"La decadencia se cura con trabajo, austeridad y espíritu positivo"
José Luis Manzanares, ingeniero y presidente de Ayesa
Trianero de 69 años, es un empresariado andaluz capaz de competir sin complejos en el mercado global, por ello, el presidente Griñán le invitó a participar en la presentación de la campaña Andalucía 10, con la que la Junta quiere contribuir a erradicar los tópicos. Ingeniero de Caminos y catedrático de Arquitectura, ha liderado la transformación de Ayesa en una empresa con 1.350 empleados y oficinas en ocho países. Su expansión internacional, impulsada por sus hijos, se concretará pronto en la compra de nuevas empresas en Brasil y Colombia. El año que viene, el 60% de su producción se desarrollará en el extranjero, con proyectos como el metro de Panamá, depuradoras en México y Perú o un gran túnel en la India.
Sevilla/-¿Es usted un andaluz diez?
-Soy un andaluz responsable, una persona a la que le gusta hacer bien las cosas. El número diez equivale a lo mejor de lo mejor y, aunque yo lo intento, me queda mucho para conseguirlo.
-Preside una empresa líder en su sector.
-Ahora somos los terceros o cuartos en el ranking español de las ingenierías y el año que viene ocuparemos el primer puesto. Tengo la suerte de poder decir que soy profeta en mi tierra.
-Y eso que nació en Triana, cuna de todos los tópicos.
-Esos tópicos siempre han pesado mucho. Pero yo nunca he cantado bien, tengo un oído malísimo y soy un patoso bailando. Difícilmente habría podido triunfar si nos ajustamos a los tópicos de mi tierra.
-¿Por eso se hizo ingeniero?
-Uno tiene que buscar la válvula de escape. Decidí que iba a ser un buen trianero en matemáticas y física.
-¿Qué es lo más molesto que le han dicho por ser andaluz?
-Fue muy molesto escuchar a un ministro diciéndome, hace 35 años, que me había equivocado al montar una ingeniería en Sevilla.
-¿Y en qué basó el ministro su opinión?
-Decía que nadie me iba a tomar en serio. Que siendo andaluz no podía vender ingeniería ni en España ni en el exterior.
-Le dejaría hundido, ¿no?
-Me hundió. Fueron palabras muy duras. Pero me dije a mí mismo: ¡A este tío le voy a enseñar yo que está equivocado! A partir de ahí, esa idea presidió el espíritu de mi empresa.
-¿El estado de ánimo influye en el éxito empresarial?
-La actitud es muy importante. Una actitud positiva es la que te conduce al éxito.
-Pues ahora estamos más bien negativos.
-España está en decadencia, como lo estuvo el Imperio romano. Pero creo que la decadencia es una enfermedad que se cura, como le digo, con la actitud. Si nos enfrentamos a la situación con espíritu de fracaso, la cosa no tiene solución. Pero si pensamos que lo podemos arreglar, salimos adelante.
-¿Cree que con eso bastará?
-Lo primero es convencer a la gente de que somos capaces. Que sepan que estamos en guerra, en una economía de guerra competitiva, contra todo el mundo.
-¿Y cómo competir?
-Con más austeridad, trabajando muchísimo, ilusionándonos y sin lamentarnos por lo que dejamos atrás.
-Nos advierten que vamos a ser más pobres.
-Pero eso no hay que tomárselo con tristeza. Estamos perdiendo cosas que habría que tirar a la basura, porque hemos vivido una época de despilfarro absurdo mientras el mundo entero se muere de hambre.
-¿Cuál ha sido nuestro mayor pecado?
-Habernos creído ricos. Conocí una España subdesarrollada, en la que no había libertades, ni trabajo. ¡La gente iba en alpargatas! Nos pusimos las pilas y construimos una España maravillosa.
-Hemos mejorado mucho, desde luego.
-Con 24 años, trabajando en la presa de Iznájar, tuve que contratar una reata de burros para cortar el río Genil con tierra. Hoy en día, con una pala excavadora, lo cortas en diez minutos.
-¿Y qué cambió para llegar a la situación actual?
-A finales de los 90, cuando éramos la décima potencia del mundo, dijimos: ¡Ya hemos llegado! Y nos pusimos a gastar como locos. Nos hemos entrampado hasta el cuello.
-Y ahora somos rehenes de los mercados.
-Los mercados cambiarán si saben que pagaremos las deudas. Pero debemos ser conscientes de que, como país, somos una familia arruinada y actuar en consecuencia.
-Cuesta hacerse a la idea, ¿eh?
-Sobre todo porque a los políticos les cuesta dar malas noticias, lo cual no ayuda. Jordi Pujol me dijo el otro día: "Ahora en política toca decir la verdad". Toca decir: señores, todos a una.
-¿Como Fuenteovejuna?
-Con espíritu de sacrificio, como los deportistas en las grandes competiciones, como el almohade que se siente orgulloso de llevar la piedra sobre la cabeza porque está construyendo la Giralda.
-Lo de la piedra es poco apetecible.
-Lo que quiero decir es que el trabajo es el motor de la vida. El error de esta generación es que quiere vivir para el ocio, trabajar lo imprescindible para costearse el ocio… Y eso no da la felicidad.
-Hombre…
-Tenemos que reivindicar lo feliz que se es trabajando bien, en competencia con otro, ganándole al otro. A todos nos gusta que nos feliciten.
-¿Cuál de sus proyectos le ha ilusionado más?
-Muchos, yo diría que todos. Pero el que ha justificado mi vida ha sido el puente del Cachorro, sobre el Guadalquivir, en Triana. Representa un barco que une las orillas del río.
-¿Todos sus puentes tienen mensaje?
-Las obras de los ingenieros impactan mucho en el paisaje y, de alguna manera, dialogan con la gente. Intento escribir historias a través de mis puentes, que considero estructuras épicas.
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