Difícil encaje entre el sueño y la realidad
'Sárka', de Leos Janácek / 'Cavalleria rusticana', de Pietro Mascagni. Dirección musical: Santiago Serrate. Dirección de escena: Ermanno Olmi. Reposición de la puesta en escena: Barbara Pessina. Director del coro: Íñigo Sampil. Escenografía: Arnaldo Pomodoro. Vestuario: Maurizio Millenotti. Iluminación: Juan Manuel Guerra. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza. Reparto ('Sárka'): Mark S. Doss (Premysl), Christina Carvin (Sárka), Roman Sadnik (Ctirad), José Manuel Montero (Lumir). Reparto ('Cavalleria rusticana'): Dolora Zadjick (Santuzza, mujer de Turiddu), Alexandra Rivas (Lola, mujer de Alfio), José Ferrero (Turiddu), Mark S. Doss (Alfio), Viorica Cortez (Mamma lucia). Fecha: Martes 5 de febrero. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Lleno.
Extraño emparejamiento de títulos el que se inventó Olmi para el teatro de la Fenice de Venecia y que anoche nos trajo el Maestranza. Extraño, sí, y no sólo por sus diversas estéticas musicales, sino porque se nos contraponen la onírica fabulación del relato fundacional checo, envuelto en los tejidos de la fantasía, y el naturalismo de las pasiones rurales de la Sicilia de fines del siglo XIX. Por más que Olmi intente establecer algún elemento escenográfico de conexión, como la enorme cruz de Cavalleria realizada con elementos del decorado de Sárka, la concepción global no acaba de funcionar. La primeriza ópera de Janácek se mueve en un mundo subterráneo y en medio de la oscuridad, pero lo peor es que al disponer casi siempre a los cantantes en una plataforma elevada y algo atrasada se impide que las voces se expandan con naturalidad y que a menudo (como en el dúo de amor entre Ctiard y Sárka), la orquesta las tape. El vestuario es imaginativo, de tonos metálicos acentuados por la mortecina iluminación, algo de lo que parece que nunca nos vamos a librar en las producciones operísticas.
Serrate, puede que por haber tenido que asumir la dirección musical con poco tiempo tras la baja de Ranzani, realizó una lectura plana de la música de Janácek, a la que, ya desde el preludio, privó de matizaciones en el fraseo, de acentuaciones expresivas y de contundencia en los ataques. El sonido orquestal no acabó de redondearse y le faltó el brillo y la sensualidad que momentos como la escena de amor entre Sárka y Ctirad demandan. Christina Carvin cantó con una gran entrega expresiva y brilló con una voz de bella tersura, agudos squillanti y un centro ancho y bien proyectado. Por contra, el Ctirad de Roman Sadnik fue un muestrario de estrangulamientos, golpes de glotis, desafinaciones y sonidos abiertos y hasta chillones en la zona superior. Contundente y de fraseo noble Mark Doss y sorprendente el brillo de Montero en la escena final. No se encontró aquí cómodo ni suelto el coro, todo lo contrario que en Cavalleria, donde todas las secciones cantaron con empaste y perfecto sonido.
La escena en la segunda parte es al menos luminosa, porque por lo demás carece de todo tipo de dramaturgia: cuatro piedras blancas, unos escalones a ninguna parte, dos grandes escaleras metálicas, dos poleas gigantes y una cruz plantada en el centro sin ningún sentido. Menos mal que en lo musical todo funcionó a muy alto nivel, con un Serrate mucho más centrado y atento a los matices y con un foso del que salía un sonido mucho más sedoso. Dolora Zajick es un espectáculo vocal por contundencia, dramatismo y por extensión, con agudos penetrantes y graves de impacto (terrorífica su A te la mala Pascua!). La enfermedad anunciada de Ferrero apenas si notó en algunos roces desde el brindis en adelante, porque en lo demás cantó con enorme gusto, ligando con intención las frases y sin caer en ataques abruptos y desplegando el lirismo de su voz. La Lola de Alexandra Rivas tuvo la sensualidad requerida y Doss se superó en un Alfio enérgico. Fue penoso soportar la Mamma de una vieja gloria como Cortez.
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