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En la clínica madrileña de La Luz, a consecuencia de un cáncer, murió ayer martes el tocaor Enrique de Melchor. La primera imagen que tenemos de este guitarrista, nacido en Marchena en 1950 como Enrique Jiménez Ramírez, es de 1972. Aparecía en la serie Rito y geografía del cante, en el capítulo dedicado a su padre, el gran Melchor de Marchena. Su padre fue un genio de la guitarra, no desde la técnica ni desde una visión evolutiva de la guitarra, sino desde el corazón que le ponía a su concepto del toque. De la mano de Melchor de Marchena se inició Enrique en los contextos cantaores de aquel, ya que el gran Melchor siempre consideró que la principal función de la guitarra es estar al servicio del cante, concepto que heredó, en buena medida, su hijo.
Enrique de Melchor se inició, como decía, en el tablao Los Canasteros, que regentaba Manolo Caracol, y en los discos de Antonio Mairena y José Menese. Con el maestro Mairena fue segunda guitarra en las grabaciones de éste de los 70, y guitarra principal en El calor de mis recuerdos (1983), el disco póstumo del maestro de los Alcores. Renuevos de cantes viejos (1970) fue el primer disco en el que acompañó a Menese, siendo, tras la retirada de su padre, el guitarrista principal del cantaor de Puebla de Cazalla en todos sus discos menos dos. En este sentido, La Puerta de Ronda (1987) o el directo En el Albéniz (1995) pueden ser consideradas obras ejemplares. Otros cantaores de corte clásico con los que grabó son Vicente Soto y Carmen Linares, habiendo acompañando en directo a otros intérpretes como La Perla, Fosforito o Camarón.
Como discípulo de su padre, Enrique de Melchor fue uno de los principales tocaores para el cante clásico de las últimas décadas. No obstante, el guitarrista buscó un sonido propio acompañando a otras figuras del cante, de orientación más progresista, como El Lebrijano y su fundamental Persecución (1976), Luis de Córdoba en María del amor (1979) o Enrique Morente, con el que registró Cruz y luna (1983). También ha grabado junto a Pansequito, María Jiménez o Rocío Jurado.
Pero la faceta más evolutiva de este guitarrista la encontramos en los discos que produjo. Así, en la primera etapa aperturista de José Mercé que inició el camino del gran reconocimiento público del que goza hoy el cantaor jerezano. O en sus propios discos como solista. A los cuatro que grabó en los 80 suma otros tres en los 90: La noche y el día (1991), Cuchichí (1992) y Rosas del amor (1999), cerrando su discografía en 2005 el título Raíz flamenca. En todos los discos que produjo, tanto los propios como los de Mercé, trató de ampliar al nivel organológico su concepción del flamenco con la inclusión de flautas, violines, bajos y coros.
Si el toque de Melchor de Marchena está definido por su carácter extremo, tenso, de polaridades emocionales y técnicas muy acusadas, su hijo Enrique buscó su personalidad creadora, sin renunciar a la herencia paterna, suavizando el mensaje de Melchor a través de un intenso lirismo, almibarado en ocasiones, sobre todo cuando proyecta su música al conjunto instrumental señalado. La tradición tocaora de esta saga se ve continuada hoy en la guitarra de Melchor Chico, nombre artístico de Melchor Jiménez, sobrino de Enrique, y nieto por tanto de Melchor de Marchena, miembro del grupo marchenero de fusión Bejazz. Sueño andaluz es el disco que publicó Bejazz hace unos meses, y que reseñamos aquí en su momento. Como dije entonces, la grabación incluye un toque por bulerías a cargo de Enrique de Melchor que ahora se erige, por tanto, en la última grabación del maestro de Marchena.
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