Día para controlar la sobreexcitación

Sporting-Sevilla

Un Sevilla adulado por excesivos elogios y con el reto de firmar un inicio de Liga histórico visita un estadio en el que reina un fútbol contrario a su estilo

Día para controlar la sobreexcitación
Día para controlar la sobreexcitación
Jesús Alba

29 de octubre 2016 - 05:02

En lo que se refiere a dirección de equipos, un entrenador debe saber gestionar y vigilar, entre otras cosas, tanto la baja autoestima de sus jugadores en épocas de malas rachas como la sobreexcitación que produce una serie de resultados positivos, con una buena clasificación y su correspondiente dosis de elogios a cual más grandilocuente por parte de todo lo que rodea al grupo. El Sevilla -y su entrenador, Jorge Sampaoli, debe saberlo-, está ahora en esa tesitura que requiere un esfuerzo de atención extra después de haber disparado el nivel de euforia de todo el entorno con la victoria y la imagen que los nervionenses ofrecieron en el Ramón Sánchez-Pizjuán el pasado domingo ganando y domeñando a un equipo de los llamados grandes.

Es verdad que lo que el sevillista pudo ver ante el siempre rocoso Atlético de Simeone da pie al optimismo. Fue, sin duda, el primer partido redondo de un proyecto que nació con dudas y que ha dado los primeros pasos firmes para exhibir esa fiabilidad que los aficionados más pulcros y exigentes esperan de este equipo. Los resultados, encima, son poco menos que inmejorables. Tanto, que si Sampaoli logra que su equipo se vuelva a Sevilla con la victoria en el bolsillo habrá hecho historia firmando el mejor arranque liguero de todos los tiempos. Casi nada.

Todo esto es la parte buena, la parte que a los sevillistas les arranca una sonrisa. Pero no estaría mal recordar que los nervionenses visitan en esta matinal de sábado un estadio desagradable para invitados y, especialmente, para un equipo que en las últimas temporadas ha salido escaldado cada vez que pasó por aquí. En El Molinón cayó la pasada campaña el Sevilla pese a adelantarse con un gol de Iborra. Un autogol de Krychowiak y un tanto local en el minuto 90 firmaron una nueva decepción en un escenario en el que el Sevilla no gana desde la etapa de Jiménez, un 0-1 con gol de Kanoute y en el que después cayó por 2-0 y 1-0 en las temporadas 10-11 y 11-12. Y no estaría mal recordar que los nervionenses, pese a quitarse de encima la pesada losa de no ganar desde tiempos inmemoriales lejos de Nervión, no cuajaron en Leganés una actuación precisamente convincente.

Todo ese compendio de emociones y sensaciones debe saber administrar en el día de hoy el equipo de Sampaoli, un grupo que va amoldándose a la realidad del torneo tomando cosas de la idea inicial del peculiar entrenador de Casilda (la mayoría) y también adaptaciones que han hecho de esa idea algo más creíble en un fútbol tan exigente como el europeo en general y el español en particular. Con la luz que proyecta el faro de N'Zonzi, el hombre de moda por su pulcra y estética definición ante Oblak, y el descaro de un crack comprometido como Nasri, el Sevilla se presenta posiblemente en la plaza en la que la exquisitez tenga menos papeletas de imponerse. Ese fútbol de posesión que propugnan los blancos va a chocar con un fútbol de contacto, de estar siempre cerca de cada rival, de una afición que eleva los decibelios en cada acción para arrugar a rivales y condicionar a árbitros, de un equipo que conoce sus limitaciones y que trata por todos los medios de limitar las virtudes del contrario…

Por mucho que haya euforia en el ambiente, por mucho que la moda sea augurar que el Sevilla de Sampaoli tiene mimbres y, lo mejor, una cabeza pensante capaz de ponerlo a pelear de una vez con los grandes, lo que se van a encontrar los nervionenses en Gijón es otra cosa para lo que regodearse en el pasado, por muy reciente y fresco que esté, no es precisamente lo más indicado. No hay ninguna duda acerca de la superioridad de la plantilla elaborada por Monchi con respecto a un equipo confeccionado con imaginación y en la que la calidad no sobra, pero todo eso no sirve absolutamente de nada si no se pone de manifiesto sobre el terreno de juego. Y ése es el objetivo que tanto los once guerreros que ponga en el campo Abelardo como cada vez que tenga que hacer su papel la Mareona (como es conocida la combativa afición astur) va a estar presente hoy en El Molinón. El que fuera un grandísimo central en el Sporting y en el Barcelona sabe lo que hay y ejerce un papel en los partidos parecido al del malogrado Manuel Preciado, algo que tampoco hay que explicar mucho a los sevillistas que en Nervión han visto en la banda las correrías de Joaquín Caparrós.

Es bueno pensar en lo más alto, tener un amplio espectro de miras, no creerse menos que nadie y soñar con pelear hasta el título de Liga si hace falta, pero -si no sabemos hacia dónde vamos- al menos es bueno no olvidar de dónde venimos. Y el Sevilla, ése que se ha llevado un año y pico sin conocer el triunfo fuera de casa digno de un récord negativo como histórico el que firmaría hoy si gana, lo hizo en Leganés después de dejarse empatar un 2-0 gracias a un milagroso disparo de Sarabia cuando todo el sevillismo que ahora vive en la euforia se tiraba literalmente de los pelos.

stats