El cordobés José Castro, el 'juez justiciero' del caso Nóos
La imputación de la infanta Cristina, decisión sin precedentes, le ha hecho merecedor de halagos por dejar claro que la igualdad ante la ley es una realidad.
El juez José Castro se ha convertido en un referente en una España en la que las instituciones, incluida la Justicia, sufren un gran descrédito ciudadano. La imputación de la infanta Cristina, decisión sin precedentes, le ha hecho merecedor de halagos por dejar claro que la igualdad ante la ley es una realidad. "La Justicia es igual para todos", proclamó en el auto con el que escribió un capítulo en la historia de España. Una obviedad, porque esa máxima la recoge la Constitución.
Pero en los tiempos que corren, en los que algunos procederes en los últimos años han ido dañando el prestigio de la Justicia, muchos dudaban de que una hija del Rey pudiera llegar a ser llamada por un magistrado para ser interrogada. "Ha tardado en imputar la evidencia (...) Y ha tardado porque tenía que tener amarradas muchas pruebas habida cuenta de las presiones que estaba recibiendo. Castro es un juez valiente", aseguró el senador del PNV Iñaki Anasagasti. "Instruye igual para todos y sin miedo", lo alabó el diputado de IU Gaspar Llamazares.
Esa valentía la reconocen también otros jueces. Porque tener la ley de su lado no evita cierto vértigo en decisiones como la que ha tomado. "No se arruga ni desfallece ante esos casos complejos", dice un compañero. Es un "juez justiciero", señala un fiscal. "Busca la verdad a fondo y hace respetar la ley con severidad". El miércoles colocó a la infanta Cristina como sospechosa de haber sido cómplice de los delitos cometidos por Iñaki Urdangarin, su marido, y el socio de este, Diego Torres, al frente del Instituto Nóos, una organización a través de la cual se apropiaron presuntamente de seis millones de euros de dinero público.
José Castro, Pepe para los conocidos, es un juez campechano que nació en Córdoba hace 67 años. Fue funcionario de prisiones, secretario judicial, juez de magistratura y es juez de instrucción desde hace 23 años. A lo largo de su carrera ha recorrido buena parte de la geografía española y ha rechazado ascensos y nombramientos. Su forma de vestir, alejada en ocasiones de corbatas y trajes, contrasta con la de otros jueces y fiscales de Palma de Mallorca. Sobre todo por sus chaquetas de cuero, reminiscencia quizá de sus tiempos de joven motero.
En público es poco dado a las efusividades y le sonrojan los aplausos. El que recibió hace algo más de un año, la primera vez que interrogó a Urdangarin, no le gustó demasiado. Huye del protagonismo. Nunca ha concedido una entrevista. Entra y sale del juzgado sin hacer declaraciones. Y de vez en cuando pone gesto severo ante la presencia de la prensa. Está separado, tiene tres hijos y algún nieto, y también novia. Y es aficionado al kendo, la esgrima japonesa. Conduce un deportivo de marca alemana y también una bicicleta. Su independencia la lleva a rajatabla. Ni siquiera es miembro de una de las asociaciones de la magistratura, por cuya pertenencia, al final, se clasifica a los jueces en progresistas o conservadores.
El caso Nóos no es el primero en el que encara la corrupción. De hecho, tiene amplia experiencia en el tema. Él fue el instructor que sentó en el banquillo al ex presidente balear Jaume Matas por el caso Palma Arena, uno de los grandes escándalos de corrupción en la historia de España. De él se deriva la pieza en la que ahora están imputados Urdangarin y la infanta Cristina. Matas, ex ministro de José María Aznar y ex amigo de Mariano Rajoy, terminó siendo condenado. En sus interrogatorios, Castro es irónico y sarcástico. Y también muy claro. "Si hay que imputar a la infanta, se la imputa", le espetó a la mujer del ex socio de Urdangarin, Ana María Tejeiro, cuando en un interrogatorio, hace ya tiempo, se quejó de su imputación e insinuó que el juez no se atrevía a hacer lo mismo con la infanta Cristina. Ahora, Castro ha dejado claro que no se arredra.
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