Tres décadas de hallazgos con el Festival de Música Antigua de Sevilla
Siete espacios diferentes de la ciudad acogen las actividades de la XXIX edición de una de las muestras anuales más prestigiosas y seguidas de la cultura hispalense.
Metamorfosis. Esa palabra encabeza de modo ambiguo la XXIX edición del Festival de Música Antigua de Sevilla. Sus responsables han querido referirse con ella a la vocación de cambio con la que desean impulsar la muestra hacia un futuro que, por lo que hace a todo el ámbito cultural, resulta hoy incierto. Metamorfosis tiene así que ver con la propia estructura interna del Festival más que con su oferta al espectador. Como si las veintiocho ediciones anteriores no hubieran sido suficientes para dotarlo de una base sólida y el certamen fuera todavía una joven crisálida que necesitase un estímulo para eclosionar en mariposa.
Ese delicado y peligroso paso se está jugando en efecto en un tiempo de crisis y recortes, lo que no resulta tranquilizador. Poco ha importado que el Festival (que nació como Muestra en los años 80 y recientemente se convirtió en Femàs) sea por antigüedad el segundo de España en su género ni que haya favorecido el desarrollo de la actividad musical en la ciudad como seguramente ningún otro acontecimiento de sus características. La realidad es que se planta en su tercera década aspirando todavía a una oficina permanente y a una estructura organizativa medianamente eficaz y puesta al día. Buscando aún su sitio en el espacio europeo, el que sin duda le corresponde por edad y posibilidades. No el modelo, que parece haberse definido en la última década gracias a la dirección artística de Manuel Ferrand y Fahmi Alqhai.
Esta vigesimonovena edición incide en algunas de las líneas fundamentales de años anteriores, apoyándose en las sólidas columnas que supone la doble prestación de la Orquesta Barroca de Sevilla, combinando la presencia de algunos grandes solistas y conjuntos internacionales con la de los más incisivos grupos españoles, incluida la presencia notable de los más destacados nombres de la música antigua sevillana, y apostando por mantener las actividades paralelas, con exposiciones de instrumentos y una semana dedicada a la vihuela y la cuerda pulsada, que es la segunda que se le dedica en los últimos años. Uno de los problemas fundamentales con los que se ha encontrado siempre el Femàs (y la música antigua en general) es la dificultad para encontrar en Sevilla espacios idóneos en los que ofrecer sus conciertos. Este año se mantiene el remozado convento de Santa Clara como centro neurálgico, sin renunciar a la Sala Joaquín Turina del Centro Cultural Cajasol (posiblemente, la mejor dispuesta para los conjuntos de cámara y las orquestas no demasiado grandes) ni a la alternativa de las iglesias, con lo que supone de apuesta por fundirse con el patrimonio histórico-artístico: en 2012 se repite en San Alberto, se recupera la Catedral y se llega por primera vez a Santa Isabel, Santa Paula y Santa Ana, en lo que supondrá la primera visita del Festival a Triana.
Otra de las novedades del Femàs de 2012 es su extensión en el tiempo, del 9 al 31 de marzo, consecuencia de la agrupación de las actividades en fines de semana largos, entre jueves y domingo, con la sola excepción del miércoles 14. Al parecer sigue también abierto el debate sobre la conveniencia de trasladar la muestra al mes de mayo, lo que se probó ya una vez (año 2004) con un fracaso rotundo. El argumento de la imposibilidad del uso de muchos templos por razones de los cultos cuaresmales no me parece de suficiente peso para el cambio de unas fechas, el final del invierno y el principio de la primavera, que, más allá de su potencialidad simbólica como pórtico a las fiestas más señeras del calendario sevillano, se han mostrado como ideales para la atracción de un espectador mucho más reacio a encerrarse en un auditorio a medida que los días y el calor van creciendo ("En Sevilla, los libros languidecen en primavera", escribió Chaves Nogales; y los conciertos, añadiría yo).
