Nadie usurpa Nervión (2-1)
Sevilla-málaga
El Sevilla enlaza una imponente racha de nueve victorias en casa gracias a los dos goles de Gameiro en 1 minuto y 40 segundos Un competitivo Málaga lo exigió hasta el tañido final.
En un minuto y cuarenta segundos, los que mediaron entre los dos sutiles toques de Gameiro para enviar la pelota a la red de Kameni, se resolvió la victoria del Sevilla ante el Málaga, la novena consecutiva que el equipo de Unai Emery brinda a su gente en la Liga. Una racha que distingue a los equipos realmente poderosos, a los que esgrimen en la hierba argumentos de aspirante a empresas nobles. Gracias a esa fiabilidad casera, el Sevilla se abre paso en la segunda vuelta del campeonato hacia el estrato europeo.
Fue un triunfo a sangre y fuego. El Málaga, como era de esperar, regaló menos que nada. Justificó con su juego su briosa y meritoria reacción, la que lo sacó del pozo. Los sevillistas se explicaron ayer las razones por las que el ordenado y competitivo equipo de Javi Gracia se plantó en Nervión encaramado en una poderosa ola: siete partidos de Liga sin perder.
Pero esa ola que llegaba desde la Costa del Sol se estampó con virulencia con un muro hoy infranqueable. Nervión, el Ramón Sánchez-Pizjuán, es territorio inviolable. Sopla un fortísimo viento, y ayer gélido, que tumba cualquier acometida del invasor.
El Málaga se fue a las duchas convencido de que no hizo menos que su vecino por ganar la contienda. Tuvo más la pelota hasta los dos zarpazos de Gameiro y también merodeó mucho el área de Sergio Rico en la segunda parte. Pero se fue con los dos pies por delante. Como el Barcelona, el Real Madrid, el Valencia o el Athletic. O la Juventus en la Champions.
Si Javi Gracia puede alegar que su equipo empujó y llevó la iniciativa, Unai Emery, en su turno de réplica, pondría sobre la mesa que las mejores ocasiones, además de esos dos goles en menos de dos minutos, fueron de su Sevilla y que Sergio Rico apenas tuvo que emplearse en acciones de mérito, de las que salvan puntos. Y así fue: Krohn-Dehli, aún con empate a cero (minuto 34), llegó un tanto forzado a una dejada de cabeza de Tremoulinas cuando Kameni estaba batido.
Y ya en la segunda parte, con el Málaga volcado, Gameiro tuvo otras dos oportunidades nítidas para acabar llevándose el balón a su casa. En la primera (57'), le cayó un rebote de un defensor y de repente se plantó ante Kameni, pero en la conducción se le fue larga la pelota y el portero se le anticipó. En la segunda, con una maniobra astuta, soltó un latigazo cruzado que sacó Weligton bajo palos cuando la pelota se colaba (69').
Esta última ocasión malograda por el francés mantuvo en pie al Málaga, que recobró definitivamente su brío y provocó el desasosiego en la grada tres minutos después con el gol de Charles. El ordenado y valiente equipo de Gracia no pudo consumar su reacción, como tantos otros, por esa barrera impenetrable que hoy guarece Nervión. El Sevilla estaba tocado, nervioso. Y más cuando Iborra, en su vano intento de subirse al tren del partido, vio dos tarjetas amarillas en los minutos 80 y 83 y dejó a su equipo con un jugador menos en los últimos diez minutos.
Bajo una dinámica negativa, esa progresiva confusión sevillista en la segunda mitad hubiera acabado con dos puntos, incluso los tres, volando del nido. Pero lo dicho: esa energía favorable al Sevilla es irresistible.
También trabajan con denuedo y acierto tanto Emery como su tropa para que esa energía, ese viento, sople atendiendo a sus intereses: como sucedió una semana antes ante el Athletic, los blancos supieron responder a una puesta en escena intrépida y un punto temeraria de su rival. Como hace siete días ante los leones, los sevillistas cazaron a una manada de lobos que salieron a la pradera de Nervión dispuestos a morder muy arriba.
Emery debía contar con esa presión adelantada que ordenó su amigo Gracia. Jugó con fuego el Sevilla, como otras veces, en esos saques en corto de Sergio Rico, ora a Carriço, ora a Rami o a Krychowiak. Pero la intención era clara: invitar al Málaga a adelantar sus líneas para buscar las zonas más desprotegidas en la basculación. Ahí aparecieron Banega o Krohn-Dehli -falso extremo izquierdo, el danés se metió mucho en zonas interiores para equilibrar la lucha en la medular- para cruzar un pelotazo a la banda más despejada y originar un súbito incendio en una zaga, la malaguista, bien plantada.
Otro lanzador muy principal del Sevilla fue Rami en su novedoso perfil izquierdo. El francés mostró su precisión en el toque largo. Así gestó el 1-0. Se anticipó a Amrabat en una contra peligrosa, éste lo trabó y en el saque de la falta, el central, con un enorme pase de unos 60 metros, habilitó a Gameiro, que elevó la pelota ante Kameni con calidad y sutileza.
Apenas un minuto después, Vitolo arrancó en un callejón por la derecha, se apoyó en Gameiro, éste en Banega, el argentino afiló definitivamente el contragolpe con su apertura al desmarque de Vitolo y el canario sirvió al corazón del área para que Gameiro picara, de nuevo con delicadeza, para salvar la salida de Kameni. Como el día del Athletic, la calidad en pocos y rápidos toques abrió las puertas de un sistema defensivo que en apariencia funcionaba con sincronización y no dejaba fisuras.
El Málaga acusó esos dos golpes al hígado tan seguidos y el Sevilla pudo sentenciar en el arranque de la segunda mitad. Pero Banega y Krohn-Dehli fueron perdiendo frescura, Iborra y Reyes no procuraron serenidad ni control y en cambio Gracia acertó con las entradas de Duda -mejor el luso con el balón en movimiento que en la estrategia- y de Santa Cruz.
Pero ese creciente acoso del Málaga fue más efectista que efectivo. Tras el 2-1, sólo reseñar una dejada de Santa Cruz a Charles resuelta con un tiro ajustado al palo. Al final, ese aire favorable que se ha trabajado el Sevilla impuso su ley otra vez. Y la pregunta flota en ese aire: ¿por qué no lo halla lejos de casa?
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