Un problema convertido en bendición
Lucía Trinidad Escalante. Internacional absoluta y jugadora del Emasesa Dos Hermanas de waterpolo
Existen dos tipos de deporte: individual y en equipos. Dentro de la dureza de ambos, el primero añade un grado de exigencia física infinita; y el segundo está marcado por el trabajo grupal y las relaciones humanas trasladadas al ámbito deportivo.
Lucía era una apasionada del voleibol, pero unos problemas de espalda la obligaron a dejarlo previo consejo médico. Ellos mismos le recomendaron que practicase natación para fortalecer sus debilidades. La idea no convenció a esta sevillana de 19 años. La natación obligaba a trabajar en solitario, algo muy distante de lo que llevaba a cabo en el voleibol.
Ese fue el detonante de sus primeros acercamientos al waterpolo. "Me dijeron que los deportes de agua eran idóneos para mis problemas y no dudé en inscribirme en el programa de las Escuelas Deportivas del Instituto Municipal de Deportes", comenta.
Pronto comenzó a destacar entre el resto. Dos años zambulléndose en las piscinas bastaron para que Roberto Sánchez, entrenador del Waterpolo Dos Hermanas por aquel entonces, se interesara por incorporarla a la disciplina del club nazareno. Una jugadora con sólo 12 años aparecía por la piscina para entrenarse junto a compañeras que, en muchos de los casos, le doblaban la edad.
En un principio, Lucía desempeñaba las funciones de jugadora de campo, aunque con el tiempo terminó por ocuparse de defender la portería nazarena. Fue a partir del excelente papel desempeñado bajo los palos cuando dio el salto de calidad. Los los seleccionadores nacionales júnior y senior llamaron a su puerta.
Tras ser fija en la selección juvenil, el primer evento de nivel en el que Lucía participó fue el Torneo Internacional júnior de Oporto, para continuar acudiendo al Europeo. "A pesar de tratarse de un torneo de carácter amistoso, Oporto fue muy especial ya que era un paso más dentro de mi trayectoria con la selección. El Europeo, por su parte, fue genial", afirma.
Los acontecimientos se sucedían para esta sevillana. No se había aclimatado aún a las selección júnior cuando ya estaba enfundándose el bañador y el gorro con las que hasta entonces habían sido sus referentes.
Y para comenzar, nada más y nada menos que la Liga Mundial. Sicarusa, en Italia, era la ciudad elegida para la gloria. Y Lucía no viajaba hasta la ciudad italiana para ver la Oreja de Dionisio (cueva artificial de caliza cavada en la colina de las Temenitas), sino para llamar a la puerta del Olimpo y dar que hablar. "Ir a la Liga Mundial con la selección absoluta fue toda una sorpresa, no me lo esperaba. Después de la noticia recibí cientos de felicitaciones desde todos los rincones".
Pero si ha habido un reconocimiento especial en la corta vida deportiva de Lucía, ese ha sido el que ha recibido por dos veces por su pueblo. "He recibido la distinción, una en 2006 y otra el año pasado, al deportista femenino individual dentro de la Gala del Deporte Nazareno. Puede sonar raro, pero es la que más ilusión me ha hecho. Que los tuyos te reconozcan tu trabajo es, sin duda, lo más especial", reconoce rebosante de alegría.
La última cita de renombre en la que ha estado presente ha sido la recién finalizada Copa de la Reina, en la que su equipo, el Emasesa Dos Hermanas ejercía como anfitrión y donde logró jugar las semifinales ante el todopoderoso Sabadell.
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