La Macarena, en una caricia
Personas mayores e impedidos de la hermandad acuden al besamanos extraordinario gracias a la ayuda de los voluntarios que los acompañan.
Manos para ver y corazón para mirar. ¿Quién dijo que la luz sólo entraba por los ojos? A Esteban Portero, un macareno de 83 años, la vista se le ha ido apagando desde 1979. Una trombosis le ha dejado ciego. Y la edad le ha dejado huérfano de visitas diarias a la Basílica. Rara era la jornada en la que faltaba. A los suyos no le hacía falta preguntarle dónde se encontraba cuando se retrasaba. Sabían de sobra la causa de la demora. Ahora no acude todos los días, pero tampoco falta a ningún culto de la hermandad. Lo hace gracias al grupo de voluntarios macarenos que trabajan en uno de los programas de asistencia social que desarrolla la corporación, al frente de la cual se encuentra el consiliario José Antonio Fernández.
"Una hermandad que olvida a sus mayores y a los pequeños está abocada al exterminio", reflexiona Fernández cuando las 71 personas mayores -muchos de ellos con movilidad reducida- degustan una merienda en el Robles de la calle Alemanes. Se trata de uno de los actos que organiza el área de asistencia social de la Macarena. Hoy, además, con un motivo muy especial, pues a escasos metros la Virgen de la Esperanza extiende sus manos en la parroquia del Sagrario, un acto extraordinario dentro de la conmemoración los 50 años de su coronación canónica.
La cola de la espera para acercarse a la Señora se convierte en doble fila. Nace en el Archivo de Indias, llega a la Puerta del Perdón y vuelve a girar para buscar la entrada al Sagrario. La tarde es agradable y hay turistas que preguntan a qué se debe tanto gentío. El consiliario macareno prosigue su charla mientras los voluntarios entran y salen. Hoy han venido 22, pero en total son 150. Están coordinados por Manuel Alejandro López y proceden de diversas áreas de la hermandad: armaos, costaleros, diputados de la cofradía, juventud y hermanos en general. Intervienen en este programa y en todos los que pone en marcha la corporación como son el de inmigración, becas, salud y acompañamiento a mayores. Este último es muy similar al que llevan a cabo varias universidades, mediante el cual un joven logra un hogar sin gasto alguno a cambio de atender y acompañar a una persona mayor. Ahora, además, se pretende que a los más longevos de la hermandad no sólo se les convoque para los actos y cultos, sino que con ellos también se desarrollen otras actividades culturales.
Mientras Fernández desgrana los progamas asistenciales, los mayores terminan la merienda entre recuerdos y nervios por lo que en breve se mostrará ante sus ojos. Los últimos sorbos del café de la espera los apura Esteban Portero con la retahíla de memoria. Mezcla de picardía y gracia la de este octogenario del Arco. Se crió en la calle Macarena. Sacristán durante años en la parroquia de San Benito, estuvo un cuatrienio trabajando en Barcelona. Allí ayudó a fundar la Hermandad de la Macarena. "No se parece en nada a la de aquí, pero era la Macarena y había que estar. Los catalanes tenían miedo de que aquello se desbordara", dice Portero, a quien su locura macarena le hizo ir y venir varias veces de la cofradía al hospital cuando su mujer se puso de parto una Madrugada.
"Por tener verde, tengo verde hasta la palangana", presume orgulloso este macareno, quien lleva grabado el rostro de la Esperanza "en la retina". Para él, los voluntarios son "ángeles macarenos", pues sin ellos llevaría ya bastante tiempo sin "ver" a la que es "la alegría" de su vida.
Sale la comitiva con las personas mayores. Auténtico muestrario de experiencia, memoria y nostalgia. Cualquier escalón, por mínimo que sea, es un obstáculo para alcanzar la meta prometida. Los voluntarios ejercen de cirineos para ayudar a portar la cruz del tiempo. Al final, está la Gloria prometida. La que ahora tocan -con suma delicadeza- los dedos de Portero. Está frente a frente con la Esperanza.
Al fondo, el inmenso relieve de Pedro Roldán. La Virgen de aires macarenos sostiene entre sus manos al Hijo. Varios metros más adelante es un hijo el que se entrega a las manos de la Madre. La vida cabe en un roce. La Macarena, en una caricia.
El cierre hubo que postergarlo por las largas colas
Ni ocho horas habían pasado desde que el paso de la Macareno se arrió en el trascoro de la Catedral cuando se abrieron las puertas de la parroquia del Sagrario. A las nueve en punto comenzaba el besamanos extraordinario. La sagrada imagen aparecía con un atavío distinto al del sábado. Manto celeste que se estrenó para el triduo de la coronación en 1964 y saya nueva bordada por Charo Bernardino con diseño de David Calleja. El besamanos apenas cuenta con elementos de exorno. Destaca el centro de flores regalo de la Esperanza de Triana. Aunque estaba previsto que se cerrara a las 21:00, hubo que postergar la clausura por el elevado número de devotos que esperaban besar la mano de la Macarena.
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