El canto y la vida
Columna Música publica un doble DVD con sendos recitales de Victoria de los Ángeles en su ciudad natal, Barcelona
Victoria a Barcelona. Victoria de los Ángeles, soprano. Manuel García Morante, piano. Columna Música (2 DVD) (Diverdi)
Victoria de los Ángeles fue una de las más extraordinarias cantantes españolas de la segunda mitad del siglo XX, una de las más exquisitas, elegantes y hondas, una de las más exigentes con su arte y, por todo ello, una de las que mayor reconocimiento tuvo siempre (tiene aún, habría que decir) fuera de España. Nacida en Barcelona en 1923, Victoria de los Ángeles López García mantuvo toda su carrera una estrecha relación con su ciudad natal, desde sus primeras actuaciones públicas, aún como alumna del Conservatorio del Liceo, en 1939 y 1940, hasta su despedida en 1997. Los dos escenarios más insignes de la ciudad condal, el Palau de la Música Catalana y el Teatro del Liceo, acogieron la mayor parte de las presentaciones barcelonesas de la soprano.
En el Liceo ofreció a lo largo de más de 20 años algunos de los roles que le dieron fama mundial, de la Condesa mozartiana a la Manon de Massenet, de la Elisabeth de Tannhäuser (papel con el que fue la primera española en actuar en Bayreuth), a la Mimì y la Cio-Cio-San puccinianas o la Rosina de El barbero de Sevilla. En el Palau, los recitales, con pianista u orquesta, pasan del medio centenar. El sello Columna Música y la Fundación que lleva el nombre de la cantante presentan ahora un doble DVD en el que se recogen dos de los últimos conciertos ofrecidos por Victoria en estos centros: el del Palau, fechado el 19 de mayo de 1989, fue grabado en su día por la televisión catalana, mientras que el liceísta, del 24 de abril de 1992, procede de la toma que hizo TVE. En ambos casos, acompaña uno de los pianistas con los que más colaboró la artista en el final de su carrera, Manuel García Morante.
La voz de Victoria de los Ángeles era la de una soprano lírica, pero con un metal y una anchura muy especiales, que le permitieron afrontar con éxito algunos papeles típicos de mezzo, como el de Carmen, de la que hizo una personalísima e inimitable recreación, o el de la propia Rosina. De timbre inconfundible, la soprano barcelonesa era sobre todo un prodigio de exquisitez expresiva, de delicadeza en el matiz, de pureza en el canto, que se imponía sobre cualquier veleidad exhibicionista o virtuosística. Por ello, además de una exitosa cantante de ópera, fue siempre admiradísima en la canción de cámara, incluido el exclusivo terreno del lied alemán, que compartió a menudo con los más grandes (Schwarzkopf, Fischer-Dieskau, Seefried, Moore...). En estos dos recitales hay algunas perlas liederísticas, no faltan las Seguidillas de Carmen, propina que dejaba siempre en Sevilla, pero mandan sobre todo las canciones españolas, de los tonos humanos del XVII y las tonadillas escénicas a Montsalvatge, Falla, Granados o Mompou, junto a las piezas tradicionales catalanas. Al final, como bonus track, hay un emocionante y transido Ave María de Schubert con la voz ya rota de 1997, el Cant dels ocells de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos del 92 y El noi de la mare que cantó en 1987 en la ceremonia de su nombramiento como doctora honoris causa por la Universidad de Barcelona, la emotiva acogida por la casa en la que su padre fue bedel.
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