Desde el punto de vista del repertorio, el Festival sigue centrado en la música barroca, aunque la convocatoria de la Semana de la vihuela y la cuerda pulsada haya corrido en cierta medida la programación hacia el mundo renacentista. La música medieval sigue siendo la pariente pobre: este año está representada en exclusiva por la actuación del conjunto sevillano Artefactum (jueves 29), que además asume un par de actuaciones didácticas concertadas con colegios de primaria. Un festival que quiere ganar el futuro debe servir para ofrecer la capacidad de producción de los mejores artistas locales, pero también para presentar lo mejor o más novedoso que se hace fuera de la ciudad. El presupuesto no da en este sentido para muchas alegrías, pero se echa en falta una apuesta coordinada con otras instituciones para buscar alternativas que pudieran suponer la apertura a la ópera (¿por qué no se programa el título barroco del Maestranza como parte del Festival?) o a las grandes obras corales del repertorio, que se echan en falta desde hace tiempo.
La apertura de este año (viernes 9) tiene el interés de un programa doble, que presentarán la Orquesta Barroca de Sevilla y el conjunto belga B'Rock. La actuación se encuadra dentro de las actividades del Día de la Música de la Unesco y se repetirá en la ciudad de Gante el domingo 11 (Gante y Sevilla comparten con Glasgow y Bolonia el título de Ciudades de la Música de la Unesco). Un año más, será también la OBS la encargada de cerrar el certamen (sábado 31) en un extraño horario matinal y con un programa que dirigirá Christophe Coin y en el que la soprano navarra Raquel Andueza cantará música de Boccherini y Brunetti. Otros dos conciertos pueden considerarse sustento básico de la edición de este año por la novedad de sus aportaciones. Son los del conjunto aragonés Al Ayre Español (domingo 18), que ofrece el rescate de un oratorio de Alessandro Scarlatti, Il martirio di Santa Teodosia, que ha sido recuperado y editado recientemente por Eduardo López Banzo, fundador del grupo; y el de los checos de Collegium 1704 (sábado 24), que traen a la Catedral la primera misa conservada de Jan Dismas Zelenka, uno de los grandes genios menos conocidos de la primera mitad del siglo XVIII. En ambos casos se trata de obras inéditas en época moderna, de las que ni siquiera hay todavía grabaciones discográficas.
Otros grandes nombres de la escena internacional son los del singular contratenor Dominique Visse que acompañado por el clavecinista Nicolau De Figueiredo ofrecerá (sábado 10) un programa que alterna música de Purcell y del primer barroco italiano; el de la violinista Midori Seiler con un programa de Partitas de Bach en un día (domingo 11) dedicado al gran compositor alemán, en el que también participarán el sevillano Miguel Rincón y el violonchelista donostiarra Iagoba Fanlo; el del laudista Paul O'Dette, que tocará (miércoles 14) música de los tres grandes maestros de su instrumento en la Italia del Renacimiento; los de la violinista Amandine Beyer y su conjunto Gli Incogniti, que ofrecerán su visión apasionada y teatral de Las cuatro estaciones y otros conciertos vivaldianos (viernes 23); y el conjunto noruego de polifonía a cappella Nordic Voices (jueves 22), que se presentará por primera vez en la ciudad con un audaz programa en el que se mezclan las Lamentaciones de Tomás Luis de Victoria con obras de autores contemporáneos.
Muy interesante resulta que los conjuntos españoles que empiezan a tener un nombre importante en el concierto internacional se incorporen a la nómina del Festival; en ese sentido repiten los asturianos de Forma Antiqva (domingo 18), pero se incorporan dos estupendos grupos catalanes: La Caravaggia (sábado 17) y Vespres d'Arnadí (domingo 25) que vendrán acompañados por dos cantantes bien conocidas, respectivamente, la mezzo Marta Infante y la soprano Ruth Rosique. La aportación del resto de formaciones y solistas sevillanos, algunos de renombre ya internacional y otros que buscan espacios para darse a conocer, terminan por configurar una muestra en la que cualquier aficionado mínimamente sensible encontrará momentos de sobra para el disfrute.
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