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Sevilla-almería
Todo a su tiempo. Ya llegará la hora de acelerar los pulsos cuando se acerque la última semana del mes y todo el sevillismo ande con el trajín de un nuevo acontecimiento histórico, una nueva final europea. El Sevilla hoy lo que celebra es la despedida en el Ramón Sánchez-Pizjuán de otra temporada pletórica de éxitos en la que su afición ha vuelto a disfrutar en progresión desde una primera vuelta en la que Unai Emery llegó a no tener toda la confianza a un tramo final de fútbol rayano lo excelso bajo una intensidad y un ritmo infernal de juego para todos sus rivales.
Varsovia no es más que una consecuencia, la etapa final de un largo proceso en el que la meta es el camino, como el propio entrenador se encarga de recordar casi cada semana. Es normal que la locura se haya desatado, una vez más, con las calores de mayo, pues este grupo de futbolistas tiene la especial habilidad de encender la sangre de los suyos por estas fechas.
Y por eso el equipo va a tener el recibimiento que se merece. El sevillismo ha prometido premiar a sus jugadores por la solvencia con que se deshicieron de la Fiorentina en semifinales y por brindarle el tremendo alegrón de disfrutar otra final. Y lo hará llenando de nuevo el estadio nervionense pese a que la tensión competitiva prácticamente se ha acabado en la Liga. Sin embargo, Emery no va a dejar que la intensidad decaiga un ápice en estos dos partidos que quedan antes de la final de la UEFA Europa League, ya que son citas que también tienen su importancia para que el grupo mantenga un nivel de activación alto como preparación para una cita llamada a entrar también en la historia de este club que ha dado un cambio de rumbo radical en los últimos diez años.
El Almería es el invitado de turno a la fiesta del Sánchez-Pizjuán, un Almería que se juega la vida y en el que su entrenador, Sergi Barjuán, ha estallado ante la falta de actitud de algunos de sus futbolistas, unos jugadores que deberían tomar nota de la tensión de los sevillistas, quienes seguramente lo van a demostrar otra vez hoy con el objetivo de dejar para la historia un nuevo récord de puntos. Y es que esto es así, el fútbol -y la vida entera- se mueve a base de objetivos y la exigencia separa a los que son perseverantes de los que no lo son.
El Sevilla lo es. Definido perfectamente por el entrenador del Almería, este "martillo pilón" no se cansa y quiere más. Porque, además, no todo está hecho. En la Liga aún tiene opciones matemáticas de entrar en la Champions pese a que es difícil que el Valencia falle y en Varsovia lo que garantiza el pasaporte directo para esta competición es ganar la final, no jugarla. Y, sobre todo, que en el ADN de este equipo está el carácter competitivo, el nunca rendirse ante cualquier contratiempo.
Todo se ha rodeado para que la cita ante el Almería sea una fiesta, el cierre soñado ante la afición de una temporada que marcará una época, otra más. Con la duda en el corazón de cuántos de los que estén ahí abajo volverán a defender el escudo del Sevilla en el Ramón Sánchez-Pizjuán, empezando por la intriga que plantea el entrenador con el interés cada vez más creciente de grandes clubes italianos, el sevillismo está loco por ir calentando motores. Hay ganas de marcha y es algo a lo que se ha acostumbrado de un tiempo a esta parte. Con jugadores importantes que reservarán fuerzas para Varsovia, ya que Emery no incluyó en la convocatoria ni al colombiano Carlos Bacca, ni al catalán Aleix Vidal ni al portugués Daniel Carriço, el Sevilla no está dispuesto a dejar un mal regusto a su hinchada, aparte de que el récord de puntuación es un estímulo bastante goloso.
El ambiente mágico que durante toda la temporada ha estado reclamando Emery para sacar grandes y complicados choques adelante otra vez vuelve a ser llamado a filas, aunque en esta ocasión para rendir un merecidísimo tributo a un campeón que no está dispuesto a dejar de serlo, un grupo que va como un tiro a comerse a lo que se ponga por delante, haya un título o puntos en juego. Hoy toca puntos, el día 27, más plata.
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