El síndrome del perro flaco

Eibar - sevilla · el otro partido

El pésimo arbitraje, las paradas de Asier Riesgo, la precipitación por el ansia de sumar y la tardía reacción impiden al Sevilla lograr un merecido triunfo.

Iborra, con rostro quejumbroso, es empujado por Adrián en una de los duelos aéreos del partido.
Iborra, con rostro quejumbroso, es empujado por Adrián en una de los duelos aéreos del partido.
Eduardo Florido, Sevilla

18 de octubre 2015 - 05:02

Este Sevilla tan necesitado sufrió en Éibar algo parecido al síndrome del perro flaco. El rico refranero español viene al caso por la cantidad de condicionantes negativos que sufrió el equipo de Unai Emery en Ipurúa, un estadio donde hace apenas unos meses, en abril, ganó con cierta holgura sin hacer tanto como ayer. Pero cuando un equipo se topa con las urgencias se le empiezan a acumular esos factores en contra, aunque no todos son exógenos, claro que no. El arbitraje fue canallesco, desde el mismo momento en que Martínez Munuera cayó en la fullería de Borja Bastón, que agarró a Krychowiak hasta dejarse caer con él en la jugada del 1-0. Y ese temprano gol frustró el plan inicial de Emery. El factor endógeno también fue decisivo.

Entre los factores endógenos está la tardía reacción de Emery para enmendar un planteamiento que quedó caduco bien pronto. La buena reacción del Sevilla en la segunda parte llegó cuando Emery acudió, casi a la fuerza, a la calidad, la que tienen Konoplyanka y Banega, pero también a la que ya tenía en el campo con Vitolo, Reyes, Tremoulinas, Coke o Gameiro. El paso adelante y la búsqueda de las combinaciones por abajo sí fueron fructíferas, incluso antes de que comparecieran el ucraniano y el argentino, que demostró que es capitán general en el juego de ataque de este Sevilla, por mucho que salga de una lesión. Estando bien, debe jugar siempre. Difícilmente podrá explicar el técnico guipuzcoano por qué tardó tanto en cambiar la faz de su equipo después de que el 1-0 frustrara el plan inicial de saltar las líneas buscando la referencia de Iborra. Ese plan ya no tenía sentido ante un rival replegado que buscaba la contra desde tan temprano.

También difícilmente podrá explicar Martínez Munuera por qué no vio penalti en el brazazo en pleno rostro que Ramis le dio a Konoplyanka, derribándolo, poco después de que Juncà arrollara a Gameiro cuando éste se disponía a disparar en el área. Ni siquiera el posible penalti por manos de Escalante ante Reyes en la primera parte dejó la conciencia del árbitro intranquila, aunque de siempre la mano en el suelo ha sido considerada involuntaria y, por tanto, no punible. El criterio general del valenciano -braceos permitidos en el Eibar y sancionados en el Sevilla, fueras de banda que no eran, saques de esquina no pitados, desigual reparto de tarjetas...- desquició a los de Emery, en particular a Reyes. Y ahí se mezcla lo exógeno, el mal arbitraje, con lo endógeno, la tensión de las urgencias por sumar puntos.

Otro factor exógeno, el buen partido de Asier Riesgo. Parada ante Reyes, que se cegó con todo a favor; otra buena parada ante Vitolo, que no supo superarlo en el área chica; y paradón formidable en un inesperado chut a contrapié de Konoplyanka. También se mezcló ahí lo exógeno con lo endógeno: muchos disparos y llegadas al área se fueron al traste por la falta de precisión, de calma, por la impericia para elegir la mejor opción en los metros decisivos. Porque a los futbolistas les llega esa presión, son los primeros que quieren ganar y recortar la precoz rémora de puntos con los equipos de arriba, saben que hay mucho en juego, empezando por sus elevados sueldos. Suele pasar cuando aparecen las urgencias... igual que al perro flaco le suelen aparecer pulgas.

Dos penaltis claros y mucho más

A Martínez Munuera no se le da bien el Sevilla. En cinco partidos de Liga que le ha pitado el valenciano, jamás ganado el equipo blanquirrojo. En la 13-14, el Sevilla perdió en Vigo por 1-0, debido a un extraño penalti por manos de Fazio ante Bermejo, que lo había empujado; antes había anulado un gol a Gameiro por fuera de juego inexistente. Aquel curso 13-14 también fue testigo de la derrota ante el Celta en Nervión (0-1). Después llegaron la derrota en el Camp Nou (5-1) y el 2-2 ante el Barça del curso pasado. En Éibar, marró en los penaltis a Gameiro y, sobre todo, Konoplyanka. Pero también en la falta que dio lugar al 1-0, en el reparto de tarjetas, en fueras de banda inexistentes, en el criterio de las faltas...

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