Los soldados de Mahoma
Un grupo de combatientes sirios, muchos de ellos militares desertores, lucha contra el régimen y organiza la vida en algunas zonas liberadas del control de Asad
"Hace un mes que estamos rodeados en el Djebel Wastani" por los tanques del régimen, contó Abú Said, un carismático jefe rebelde del noroeste de Siria al mando de los soldados del profeta Mahoma. "Si tenemos que morir, moriremos, Inch Alá (si Dios quiere)", dijo con una sonrisa.
Su grupo de 15 combatientes sunitas, muchos de ellos jóvenes militares desertores, se hace llamar "los soldados del profeta Mahoma". Equipados con armas ligeras, luchan contra la infantería gubernamental en las pequeñas montañas que señorean la ciudad de Jisr al Shughur, 256 km al norte de Damasco. Pero el desenlace es incierto.
"La situación aquí (en la provincia de Idleb) es complicada", "a veces es el ejército el que controla, a veces es el Ejército Sirio Libre (ESL); en el Djebel Wastani, controlamos la mayor parte de la zona", explicó un "soldado del profeta", cuyo nombre de guerra es Abú Steyf.
Este soldado sirio desertó hace tan sólo cinco meses. "Mi hermano menor iba a las manifestaciones contra el régimen -relata-. El ejército de Asad vino para detenerlo. No lo encontró. Entonces mataron a mi hermano mayor".
Abú Steyf, al igual que sus compañeros de armas, jóvenes tatuados, algunos de ellos barbudos y otros todavía adolescentes, luchará "hasta la muerte" contra el ejército.
Una muerte que los ronda: la zona está asediada por tanques y los bombardeos de los últimos días son más intensos que nunca, como sucede en otras ciudades sirias."Podemos enfrentarnos a la infantería sin problemas con nuestras armas, pero no a los blindados", declaró su jefe, Abú Said, de 36 años y larga barba negra.
Said es un revolucionario convertido a la causa -según dice- desde el primer momento en que surgió, en "marzo de 2011".Viste una túnica blanca bordada y lleva al hombro una Kalashnikov y una funda con revólver y dos cargadores. No teme seguir el mes de ayuno del ramadán en medio del calor y los combates. "Nos hará más fuertes", aseguró, "porque nuestra fe se fortalece".
Este hombre es un auténtico superviviente: cuatro balas en el cuerpo en junio de 2011 durante una manifestación -"fue en ese momento cuando decidimos tomar las armas"- y hace cinco días sobrevivió a una emboscada del Ejército. "Mi coche recibió cinco balas, pero es difícil que me alcancen, soy muy delgado", bromeó.
En cuanto se acerca al pequeño pueblo montañoso bañado por el sol donde sus "soldados" controlan los barrios, la población de allí lo rodea en busca de soluciones a sus problemas (evacuación de los heridos, escasez de comida, agua racionada, interrupciones de electricidad, gasolina adulterada...).
En una sórdida casa rodeada de basura donde todo el mundo vive y duerme en el suelo, se escucha música palestina que alaba a los mártires caídos en la lucha contra Israel.
Los soldados del profeta Mahoma conservan sus costumbres militares. Uno de ellos está castigado y llora con las manos esposadas a la espalda. "Generó un problema", afirmaron, evasivos, sus compañeros.
A pesar de su nombre, son pocos los combatientes que rezan y no parecen obnubilados por la religión.
Amar Jafar, con el cráneo afeitado y larga barba hace reír a todo el mundo insultando a Bashar al Asad con términos que nada tienen de piadosos.
Estos rebeldes viven de lo que les da la población. "Los medicamentos nos llegan de Turquía. En cuanto a las armas, se las quitamos a los soldados que capturamos. Y luego... los soltamos", afirma Abú Said con una sonrisa cruel que contradice sus palabras.
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