Como un examen parcial
Barcelona-sevilla
El Sevilla, contra su mala racha fuera, busca frustrar el récord del Barça, con la final de Copa de fondo
Media docena de veces, en toda la historia de la Liga, ha logrado ganar el Sevilla en el Camp Nou. El dato ya es significativo por sí mismo, pero hay que añadirle algunos matices claves para comprender en toda su dimensión la enorme dificultad que afronta hoy el equipo de Unai Emery en la obligada visita al coloso azulgrana. La primera atañe exclusivamente a la realidad que dicta que el Sevilla ya es, tras el triunfo de Las Palmas en Éibar el viernes, el único equipo de Primera División que aún no ha ganado a domicilio. La segunda está referida al rival, que camina a ritmo de récord hacia otro título y que acumula ya 33 partidos consecutivos sin perder. El cóctel que sale de la combinación de estos elementos no puede invitar a otra cosa que no sea el pesimismo.
Sin embargo, el fútbol está lleno de hazañas inesperadas y en el Sevilla ya saben que hay precedentes positivos. Por ejemplo, el equipo de Emery puede presumir de ser el último equipo que hizo hincar la rodilla al Barcelona de Messi, Neymar y Luis Suárez, si bien el primero del terrible tridente no estuvo en el Sánchez-Pizjuán. Ítem más, el Sevilla de Manolo Jiménez, hace seis años ya, fue el primer equipo en batir en una eliminatoria al por entonces también Barcelona de récord de Pep Guardiola, en los octavos de final de la Copa del Rey que acabaría levantando el Sevilla de Antonio Álvarez. Ítem más, Sevilla y Barcelona protagonizaron hace escasos meses uno de los partidos más vibrantes y hermosos que se recuerdan en las competiciones europeas. Fue aquella final de la Supercopa de Europa que tuvo en vilo a millones de aficionados hasta que Pedro definió, con un gol en posible fuera de juego y a balón parado, la prórroga que forzó el corajudo Sevilla.
Pero, además de todos estos precedentes que ilustran sobre la posibilidad que ofrece el fútbol de torcer la lógica de la calidad, existe de trasfondo otra circunstancia que le da un componente distinto al partido, y es que se enfrentan los dos finalistas de la Copa del Rey. Si el Sevilla entiende que es imposible parar a este Barcelona de récord que acumula nada menos que 46 goles en su inexpugnable fortín, diez más que el equipo de Emery en los 25 partidos de Liga disputados, al menos debe entender el encuentro como un test de valoración para el examen final que tendrá que afrontar el 22 de mayo.
El problema es que Emery no podrá contar con varios futbolistas que sí deberían estar en el partido del Vicente Calderón y que son fundamentales para que funcione mínimamente la estructura del equipo ante un rival como el Barcelona. Krychowiak aún no está listo y es difícil pensar que se le puede meter mano a este equipo sin el trabajo a destajo del polaco en la medular. Tampoco estará Banega, el manijero, el hombre que puede contemporizar con el balón y lanzar al equipo a la contra o meter miedo a balón parado, como en la final de la Supercopa. Y Vitolo, otro futbolista crucial para defender y salir a la contra, está tocado.
Así pues, es lógico pensar que Emery, todo lo más, podrá ensayar una línea defensiva, para que sus integrantes vayan sabiendo cómo se mueven esos tres ases que se llevan a las mil maravillas y que dan espectáculo casi sin querer. El reto es intentar frenarlos. Luego, zafarse de la presión asfixiante a que somete el Barça cuando pierde el balón es harina de otro costal. Y aún quedaría sacudirse los miedos e intentar hacer trabajar a la defensa azulgrana. ¿Es demasiado pedir? Quizá, viendo la realidad de un equipo que, por ejemplo, cuando peor lo estaba pasando en Londres ante el Arsenal rompió el partido en una sublime contra llevada por Iniesta, Luis Suárez, Neymar y Messi. Qué definición ante Cech del argentino, qué barbaridad...
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