A cuestas con las concordancias
Programa: Obras de los cancioneros de Palacio, de Uppsala, de Medinaceli y de Segovia. Intérpretes: D. García y R. Pérez, sacabuches; B. Sela, flautas de pico y bajón; Álvaro Garrido, percusión; A. Rodón, flautas, cornetto y dirección. Soprano: R. de Frutos. Tenor: I. Moreno. Fecha: Jueves, 14 de noviembre. Lugar: Cajasol. Aforo: 150 personas.
En latín, el sustantivo y su adjetico deben concordar en género, número y caso, en cuyo caso el grupo debería denominarse Ministriles Hispalenses si es que no quieren dar de coces a la lengua de Cicerón. Es la cosa de las concordancias, que están para que la unión de las partes derive en un todo armonioso y equilibrado.
Y aquí, y no sólo en lo gramatical, radicó el quid de este concierto. Hay que alabar el mérito de ofrecer un programa tan bonito y por desgracias ya tan inusual, que nos lleva a las raíces del mejor momento musical de nuestra historia. Como bien explicó Rodón, lo habitual en la península en aquellos años era la conjunción de voces y ministriles, pero hay que recordar que ya Guerrero pedía mesura a la hora de unir ambas masas sonoras, porque los ministriles de anoche casi siempre ahogaron a las voces haciendo imposible degustar los bellos textos de Juan del Encina. Sólo cuando el acompañamiento se limitaba a un par de instrumentos se lograba el necesario equilibrio como para que fluyese la poesía y la melancolía de piezas como Prado verde y Ay triste que vengo. Frutos deleitó con su bella voz y su fraseo y Moreno pasó algún apuro en la zona central a pesar del atractivo de su timbre.
Salvo en la pieza final, faltó más elaboración y más imaginación y fantasía en las versiones.
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