'The champion is here'

El sevillismo redobló su entrega a su equipo ante la manifiesta mayoría de ingleses y el himno del Centenario acalló el "You'll never walk alone"

Aficionados del Sevilla animan a su equipo en el estadio de Saint Jakob Park.
Aficionados del Sevilla animan a su equipo en el estadio de Saint Jakob Park.
Juan Antonio Solís Enviado Especial A Basilea

19 de mayo 2016 - 05:02

The Champion is here. El campeón está aquí. En Sevilla. En Nervión. En este barrio, en esta ciudad radica el único pentacampeón de la Liga Europa. Lo proclamaba una enorme pancarta ayer. Y lo sentencia el fútbol.

La afición sevillista no se arrugó al entrar en el Saint Jakob Park y ver que la minoría era aún más acusada de lo previsto. El campeón estaba ahí, en su curva de gloria. De blanco, como en Eindhoven. Bajo la lluvia, como en Glasgow. Ante más enemigos de rojo, como en Turín. Y empezaron perdiendo, como en Varsovia.

Hasta ese gol de Sturridge en el minuto 35, los menos parecían más. Qué ruidosos estos sevillanos. Más aún que los ingleses con su mística y su You'll never walk alone, que sonó antes del partido con brío y orgullo y, ya al final, con un requiebro amargo. El de la derrota que aún no conocen los sevillistas desde aquel Nirvana holandés. Llegará. Algún día llegará la hiel. Pero no será este domingo. Pase lo que pase ante el Barcelona, habrá fiesta sevillista.

Antes del partido, volvió a aparecer ese venerable anciano que colecciona Ligas Europa advirtiendo a los reds que no tenían nada que hacer. Que su Sevilla también hace historia de la mejor en el fútbol europeo. Y la banda sonora del partido fue más blanca que roja. A los 16 minutos, la mirada al cielo para brindarle la copa a Puerta. Poco después, otra vez el himno del centenario, ya bajo el silencio inglés. Incluso tras el gol de Sturridge, palmas por sevillanas.

Y a la vuelta de los vestuarios, la explosión defitiva. Ese gol de Gameiro al minuto de la reanudación fue la espoleta. El sevillismo se enseñoreó del estadio suizo. En tierra neutral por antonomasia, los fieles de Nervión empezaron a dar guerra de la buena hasta que se apagaron las luces.

"¡Vamos mi Sevilla, vamos campeón!", retumbó en la grada y en el corazón de los campeones, que fueron ya desatados a decirle al Liverpool que no tenían nada que hacer. Que su mística se la engullían con la voracidad del que defiende a una hija. Porque esta copa, la que les cambió la vida, la sienten como eso.

Cuando Coke hizo el segundo, más fuerte atronó el "¡Vamos mi Sevilla, vamos campeón!". Cuando llegó el 3-1, más. Y más. La ola de energía que fluía entre el equipo y su gente fue ya insoportable para el Liverpool y Klopp.

Cuando se lesiona Rami, en el minuto 77, el himno del Centenario ahoga la mínima inquietud. Ya en el alargue, cuando la gloria cristaliza de nuevo, suena el "Obí, obá, cada día te quiero más". Ese cántico brotaba de la grada del Ramón Sánchez-Pizjuán cuando Antonio Puerta conectó su combado zurdazo a la red del Schalke 04. Diez años y pico después, su interpretación se afina por esa cascada de júbilo que ya roza lo inmoral. No permite este Sevilla que nadie sueñe con arrebatársela. "¡Que bote Nervión!", "¡Campeones, campeones, oe, oe, oé...".

Reyes recibe la Copa de don Juan Carlos. Entre reyes anda la cosa. Reyes continentales. El tiempo pondrá en valor la conquista del Sevilla. De momento, su gente sólo quiere disfrutar. Próxima estación, Madrid.

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