Decepcionante Tintín Jones recauchutado

Crítica 'Las aventuras de Tintín'

Carlos Colón

30 de octubre 2011 - 05:00

Las aventuras de Tintín. Aventuras/Animación, EE UU, 2011, 107 min. Dirección: Steven Spielberg. Guión: Edgar Wright, Steven Moffat, Joe Cornish. Intérpretes: Jamie Bell, Daniel Craig, Simon Pegg, Andy Serkis, Nick Frost, Cary Elwes, Toby Jones, Tony Curran.

Tintín nació el 6 de enero de 1929 en las páginas del suplemento semanal infantil del diario belga Le Vingtième Siècle. Su autor era el joven periodista e ilustrador Georges Remi, que desde hacía unos años había adoptado como seudónimo la pronunciación en francés de sus iniciales invertidas (RG: Hergé). Desde 1930 Tintín protagonizó los 24 álbumes que fueron narrando sus aventuras hasta 1976. En España desembarcó con timidez en 1952 y con éxito a partir de 1958.

Antes que al cine Tintín fue llevado al teatro en 1941 y 1942. Después vinieron las películas con muñecos animados (El cangrejo de las pinzas de oro, 1947), con actores reales (Tintín y el misterio del Toisón de Oro y El misterio de las naranjas azules, 1961 y 1963, con guiones originales que dieron lugar a dos álbumes fotográficos al estilo de las fotonovelas) y de dibujos animados (1969 y 1972). En paralelo llegaron las series animadas de televisión (la belga de 1958 y la canadiense de 1991, siendo la primera la más popular en su versión en color de los años 60); y finalmente, desde 1989, los videojuegos. Ahora llega la adaptación de Spielberg, uno de sus sueños más largamente acariciados, pues está en posesión de los derechos desde que descubrió al personaje a principios de los 80.

El problema es que a este hombre los sueños relacionados con mitos infantiles se le vuelven pesadillas. Le sucedió cuando convirtió Peter Pan en Hook y le vuelve a suceder ahora. Le falla, y estrepitosamente, el guión que picotea nada menos que de dos volúmenes y medio (El secreto del Unicornio, El cangrejo de las pinzas de oro y El tesoro de Rackham el Rojo). Le falla algo en lo que suele ser maestro, el dominio del ritmo narrativo, y en no pocos momentos la película aburre a los espectadores con más de diez años. Le fallan las escenas de acción, lucha o persecuciones en las que también suele acertar, que se hacen fatigosas por su abigarrada acumulación de efectos. Le falla su querido, hábil y viejo compañero John Williams, que satura la banda sonora con un agobiante horror vacui musical de pesante orquestación. Le falla su uso del 3D que en vez de ser un recurso se convierte (como suele pasar) en una esclavitud que somete la película a sus efectos y la deriva del cine al videojuego.

Y le falla, sobre todo, lo más costoso y largamente trabajado, la captura de movimiento que integra actores reales en imágenes digitales (recuérdese el Golum de El Señor de los anillos o el gorila de King Kong, ambas de Jackson, coproductor de esta película y al parecer realizador de su continuación). Realizada enteramente con esta técnica, el resultado es una imagen zombi, ni viva ni muerta, ni animada ni real, que carece del encanto de la animación fotograma a fotograma, de la realidad de los actores y del encanto del dibujo animado. La pantalla es una tierra de nadie en la que se mueven criaturas ni humanas ni dibujadas que recuerdan demasiado algunos rostros conocidos sometidos a malas operaciones de cirugía estética. A ello se añaden dos notas desconcertantes y otra irritante. Las desconcertantes son el parecido razonable entre este Tintín recauchutado y Cristiano Ronaldo, y el del capitán Haddock con Pedro Ruiz. La nota irritante, y más imperdonable, es la pésima recreación de Milú degradado a un peluche que, mal encajado digital o virtualmente, parece moverse en un mundo sin gravedad.

El realizador que logró integrar por primera vez la imagen digital en la narrativa dramática de una película (la admirable Parque Jurásico, tal vez su película más redonda junto a Tiburón) no ha logrado integrar la captura de movimiento y el 3D en una historia convincente. Todo parece más una especie de frenética versión para videojuego de Indiana Jones en busca del bótox perdido que una aventura de Tintín. "Si uno quiere vivir las aventuras de Tintín, tiene que dejarse llevar por su propio ritmo premioso", escribía ayer en este periódico el amigo Eduardo Jordá. Por eso el limpio y sereno mundo de Tintín, el creado por Hergé y el vivido por tantos de nosotros, es el gran ausente de esta película.

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