La desnaturalización, un peaje si hay resultados
Sampaoli sacó un once histórico sin españoles en Éibar
En la temporada 97-98, en Segunda y con Julián Rubio en el banquillo del Sevilla en uno de los momentos más críticos de su historia, una alineación con sólo cuatro españoles, tres de ellos canteranos, causó cierta sorpresa en una afición acostumbrada a la presencia de los suyos en el equipo como salvaguarda de su identidad. Pero, ciertamente, aquella plantilla confeccionada por Rosendo Cabezas, Rafael Carrión y los contactos de algunos consejeros de la cuerda del ex presidente estaba plagada de extranjeros. Rubio, que continuó tras comerse el marrón del descenso después del chasco de Camacho y la espantada de Bilardo (4 partidos), sólo logró meter dos fichajes, Juan Ramón y Paco Peña, hoy en la casa como entrenador del juvenil B. Unos meses antes había hecho debutar a una generación entera de canteranos que luego dio para bastante: Velasco, José Mari, Loren, Asián, Luque…
Casagrande; Prieto, Hibic, Paco Peña; Lawaree, Tsartas, Oulida, Juric, Velasco; Carlos y Molnar. Con ese equipo se presentó el Sevilla en la quinta jornada de Liga. Aquel partido lo ganó (1-0) el Xerez con un gol de Méndez, hoy técnico del San Fernando. En los pasillos de Chapín, en las conversaciones de Carrión con Álvarez Palacios y González Merino, Julián Rubio estaba sentenciado. A la siguiente semana, un empate en casa con el Badajoz fue el detonante.
Vale la recreación histórica para poner el acento en el sentimiento que muchos sevillistas experimentaron aquella mañana al ver una alineación tan plagada de extranjeros. Lo que no podían imaginar es que, casi 20 años después, se produciría lo impensable: una alineación íntegra sin españoles, un hecho histórico que llama la atención cuando se trata de un club que presume de su cantera cuando tiene ocasión de ello. Pero lo cierto es que, con un filial en Segunda División (el único club además) la dirección deportiva ha tenido que dejar tres fichas libres en la lista presentada en la Champions al no tener jugadores que cumplan los requisitos que exige la UEFA, a día de hoy, el único que, frente a un modelo de negocio muy marcado, defiende los intereses de los canteranos sevillistas, hablando de lo que se refiere a sus opciones de asentarse en el primer equipo. Sin duda, es un tema que da para mucho y no todo se puede contar, también la novelería de una afición que dice que defiende la cantera pero que se pirra con un fichaje y disfruta escuchando rumores.
Pero Sampaoli, que se llevó a Éibar a Carlos Fernández, el jugador que salvó los puntos en el último triunfo ante Las Palmas, ha abierto sin querer otro debate, el del fútbol de los profesionales puros y duros y el de los que defienden con el corazón el escudo que aprendieron a querer desde niños. Con extranjeros o españoles, lo que el sevillismo quiere es que su equipo gane, pero en Éibar se vio un Sevilla desnaturalizado, adjetivo que la Real Academia de la Lengua define como "que falta a los deberes que la naturaleza impone a padres, hijos, hermanos, etcétera".
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