 05:00

Proyecto Ocnos: Gustavo Adolfo Domínguez Ojalvo, clarinete; Pedro Rojas Ogáyar, guitarra. Programa: Obras de Joaquín Homs, Olivier Messiaen, Toru Takemitsu, José María Sánchez Verdú, Dusan Bogdanovich, Benjamin Britten y Béla Bartók. Lugar: Salón de actos de la Fundación Valentín de Madariaga. Fecha: Jueves 9 de octubre. Asistentes: 15 personas.

La riqueza de la vida cultural de una ciudad no se mide sólo por los grandes eventos y los programas más llamativos y costosos, sino también (e incluso me atrevería a decir que fundamentalmente) por los pequeños proyectos privados, que funcionan como capilares que aportan el necesario oxígeno en forma de variedad y renovación al tejido sociocultural de una sociedad.

Es el caso de este recién creado Proyecto Ocnos que inició ayer un ciclo de conciertos en la Fundación Valentín de Madariaga que tendrá su continuación con dos citas más previstas para febrero y junio. Nace con modestia, en un ambiente íntimo y acogedor muy bien creado y apostando por la música del último siglo, lo que debe ser valorado y aplaudido. El clarinetista Gustavo Adolfo Domínguez Ojalvo y el guitarrista Pedro Rojas Ogáyar, creadores del proyecto, presentaron un programa de enorme interés y extraordinariamente bien tramado, en el que demostraron ideas claras y una compenetración admirable (se nota que lo han paseado ya por distintos escenarios).

Desde un precioso Dúo de Joaquín Homs, con un tratamiento muy homogéneo y excelentemente trabado de ambos instrumentos, hasta un bonito arreglo de las Danzas rumanas de Bartók, tocadas con espíritu colorista y gran control rítmico, el recital transitó por los caminos de la elegancia, la flexibilidad y los contrastes. Domínguez mostró un sugerente registro grave y unos pianissimi delicadísimos en un Abismo de los pájaros de Messiaen que llevó al dúo a tocar a Takemitsu con un aliento refinadísimo, casi debussyta. La variedad de recursos de Rojas se impuso en el Cuaderno de Friedenau de Sánchez Verdú, que a partir del ritmo explota todas las posibilidades sonoras del instrumento, igual que hace con el clarinete en la delirante y compleja Inscriptio.

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