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Un modelo cocinado a fuego lento

  • Por tercer ejercicio consecutivo, el Sevilla de Emery se acerca a su estilo más eficaz llegando febrero. Como en 2014, sigue sin pisar zona europea.

Como diría alguno, el fútbol no es coger un huevo y echarlo a freír. Mucho menos en una plantilla que cambia, de media, de diez a doce jugadores de una temporada a otra. El Sevilla de Emery, llevando a remolque su lastrado rendimiento fuera de casa, se acerca a su estilo de juego más eficaz, con unas características bien marcadas, cuando el calendario va llegando a febrero. Después de recibir no pocas críticas y -también- lidiar con una seria plaga de lesiones, las sensaciones más claras parecen llegar ahora. La exhibición en la Copa ante el Betis ha desatado la euforia, pero la cimentación del modelo ha llegado con la seguridad con la que el equipo se emplea como local.

El Sevilla, aún sin conocer la victoria liguera a domicilio, parece encaminarse a la dirección que tomaron las dos anteriores temporadas iniciadas por el entrenador guipuzcoano, sobre todo la 13-14. Las sensaciones, sin ser redondas, no dejan de ser positivas pese a todo. El triunfo anoche del Eibar aborta la opción de los blancos de acceder a la sexta plaza, un objetivo inaccesible hasta la fecha durante esta temporada. El Sevilla, pese a pisar provisionalmente zona europea, no ha logrado completar una sola jornada entre los seis primeros puestos, una situación que, si bien no se parece en nada a la de la temporada pasada -en la que salvo en la jornada inaugural (9º) se mantuvo todo el curso entre el cuarto y el quinto- sí se asemeja a la completada por una plantilla en la que aún figuraba un superclase como Ivan Rakitic.

Aquel Sevilla en el que la posición del suizo-croata (si de medio centro o como mediapunta) era el debate del sevillismo y uno de los motivos de las críticas feroces que recibió Emery, también fue incapaz durante muchos meses de ganar fuera de casa y no se enchufó de verdad hasta la segunda vuelta. Pero, como decía Luis Aragonés, hizo lo más efectivo, llegar bien colocado al final del campeonato. El Sevilla de la temporada 13-14, que también tocó fondo como colista como en la presente, estuvo siempre por debajo del séptimo puesto hasta finales de marzo, cuando tras ganar a Osasuna (1-2) se alzó a una quinta plaza que ya no soltó, con un duelo clave a la semana siguiente en Nervión ante el Madrid (2-1).

Ahora, aun con cosas que mejorar, el Sevilla está afinando su puesta a punto. Si bien es verdad que la inversión realizada con el mayor desembolso en fichajes de la historia exige mucho más, hay vibraciones para ser optimistas, pues el equipo, al ritmo de posesión atrás y ataques fugaces que marca el fútbol de transición ideal para Gameiro, despierta buenas vibraciones.

Como en las dos temporadas anteriores, todo apunta a que lo mejor está por llegar. Y es que así ha sido, pues Turín y Varsovia marcaron el festivo final de ambas campañas. Y aunque el curso actual ofrezca más similitudes al de hace dos años que al pasado, también hubo matices en éste que desataron no pocas quejas de los descontentos, una sensación con la que se acostumbró a convivir el entrenador. Y es que si en la Liga no aparecieron los altibajos de ésta y de la 13-14, sí hubo cosas que no gustaron a los aficionados, como el discreto -y hasta irritante en algunos partidos fuera de casa- rendimiento en la primera fase de la Europa League, de la que pasó como segundo de grupo.

En todo esto subyace el trasfondo de que no todas las plantillas son iguales y que los cambios precisan de un tiempo para que las piezas ensamblen bien. Y esa fase parece estar completando ahora un Sevilla, que guste más o guste menos, se acerca a su nivel.

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