Maestro en maceración (2-0)

Sevilla-athletic

El Sevilla da otra muestra de eficiencia futbolística ante el equipo más en forma de la Liga, al que no pasó por alto dos regalos. Los de Emery, invictos en Nervión, virtualmente en Europa.

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Jesús Alba

04 de abril 2015 - 17:50

Pasará el tiempo y se valorará mucho más lo que domingo a domingo y jueves a jueves está consiguiendo este grupo de jugadores que saca adelante partidos con la sensación de que no necesitan esforzarse. En este caso fue en sábado cuando el Sevilla de Unai Emery le dio otro bocado a la Liga sin apenas romper a sudar (es un decir con la temperatura que había en el Sánchez-Pizjuán a las cuatro de la tarde) ante el rival más en forma de la Liga, un Athletic que había sumado cinco victorias consecutivas y que había recibido sólo dos goles en esos cerca de 500 minutos oficiales. Pero apenas veinte necesitó el Sevilla para sacar al cuadro de Valverde del partido y llevarlo a su terreno. El resto fue una excelente receta de cómo macerar el encuentro, de cómo sacarle todo el jugo dejando pasar el tiempo y no perdiendo jamás el control.

El Sevilla tuvo el arte suficiente para dormir el partido sin que su gente se durmiera, para convertir la presión asfixiante de un rival duro como el que había ayer enfrente en un Athletic asfixiado. Quizá en el guión de muchos no estaba ver hasta a tres futbolistas locales acosando a un rival, o incluso a un sevillista lanzando el tackle detrás de otro por si el rival supera la primera entrada como hacía, por ejemplo, un jugador como Banega. El argentino se fue coreado por la hinchada de Nervión no sólo por su capacidad para esconder el balón con su excelente coordinación de pies, sino por su capacidad de sacrificio, por ser el que le rebaña a Muniain un balón en el área hasta lesionarlo incluso, o por el que le saca tres metros a Beñat en una carrera en disputa.

El Sevilla (y Banega) no sólo aprovechó dos errores infantiles de la zaga del Athletic con Laporte e Iraizoz como culpables claramente señalados, sino que hizo muchísimo más. El Sevilla dio otra lección de gestión de partido y de dominio de registros futbolísticos que lo colocan en el top del fútbol nacional al lado de los grandes. Porque salvo el Villarreal, ya no hay nadie más. Los de Emery cavaron una zanja ya casi insalvable de veintiún puntos con su rival de ayer y virtualmente tienen asegurada su presencia en una próxima competición europea. Y no era fácil la empresa que tenía el Sevilla por delante en un horario indigno para un equipo que está luchando por entrar en la Champions. Ni por respeto al Athletic lo era, pero la atronadora velocidad que traían los vizcaínos frenó en un abrir y cerrar de ojos. El equipo rojiblanco descarriló en cuanto Laporte tuvo el primer balón volando a su nuca a la primera salida de la defensa visitante. Con Tremoulinas el Sevilla gana en desplazamiento en largo y Emery quiso sacudirse la presión adelantada de los vascos creando incertidumbre entre sus centrales. Lo que quizá no esperaba era que el francés se liara en el primer bote, ello tocó el cable equivocado en la cabeza de Iraizoz y a Aleix Vidal, un hombre que ya ha demostrado habilidad para oler cuando a un portero se le va a ir la pinza, le faltó meterse con el balón en la portería.

Era muy pronto, sí. Sólo habían pasado tres minutos y para el calor que hacía ahí abajo era un lujo poder llevar las riendas del partido con el marcador a favor, pero el Athletic lo puso mucho más fácil después de que el Sevilla comprobara en dos ocasiones que tanto Laporte como Iraizoz estaban como un flan. Bacca le dobló las manos al meta rojiblanco tras una jugada de tiralíneas y a partir de ahí el partido se había acabado. O tenía que acabarse para un Sevilla que tiene el martes otra cita ante el Levante.

Es verdad que hubo alguna fase en la que el balón fue más del Athletic, pero en todas, en todas, el sitio fue del Sevilla. A tímidos intentos de Beñat por llevar la pelota hacia Sergio Rico los locales contestaban con un saber estar que ahogaba cualquier versión de un Athletic interesante pero sin profundidad. Aduriz se fue sin verle las costuras al balón y el Sevilla iba otra vez envolviendo el juego para llevarlo a su orilla. El final de la primera mitad fue otro arreón sevillista, para que ya la segunda se convirtiera en algo parecido a un monólogo de Banega, ese jugador que, como Reyes, ha convencido a tantos incrédulos como a osados acusadores a nivel profesional y personal.

Que se entere todo el mundo que ni los récords ni los puntos caen por casualidad. El Sevilla es el único equipo de la Liga invicto en su estadio, donde ha cimentado una leyenda que arruga a cualquier visitante. Si hizo salir al empate hasta al Atlético de Simeone, lo ocurrido ante los leones fue otra demostración de maestro.

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