Konoplyanka por N'Zonzi (2-0)
Sevilla-sporting
El Sevilla despierta tras el intermedio y entonces sí somete al Sporting hasta derrotarlo con merecimiento. La entrada del extremo ucraniano le cambió la cara al equipo de Emery.
Nuevo triunfo casero para el Sevilla en su afán por remontar puestos en la tabla clasificatoria en pos de meterse en su hábitat natural. El conjunto de Unai Emery halló el premio al trabajo gracias al penalti que decretó Del Cerro Grande, pero no pudo ser más justo el desenlace final porque los sevillistas supieron cambiar de velocidad para desordenar a un Sporting que había sido un modelo de orden y de pelea hasta el intermedio. La entrada de Konoplyanka en el descanso sacudió definitivamente el árbol en un acierto de su entrenador y eso provocó un asedio constante, todo lo contrario que antes.
Bastó con que entrara en el campo Konoplyanka por N'Zonzi para que todo diera un giro de 180 grados. ¿Había sido el centrocampista francés el peor futbolista del Sevilla en ese primer periodo? En absoluto, si hubiera que elegir a una pieza perniciosa para el desarrollo del juego de los anfitriones, el máximo candidato hubiera sido Krohn-Dehli, incapaz tanto de ayudar a la salida del balón como a las rupturas en los desmarques, incluso de acercarse a Fernando Llorente para sacar provecho de los balones que éste peleaba y dejaba con cierta ventaja para que algún mediapunta pudiera apoderarse de ellos y sorprender. Pero Emery buscó otra cosa, aunar dinamismo y posesión y optó por la sustitución de N'Zonzi para que ingresara en su lugar Konoplyanka.
Ya nada fue igual desde entonces. El Sevilla pastoso, previsible, muchas veces plano, incapaz de profundizar por ninguna de las zonas del campo, el equipo que no hallaba la manera de desordenar al Sporting en ningún momento, sufrió una verdadera metamorfosis a partir de esa permuta. Y no tardó mucho en verse las consecuencias de ello, pues Konoplyanka ya había disparado dos veces a la portería de Cuéllar cuando apenas llevaba dos minutos en el terreno de juego.
Ojo, esto no quiere decir que el Sevilla se acercara al nivel futbolístico del Bayern Múnich de Guardiola en la segunda mitad, ni muchísimo menos. Pero, al menos, sí fue capaz de trabajar al rival, de obligarlo, de conducirlo hasta cometer errores y, por último, a que cayera en el fallo de hacer el penalti que abrió las puertas del triunfo para el equipo de Emery de manera definitiva. Porque la jugada previa a la pena máxima arranca en un zona del campo y acaba en un buen pase a Mariano justo en la contraria para que éste centrara al área cuando había superioridad sevillista en torno a Llorente.
La consecuencia fue el enésimo uso de los brazos por parte de un defensa sportinguista para tratar de detener el intento de remate del gigante riojano. Que hubo agarrones mucho más claros, probablemente sí, pero Del Cerro Grande volvió la cabeza cuando centró Mariano y lo que vio fue el brazo extendido de Luis Hernández junto al cuerpo de un Fernando Llorente que se resignaba a no poder rematar de nuevo cuando partía con ventaja para ello. Penalti y expulsión por doble cartulina amarilla.
El cambio de actitud del Sevilla había encontrado su justo premio después de un acoso que ya se hacía insoportable para los asturianos. Tanto fue así que uno de los centrales, el joven Meré, se fue del campo sencillamente porque estaba extenuado de tanto trabajo como le estaban exigiendo los nervionenses. Después de los dos disparos de Konoplyanka en el arranque de este segundo periodo, la libreta de anotaciones incluía un despeje de Cuéllar a Banega que parecía ya dentro tras rozar en un defensa, otra rosca del propio Banega, una opción clarísima de Konoplyanka después de una dejada de Vitolo, otro disparo repelido por el guardameta sportinguista al propio Vitolo y una buena parada a Konoplyanka. Muchos acercamientos sevillistas hasta el gol, demasiados como para que éste no acabara por llegar de una manera o de otra.
El relato de los hechos, de las ocasiones, sí tiene, pues, su importancia en esta ocasión para entender el cambio tan brusco que había sufrido el cuadro anfitrión después del intermedio, después de que Konoplyanka ocupara el sitio de N'Zonzi. Y es así porque en el primer periodo la libreta se quedaba absolutamente en blanco salvo para anotar, de manera testimonial, el primer balón que le llegó a Fernando Llorente con opciones para tocarlo dentro del área de cabeza. Para los curiosos, fue en el minuto 34 y ni antes de eso ni después el Sevilla fue capaz de pegarle ni un solo susto a Cuéllar.
Era la consecuencia del juego de un equipo que recuperaba pronto el balón, pero que era incapaz de provocar dudas en el Sporting. Todo era tocar en zonas que rara vez podían hacer sangre y el recurso más dañino eran algunos cambios de juego hacia las subidas de Mariano por la banda derecha. Poco, sin duda, para un Sevilla que teóricamente era muy superior a este Sporting. Aquello, está claro, no podía seguir así.
Emery fue el primer en entenderlo y prescindió de un centrocampista, de los mil, valga la exageración, por los que había apostado inicialmente. Es el trabajo de un entrenador, la capacidad para asumir un error, aunque sea porque el rival también tiene la virtud de mostrarse ordenado, y rectificar sobre la marcha. El técnico vasco sí acertó esta vez y el agobio para el Sporting se fue acrecentando conforme transcurrían los minutos. Lógicamente, la grada también se animó al ver a los suyos apretar y todo entró en el carril adecuado para que el cuadro nervionense sumara tres puntos más al calor de los suyos. Y todo por un único cambio, por ese Konoplyanka por N'Zonzi. A veces, basta con algo tan simple para gritar un ¡eureka! tras encontrar la pócima mágica. Será cuestión de que Emery, y también sus futbolistas por supuesto, sepan acertar cuando juegan lejos de su estadio. De ellos depende en gran medida.
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