Demasiados días malos (2-1)
Villarreal-Sevilla · la crónica
El Sevilla vuelve a toparse con su realidad entregando medio partido a un rival que ya está a 8 puntos. Los de Emery siguen sin ganar fuera pese a la reacción final con 10 y con Llorente.
Esto va a costar trabajo. Es extraño, porque aparentemente la plantilla es mejor -o eso nos han dicho enseñándonos los números-, pero las sensaciones no son las mismas que en la temporada pasada, ni muchísimo menos. Son ya demasiados días malos y el Sevilla no vio frenada en Villarreal ninguna racha positiva porque no venía de ganar ni dos partidos seguidos. Sólo uno ante el Getafe, aunque de forma muy estridente.
Quizá eso y un ratito en el oropel de Mánchester llevó a cierto sector del sevillismo -o al sevillismo entero- a perder la referencia. Era un espejismo. No, el Sevilla no había vuelto, como se había leído en algunos titulares. El Villarreal devolvió a la realidad a un Sevilla que está viviendo en dos mundos distintos y contrapuestos. Y la verdadera realidad del Sevilla no es hacer fichajes de relumbrón en operaciones de riesgo financiero, reformar el estadio e instalar videomarcadores nuevos. El Sevilla se dio de bruces otra vez con su propia realidad, que ahora mismo es el equipo que viste de amarillo, que entrena Marcelino García Toral y que está ya, a la espera la visita al Ramón Sánchez-Pizjuán del Real Madrid, a ocho puntos de diferencia. Eso por si alguien no había pensado que para mantener a Konoplyankas, Krychowiaks y Llorentes es preciso otro billete para la Champions, un torneo que disputan en España los cuatro primeros clasificados. Bueno, en realidad los tres primeros.
La intensidad que llevó al Sevilla a estar donde está no aparece, o aparece tarde, cuando ya no hay tiempo. El fútbol tampoco llega si Banega no está en el campo y los recursos o están mal gestionados o no dan sus frutos. El equipo de Emery cumplió su quinto partido lejos de Nervión de la temporada (octavo, con Supercopa de Europa y Champions) sin conocer la victoria y, lo que es mucho peor, volviendo a dar esa sensación de falta de personalidad, de mando y, por supuesto, de control de un partido.
Eso sólo ha aparecido esta temporada cuando Banega ha sido el encargado de mover los muñecos. En el pasado ejercicio, cuando no era el argentino, era Reyes el que marcaba la diferencia, la pausa y la calidad para desatascar y dar el último pase. No se sabe muy bien por qué, Emery ha pensado que Krohn-Dehli puede hacer esa función mejor que el utrerano y el danés hasta el momento sólo le ha dado la razón en un partido, ante el Barcelona en casa. Y Emery, no se sabe muy bien por qué, ha pasado de refrescar a su once con cinco y hasta seis jugadores de un partido a otro a modificar si acaso una sola demarcación, precisamente cuando la exigencia de la competición europea ha elevado su nivel y cuando la plantilla, en teoría, ofrece más variedad.
El caso es que, en medio de toda esa amalgama, el Sevilla se presentó en un escenario en el que la temporada pasada ganó cuatro veces con cierto cacao en la cabeza. Dos medios aparentemente defensivos (sólo aparentemente) y Krohn-Dehli tratando de desahogar con fútbol cuando el que iba de verdad era el Villarreal. Aun así, todo pudo ir de otro color muy distinto al negro con que salieron los nervionenses si el debutante Sánchez-Martínez hubiera hecho lo que marca el reglamento: señalar penalti en una acción de Víctor Ruiz con Gameiro desentendiéndose del balón. Pero este Sevilla inocentón que ha perdido hasta la garra con la que empujaba Krychowiak no era capaz ni de aprovechar que el otro central local, Bailly, tuviera una tarjeta desde el minuto 10. Que se fuera lesionado sin que ni siquiera lo cambiara Marcelino era una muestra de lo poco que mordió un Sevilla que reculaba y que dejaba recibir a los amarillos con muchos metros. Y eso, cuando en ese clasiquísimo 4-4-2 de Marcelino está un jugador como Denis Suárez encima con ganas de revancha son papeletas para que aquello no acabara bien.
La falta de tensión quedó palpable en el primer gol, en un córner defendido por nenas. Cuando las prisas aparecían el rival ya tenía la moto arrancada y con el motor caliente. El primer movimiento de Emery, viendo que Konoplyanka estaba de figura decorativa y que Gameiro corría de un lado a otro sin olerla prácticamente, fue que Iborra y Krohn-Dehli permutasen sus posiciones, quizá buscando más juego directo, pero lo que se generaron fueron más espacios en un centro del campo absolutamente perdido toda la tarde. Y llegó entonces un cúmulo de circunstancias que lo puso aún más difícil cuando, con dos cambios preparados para salir, el Villarreal establecía el 2-0 en una contra en la que Mario se cruzó el campo entero y sólo y exclusivamente Rami tuvo intención de defender la jugada. Mariano y N'Zonzi estaban listos para entrar, pero no tenían por qué hacerlo y si Emery no varió su decisión recibió el castigo con la lesión de Gameiro cuando ya había agotado los tres cambios. Así que el Sevilla jugó más de un cuarto de hora con un jugador menos, aunque Llorente hizo por dos. Marcó un gol y le puso el despertador a Konoplyanka, pero ya era tarde, como otras veces. Ya demasiadas.
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