ROSS. Gran Sinfónico 4 | Crítica
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Pino y papel. Carpetillas rotuladas con diferentes dígitos. 1.512, 5.341, 3.023, 2.614... Grandes ventanales. El Coto Doñana, al fondo, difuso, como una promesa. Largos pasillos. Más carpetillas. Más números. 4.587, 6.065, 1.047... Una escalera, larga, que alcanza todos los rincones de la historia. Pino de cajas de embalajes de la Base de Rota para hacer estanterías. Papel marcado con la letra menuda, firme, de Isabel Álvarez de Toledo. Veinte tomos escritos con determinación por la mano de la duquesa, la duquesa roja, que trazó el mapa que nos orienta en este bosque de pino y papel, este baile de números (2.567, 4.899...), en este hogar del imaginario colectivo que es hoy el Archivo General de la Fundación Casa Medina Sidonia. Un bosque, un templo, un mar de Historia y de historias. Un legado que aspira a convertirse en Bien Patrimonio de la Humanidad.
Liliane Dahlmann abre uno de los tomos. La presidenta de la Fundación Casa Medina Sidonia nos muestra la caligrafía de Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura. "Antes no había ordenador", sonríe la responsable del legado de la duquesa de Medina Sidonia que recuerda cómo Doña Isabel "clasificó todo este material revuelto que trajo del guardamuebles que la familia tenía en Madrid". Seis millones de documentos, "una montaña de papel" que la fallecida intelectual ordenó en estos 6.318 legajos, a la vez que iba configurando a lo largo de estos 20 tomos un índice tan completo "que ya sólo por ellos nos tendrían que declarar Patrimonio de la Humanidad", se enorgullece la presidenta perseguida por sus tres simpáticos perros durante todo el recorrido por el imponente fondo documental.
Y es que tras la aprobación en el Pleno de Diputación de Cádiz de mayo de comenzar el largo camino para declarar el Archivo ubicado en Sanlúcar como Bien Patrimonio de la Humanidad, la presidenta de la Fundación nos abre, excepcionalmente, las puertas del más importante de los archivos privados que se conservan en Andalucía y uno de los más singulares del mundo.
La documentación que distintas Casas -Medina Sidonia, Vélez (Fajardo); Requesens, Montalto , Maza de Linaza y Villafranca- fueron generando a lo largo de los siglos se apilan entre estas estanterías de madera que ya, por sí mismas, tienen también su curiosa historia. "Esta madera la compró Isabel en el año cincuenta y algo en la Base de Rota. Es un pino canadiense buenísimo que viene de las cajas de embalajes donde se guardaba la maquinaria de los americanos", explica la presidenta sobre las tablas que sostienen documentos tan antiguos como el fechado en 1159 procedente del fondo de Villafranca. El que atesora más años del lugar. Documentos que precisan de mucha luz, de estanterías separadas de la pared para evitar la humedad y custodiados por un sistema de seguridad y contra incendios.
Documentos únicos en el mundo como Losdiarios de la Almadraba, "porque no sólo nos hablan de la parte económica sino de la mentalidad de los ventureros, de dónde venían, cómo se formaban los gremios, los ciclos del atún...", expone nuestra complaciente guía; un fondo documental sobre la expulsión de los moriscos; otro fondo sobre la historia del Coto de Doñana o las Cartas de los Pueblos del Estado, una "verdadera joya" para Dahlmann que también nos reserva una parada especial ante la colección del siglo XVIII de obras del padre Sarmiento, un ilustrado, un monje benedictino que sólo salió de su celda una vez para ir a Galicia, su tierra natal. "Toda su obra la escribe en una celda y era un hombre cultísimo que tanto escribe sobre etimología, como de arqueología. Él junto con Burriel son los que van a hacer los primeros tratados sobre paleografía", explica sobre un fondo que descansa en el Archivo "gracias al XIV Duque porque a la muerte de este fraile recogió toda su obra y la editó. De otra manera, se habría perdido".
La sala de las Cartas de los Reyes, donde se guarda toda la correspondencia encuadernada en el siglo XVIII también por Saranova y por ese "hombre adelantado a su tiempo" que fue el XIV Duque se erige como "la base de lo que hoy es el archivo moderno". Así, recopilaron cartas, documentación económica, asientos, recados y valores ya con mentalidad de legado para la historia.
Nombres grandes, como el del General Ricardo o el del propio Duque se hermanan en estos documentos con personas anónimas. Así, Liliane nos habla de una carta "muy bonita" que dicho general Ricardo envía al Duque y donde le cuenta que la persona más excepcional de todo El Puerto de Santa María y con la que merece la pena hablar es una librera de la localidad, una mujer cultísima.
"En los libros de cuentas, que tenemos desde 1513, aparecen mujeres zapateras, plateras, albaitares... También tenemos un fondo pequeñito gallego donde en los testamentos se muestra cómo la mujer tenía sus propios bienes. Realmente, nadie puede negar que la mujer ha sido maltratada por la historia, siempre ha estado subyugada, aunque ha habido excepciones ya desde la Grecia clásica y aquí, con nuestra documentación los investigadores pueden estudiar esa relación de género".
Porque el Archivo está abierto al público, ni siquiera se precisa el carné de investigador. De hecho, una media de 80 investigadores al año consultan este fondo documental. "La mayoría son universitarios, doctorandos, y también algún investigador independiente que trabaja sobre algún hecho concreto", detalla Dahlmann que junto con la archivera Caridad López, que lleva más de 40 años en la casa, atienden las peticiones como las de algunos alumnos de la Universidad de La Sorbona de París que hoy encontramos en las salas de consulta.
Los estudiantes no pasan de esa estancia. No recorren los pasillos del bosque de pino y papel, del bosque de la memoria colectiva de un pueblo, de muchos pueblos, en legajos, carpetillas, con la letra menuda, determinada, de la Duquesa, señalando el camino.
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