Al gusto de Sampaoli

Monchi acata el debate público sobre la planificación tras cerrar la plantilla con 11 novedades y se defiende: "Está muy cercana a lo dibujado en la pizarra".

Monchi posa en la sala de prensa del Ramón Sánchez-Pizjuán con Samir Nasri, el undécimo refuerzo para esta temporada en el Sevilla y el más mediático de todos.
Monchi posa en la sala de prensa del Ramón Sánchez-Pizjuán con Samir Nasri, el undécimo refuerzo para esta temporada en el Sevilla y el más mediático de todos.
Juan Antonio Solís Sevilla

02 de septiembre 2016 - 05:02

Tres jugadores, sólo tres, permanecen en la primera plantilla que tuvo el Sevilla en la campaña 2013-14, la que acabó con el rotundo éxito de la tercera Europa League, primera del trío que logró el club con Emery en el banquillo. Es insólito que un equipo que remató sus últimas tres temporadas levantando un título europeo, con el enorme premio del pase a la Champions en los dos últimos casos, apenas conserve a tres mosqueteros de tan victoriosas batallas: Vitolo, Iborra y Carriço. Pero se trata del Sevilla. El gran animador de los mercados. El club con una política convertida en biblia: vender, vender y vender aunque duela, porque si duele quiere decir que es un activo bien cotizado.

Monchi es el gran muñidor de esa filosofía, que nació en febrero de 2004, cuando Reyes se marchó al Arsenal entre lágrimas. Ayer, en la presentación de Nasri, tocaba hacer balance del trabajo de su secretaría técnica, ya consumido el plazo estival para fichar. Y vender, claro. No habló de cifras. De los casi 25 millones de superávit entre los 61,2 millones de euros invertidos en los recién llegados y los 85,8 ingresados por los que se han ido. Un balance positivo que no lo es tanto, pues se destinará en buena parte para sostener la creciente masa salarial de su plantilla, muy por encima de su capacidad para generar recursos ordinarios.

Si no vende, el Sevilla no puede pagarle a Konoplyanka 4 millones de euros netos al año, que es lo que percibía el ucraniano, o a Nasri una cantidad similar, que es un tercio de lo que dicta su contrato con el Manchester City.

Monchi, desfogado y con ganas de despachar, no se sentó ante la prensa para hablar de números. Más bien de sensaciones. Positivas, asegura: "Estoy satisfecho con la composición de la plantilla, está muy cercana a lo dibujado en la pizarra. Estoy feliz con la foto de equipo que ha quedado". Confesó que en algunos casos la concordancia entre su equipo de trabajo y Sampaoli no fue plena, pero los fichajes siempre han obedecido a las directrices comunes: "Había nombres distintos pero el perfil es el mismo. Escucho a los entrenadores, a todos los que han estado por aquí, para saber qué perfil quieren. Nosotros les ofrecemos nombres. Algunos gustan y otros no. No viene ningún un jugador que no quiera el entrenador o que la dirección deportiva no quiera".

Resumiendo: el entrenador argentino se puede dar por atendido. Eso es lo que le importa a Monchi, que acata el debate, y la abierta crítica, que la planificación ha levantado en el sevillismo. Llama la atención que sólo se hayan inscrito a dos delanteros puros, Ben Yedder y Vietto, por mucho que varios mediapuntas, como Franco Vázquez, Correa o el propio Nasri, puedan actuar arriba ocasionalmente. La planificación ha discurrido según las necesidades de Sampaoli. De hecho, ese medio defensivo que muchos echan en falta no ha llegado porque el entrenador, analizado lo que dispone, no lo vio necesario ya. "Entiendo que haya gente que piensa que sobra o falta algo, y eso es muy respetable, pero es imposible hacer una plantilla que satisfaga a todos", reflexionó el máximo responsable de la secretaría técnica.

Monchi, doctorado ya en sevillismo, le dio la vuelta a la tortilla para templar gaitas ante la opinión pública. "Tengo asumido que la exigencia va en el gen del sevillista; si el club ha crecido, ha sido por ser inconformistas en el éxito, y el profesional debe saber convivir con una afición crítica, exigente e inteligente, algo que ha hecho grande al Sevilla".

Esa presión, la de la exigencia en el día a día, generó en Monchi un estrés que a punto estuvo de llevarlo a cruzar la puerta de salida al final de la pasada campaña. Con la perspectiva del tiempo, ya en frío, el protagonista lo ve de otra manera. Ahora se va a tomar unas vacaciones. Pero sus reflexiones van a estar siempre circunscritas a un futuro en sevillista: "He sido demasiado noticia, demasiado actor principal. A partir de ahora voy a seguir trabajando en silencio. Me resultaría complicado encontrar la felicidad en un lugar que no sea el Sevilla. Aquí la gente me ha demostrado mucho cariño".

Monchi enfatizó que, aunque el modelo importado con Sampaoli "implica cambios", él "nunca le pediría paciencia a los aficionados, sino confianza, porque a la gente hay que darle resultados". Por eso mismo "estaba cabreado después del empate en Villarreal (0-0). El modelo tiene su parte buena pero los cambios necesitan tiempo. Hay que convivir con eso". Incluso de vacaciones.

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