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A pesar de que en los registros de la narrativa H. P. Lovecraft estaba transitando por "el mismo terreno extraño y asombroso que otros visionarios como Poe o Machen", su poesía, sostiene Javier Calvo, adolecía de cierto conservadurismo; es hoy, más allá de Hongos de Yuggoth, un conjunto de versos que sobresale del resto, una producción "completamente desconocida", considerada "unánimemente infumable". El escritor barcelonésve en Hongos de Yuggoth "una especie de destilado de las imágenes psíquicamente imperecederas de los relatos de madurez de Lovecraft", un torrente de "sueños rimados, sondas directas al inconsciente de su autor" desplegado desde una mirada adelantada a su tiempo, de un modo "esencialmente anti-narrativo y en mayor o menor medida ininteligible".
La introducción que ha elaborado Calvo, un nombre respetado de la última literatura española gracias a obras como Mundo maravilloso o Corona de flores, es uno de los atractivos de la cuidada edición que la editorial sevillana El Cangrejo Pistolero ha sacado de Hongos de Yuggoth. El primer título de la nueva colección Visionarios aparece en las librerías con traducción de Luis Gámez, quien encontró estimulante la adaptación al español. "Se aprende mucho traduciendo a Lovecraft. Su lenguaje es deliberadamente arcaico, pero he disfrutado mucho traduciendo, corrigiendo y recorrigiendo estos textos". El proyecto se completó con la visión de las ilustradoras Carmen Burguess y Daniela Zahra, que desde Buenos Aires, explica Gámez, aportaron una sensibilidad "lúgubre, pero a la vez iluminada, terrorífica y hermosa".
Aunque la poesía de Lovecraft está eclipsada por la resonancia que han tenido sus narraciones, el de Providence era un amante del género: ya recitaba versos a los 2 años, como se detalla entre algunos datos curiosos que se incluyen al final de esta edición. "La cultivó durante largos periodos de creación, incluso de forma exclusiva", observa Gámez, quien señala a Edgar Allan Poe como uno de los maestros de Lovecraft. "Pero sus poéticas líricas son muy distintas. Poe es de una modernidad rotunda; Lovecraft, de una antigüedad decadente", matiza.
En Hongos de Yuggoth los admiradores del autor percibirán un buen puñado de elementos característicos de su narrativa. Uno de ellos sería, resalta el traductor, la propia estructura de los sonetos, "que en esta versión además se presentan como pequeños relatos en prosa, ya que en su mayoría presentan breves escenas narrativas que explotan recursos típicamente lovecraftianos como el giro final sorprendente y, por supuesto, el terror cósmico". También aparecen por los versos escenarios y personajes "reconocibles de su obra en prosa, como Nyarlathotep o Azathoth, la Antártida y los callejones sucios de ciudades portuarias, el propio territorio de Yuggoth al que se refiere el título o la referencia a los míticos Antiguos".
Gámez sopesa que esa imagen de ermitaño que ha perdurado de Lovecraft podría corresponderse con la realidad, a tenor de los numerosos testimonios que apuntan en esa dirección. "Niño enfermizo y sobreprotegido, abandonó muy pronto el colegio para formarse por sí mismo y nunca se alejó por mucho tiempo de su Providence natal excepto a la caza de las raras antigüedades de librero que gustaba coleccionar. Sólo tuvo relaciones con una mujer, lo cual alimenta el mito de su asexualidad, a pesar de que ella siempre afirmase que en su breve vida conjunta él siempre fue un marido cumplidor, y, a pesar de las paupérrimas condiciones materiales en que llegó a encontrarse, nunca abandonó el orgullo de su casta -el antiguo linaje wasp del que tanto se ufanaba-, lo que implica además una relación problemática con el racismo. Problemática para los comentaristas, no para él", expone el especialista.
Pese a su carácter tímido y retraído, Lovecraft mantendría relación -eso sí, epistolar- con numerosos aficionados. Sus seguidores se verían "no sólo influidos por Lovecraft, sino alentados a extender la mitología que originalmente creara el de Providence, mucho menos sistemática en su obra de lo que luego ha llegado a ser en manos de algunos de estos corresponsales convertidos ellos mismos en escritores". Ejemplo de esta pasión sería, por ejemplo, August Derleth, que "se encargaría personalmente de extender el legado de su maestro y amigo a su muerte con la creación de una editorial cuyo único autor sería el propio Lovecraft, Arkham House".
Lovecraft es una invitación a lo impredecible, como sabe Gámez, que defiende que "más que de cualquier otro escritor, se puede afirmar de él que lo amarás o lo detestarás". Su prestigio, concluye el traductor, se podría atribuir a "su tremenda originalidad -la mezcla del terror gótico heredado de Poe o Hawthorne, el ritualismo ominoso de Machen o la ciencia ficción trascendental de H. G. Wells-, su capacidad para cambiar el rumbo de todo un género; después a la calidad de una obra que, aunque irregular, siempre está a la altura, y, para terminar, al propio carácter legendario del autor".
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