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En la recepción del I Premio de Cultura Universidad de Sevilla, que reconocía al escritor Arturo Pérez-Reverte por ser "el novelista español que mejor ha logrado conectar con todos los estratos de edad y de nivel social en las últimas décadas", por su vinculación con la capital andaluza y la "generosa y desinteresada" colaboración que ha mantenido durante años con la Universidad como jurado de su certamen de novela, el narrador se acogió al "derecho" que toda persona tiene "a hablar de lo que ama" -y con la ciudad tiene, manifestó, una relación "vieja, larga y entrañable"- para lamentar "el espejo autista" en que se miran a menudo sus habitantes y señalar que "con la palabra cultura ocurre algo extraño. Cuando la pronuncian, cinco de cada diez sevillanos piensan en la Semana Santa o la Feria de Abril".
En el acto, que tuvo como escenario el Paraninfo de la Universidad, Pérez-Reverte prefirió compartir con los asistentes, antes que un discurso convencional, algunos fragmentos de su obra periodística y literaria en las que el autor se había inspirado en Sevilla. Leyó así minuciosas descripciones de la urbe extraídas de La piel del tambor y El oro del rey, una de las aventuras del capitán Alatriste, en las que se puede advertir la emoción con la que ha contemplado la belleza de sus calles. "Era casi fantástico, pensaba Lorenzo Quart", rescató Pérez-Reverte de La piel del tambor. "Un paisaje de fondo tan extraordinario como el de las antiguas superproducciones de Hollywood a base de tela pintada y mucho cartón piedra. La diferencia consistía en que la plaza Virgen de los Reyes era auténtica, construida a fuerza de ladrillos y de siglos -la parte más antigua databa del XII-, y no había estudio cinematográfico capaz de reproducir su aspecto impresionante, por mucho dinero o mucho talento que se le echara al asunto. Aquél era un decorado único, irrepetible. Un escenario perfecto".
Pero Pérez-Reverte se mostró crítico asimismo con esa ciudad que "vive ensimismada", donde "el grueso de los esfuerzos culturales sevillanos pasa por el embudo de las cofradías locales". El resto, afirma el narrador murciano con pesadumbre, "es secundario, no interesa. Los museos languidecen, las exposiciones llegan con cuentagotas -y sólo si está Sevilla de por medio-, las librerías cierran, las bibliotecas no existen o se ignoran", observaba en un artículo que se publicó por primera vez en 2005 y que el escritor recuperó ayer. Ante esta mirada ombliguista, el novelista siempre se ha preguntado "lo que podría ser esa ciudad si dejara de mirarse en su espejo autista y se abriera al mundo con la cultura como reclamo y bandera", y ha fantaseado con una hipótesis: qué pasaría si parte de "la pasta invertida en cofradías y casetas de feria" se destinara a "hacer de esa ciudad un verdadero polo de atracción, no sólo del turismo, sino de la cultura internacional". "¿Imaginan -preguntaba a los asistentes a la entrega del premio- una gestión cosmopolita, lúcida y eficaz, de tanto arte, arquitectura y belleza, con la extraordinaria marca registrada de Sevilla como argumento?". Pérez-Reverte considera "desolador" que Sevilla perdiese la oportunidad de la Expo y no sea sede "de acontecimientos culturales que pongan su nombre, a la manera de Venecia, Salzburgo, París o Florencia, en la vanguardia de la cultura internacional".
El rector de la Universidad de Sevilla, Antonio Ramírez de Arellano, que defendió que en las ficciones de Pérez-Reverte confluyen "la curiosidad del periodista, la minuciosidad del investigador y la belleza literaria del gran escritor", fue quien entregó al galardonado el premio: una edición facsímil de "un libro que encaja muy bien con el perfil de Arturo Pérez-Reverte: la Suma de Geographia de Martín Fernández de Enciso, impreso a principios del XVI en el taller sevillano de Jacobo Cromberger, quien dominó la industria de la imprenta en Sevilla desde 1504 hasta 1528", explicó el rector.
Esta obra, que se incorporó a la biblioteca de la Hispalense en 1840 procedente del derribo del antiguo Convento de San Francisco, es, según destacó Ramírez de Arellano, "la primera obra científica de tipo general y el primer manual español de geografía donde se incluye la descripción de las Indias Occidentales".
Martín Fernández de Enciso era "un hombre de acción, como gusta a Pérez Reverte", prosiguió el rector. "Enciso era geógrafo, navegante y uno de los principales cartógrafos del XVI. Fue también abogado y participó en expediciones con Alonso de Ojeda y Núñez de Balboa. Dedica este libro al emperador Carlos V, para que sirviera de instrucción y provecho a los pilotos y marineros que salieran a descubrir nuevas tierras. En la parte geográfica de su obra figuran las costas que se van conociendo, detallando su posición, nombrando sus cabos y fijando su situación para facilitar a los mareantes el reconocimiento de las tierras que fueran a buscar por el mar", un trabajo que da forma a "una de las primeras cartas geográficas que se conocen del Nuevo Mundo".
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