Ganar, qué mejor coraza
sevilla - athletic · la previa
Impulsado por una racha que mitiga la marejada institucional, el Sevilla busca una cuarta victoria que lo acerque a esa soñada cuarta plaza. La baja de Rakitic gira los focos a Reyes.

Un clásico nada clásico es el que se anuncia para hoy en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Un Sevilla-Athletic es de esos duelos señeros en el fútbol español que siempre, siempre, concita un justificado interés. Raro es que uno de los dos, si no ambos, no litigue por objetivos nobles cuando han cruzado sus destinos, nada menso que en 69 ocasiones, en la Liga. Y a las siete de esta tarde, al fin en un horario amable para el aficionado, saltarán al campo bajo una aspiración acorde al peso de su historia. Impulsados por tres victorias consecutivas, tanto sevillistas como vizcaínos galopan decididos a agarrar la golosa cuarta plaza final.
Si nos circunscribimos a lo deportivo, estamos ante un clásico en toda regla. Pero una particularidad estigmatiza al partido y le confiere su carácter especial, único: será la primera ocasión en que los once jugadores del Sevilla salten a la hierba del Pizjuán, ante unos 40.000 espectadores, después de que José María del Nido se haya visto obligado a dimitir como presidente de la entidad por su condena en el caso Minutas.
En el sillón habitual de Del Nido, en la primera línea del palco, se sentará José Castro, su delfín desde que llegó a la cúpula aquel 27 de mayo de 2002. Habrá alguna pancarta, se oirán cánticos recriminatorios desde ese sector de Gol Norte que tan agrio pulso ha venido manteniendo con el presidente saliente. Todo hará que el partido contenga una química especial.
¿Y propiciará este partido del día después ese socorrido río revuelto en el que, como ha dicho Gurpegui, pesque el visitante? No lo parece. Ante la marejada institucional, ha obrado el mejor bálsamo inventado en este fabuloso invento llamado fútbol: las victorias. Ganar es el mejor calmante para el más visceral y crítico de los aficionados.
Y el Sevilla de Emery no pierde desde aquel regalo de Beto al Celta (0-1), el pasado 2 de noviembre. Siete partidos ha jugado el Sevilla desde entonces, con un balance de cinco victorias -tres seguidas en Liga ante Espanyol, Betis y Granada, más la copera ante el Racing y la europea ante el Friburgo- y dos empates, en Liga Europa ante Slovan Liberec y Estoril en casa.
Ese dilatado periodo sin morder el polvo, adobado con la goleada en el derbi, la escalada en la Liga y el primer puesto de su grupo en la competición continental, ha templado mucho los ánimos del personal ante el punto de inflexión que ha supuesto el adiós de Del Nido y el destino que espera a partir de la Junta de Accionistas de este martes 17. Que entre la pelota lo tapa todo. O casi.
Y a lomos de esa racha que ha obrado como una coraza de titanio puro sobre el Sevilla Fútbol Club, SAD, se presenta un equipo, el Athletic, que de la mano templada de Ernesto Valverde ha recompuesto su figura tras el irregular paso de Marcelo Bielsa. Hoy, esa posición que distingue al primero que no sea Barcelona, Atlético o Real Madrid, está en posesión de los vascos. Atesoran 29 puntos. El Sevilla tiene 22, siete menos, luego todo lo que no sea ganar enfriaría el objetivo sevillista de acercarse a esa soñada cuarta plaza de la tabla.
La empresa era dificultosa de por sí. Y más que lo va a ser sin la llave maestra de este Sevilla en el terreno de juego. Cumple su sanción por acumulación de amonestaciones Rakitic. Y es tanto el peso específico del suizo-croata en el engranaje del juego, que el partido se presenta como todo un desafío, otro más, para Unai.
Comprobado que el equipo funciona mejor con un doble pivote -M'Bia descansó en Friburgo para reaparecer hoy junto a un asentado Iborra- la incógnita radica en saber quién será la fuente creativa que suele ser Rakitic. Y las miradas convergen en otro que descansó el jueves, José Antonio Reyes. El utrerano ha destilado fútbol del bueno desde que reapareció. Y si hoy vuelve a destapar su tarro de las esencias, mucho tendrá ganado el Sevilla para ganar y subirse definitivamente al tren europeo. Si es así, ¿quién mirará al palco?
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